Oropeles barrocos
"Demasiado tradicional". Fue el inapelable juicio de la arquitecto Gae Aulenti, en uno de los tres entreactos. "No se entiende c¨®mo Zeffirelli, siendo disc¨ªpulo de Visconti, haya perpetrado este montaje". Visconti hizo de Don Carlos un c¨¦lebre montaje para el Covent Garden. Utiliz¨® la versi¨®n en cinco actos de la obra, estrenada en Par¨ªs en 1867 con libreto en franc¨¦s y no pocos gui?os al g¨¦nero grand op¨¦ra (Meyerbeer, Gounod, Hal¨¦vy), que marcaba las preferencias del teatro musical en la ¨¦poca de Napole¨®n III. En la Scala se puso la versi¨®n en italiano preparada por el propio Verdi para Mil¨¢n (1884): esto es, sin el primer acto, ambientado en el jard¨ªn de Fontainebleau.Verdi, que hizo hasta cuatro versiones de la pieza, no lleg¨® a quedar satisfecho, probablemente porque buscaba con la ¨®pera la cuadratura de un c¨ªrculo imposible: un drama ¨ªntimo de personas que a la vez reflejara las contradicciones de una sociedad crepuscular, prendida en las redes de sus sofocantes leyes.
Lectura contempor¨¢nea
Don Carlos posee todos los elementos para una lectura contempor¨¢nea del drama: la intolerancia frente al pensamiento liberal; el resurgir de los nacionalismos sentidos como nuevas formas de aspiraci¨®n a la libertad; el vac¨ªo ante el crep¨²sculo de las ideolog¨ªas; las tensas relaciones entre poder pol¨ªtico y sociedad. Nada de todo ello aparece en Zeffirelli. Mucha piedra gris, mucho oropel, mucha tiara, mucho patio mud¨¦jar, columnas barrocas y verjas sobrecargadas. El famoso auto de fe del segundo acto concluye con dos pobres l¨¢zaros sobre un fueguecillo que m¨¢s tiene de microondas que de hoguera purificadora de herej¨ªas; el Gran Inquisidor, ciego en la partitura, sube y baja escalones con habilidad felina; el milagro final del fantasma de Carlos V llev¨¢ndose al desdichado hijo de Felipe II nada tiene que envidiar a la apoteosis papal so?ada por Fellini en Roma. Para qu¨¦ seguir.
Ayer se puso a la venta en Italia el nuevo catecismo. Est¨¢ caliente a¨²n la rehabilitaci¨®n de Galileo y algunos reclaman ya la del fil¨®sofo Giordano Bruno. En el ¨²ltimo n¨²mero de Civilta cattolica, el jesuita Brian van Hove desmantela el mito de la Inquisici¨®n (dice que no fue tan mala como la pintan). La Cosa Nostra, seg¨²n revelaciones de un arrepentido, habr¨ªa acariciado el plan de independizar Sicilia del resto de Italia, al tiempo que la Lega Lombarda clama porque el Norte deje de mantener con su trabajo a los ociosos sure?os.
No es la Italia de Verdi cuando escrib¨ªa su Don Carlos. Es la de hoy. L¨¢stima que Franco Zefirelli no haya sabido verlo y haya optado por una lectura vagamente historicista sobre la Espa?a de la contrarreforma.
Babelia
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