Empresarios, financieros y hombres de negocios
A Juicio del articulista, a la pol¨ªtica econ¨®mica le falta ambici¨®n industrial. Pero definir lo que queremos ser en el terreno industrial y ponerlo en marcha no es s¨®lo responsabilidad del poder pol¨ªtico. Es urgente promover un debate social que permita definir qu¨¦ es lo que anhelamos y los medios necesarios para conseguirlo.
El mundo empresarial al espa?ol ha experimentado una profunda mutaci¨®n a partir de los a?os ochenta. Una mutaci¨®n que ha modificado el origen de la riqueza, la composici¨®n de la clase empresarial, los valores y comportamientos del empresariado y su reconocimiento social.En estos ¨²ltimos a?os ha crecido de forma espectacular el n¨²mero de los que han obtenido o aumentado su fortuna mediante operaciones financieras y especulativas, mientras que, por el contrario, ha ca¨ªdo tambi¨¦n de forma acusada la proporci¨®n de los que la obtuvieron del beneficio derivado de actividades industriales.
El modelo de "empresario con ¨¦xito" ha dejado de ser el vinculado a un proyecto industrial o bancario a largo plazo, generador de beneficio para el empresario y de empleo y riqueza para la sociedad. Ahora el ¨¦xito empresarial se vincula a la figura del hombre de negocios o del financiero que con una operaci¨®n especulativa a corto plazo o con un golpe de suerte consigue plusval¨ªas espectaculares.
Este cambio en la composici¨®n del colectivo empresarial va acompa?ado de un cambio profundo en las actitudes y comportamientos econ¨®micos y sociales. La tradicional discreci¨®n y hasta ocultaci¨®n de la riqueza caracter¨ªstica de los empresarios y banqueros ha sido reemplazada por una ostentaci¨®n manifiesta de la riqueza y por la b¨²squeda desenfrenada del reconocimiento social y pol¨ªtico.
Asimismo, la sensibilidad por "lo social" propia de la actitud paternalista del empresario industrial, ha sido sustituida por la autosatisfacci¨®n que mueve al financiero y al hombre de negocios, convencido de que su ¨¦xito es la contrapartida a su inteligencia y habilidad para moverse en las nuevas condiciones de una econom¨ªa cada vez m¨¢s dominada por las transacciones de car¨¢cter financiero.
Por ¨²ltimo, tambi¨¦n lleva aparejado un cambio importante en los comportamientos empresariales. El ¨¦xito empresarial est¨¢ basado en la consolidaci¨®n de un proyecto productivo, en el trabajo bien hecho, en la constancia, en la cooperaci¨®n de los trabajadores, t¨¦cnicos y directivos.
Por el contrario, el ¨¦xito del hombre de negocios se apoya en la b¨²squeda y el manejo de informaci¨®n privilegiada, en el establecimiento de una buena red de relaciones con el poder, en pr¨¢cticas que frecuentemente se sit¨²an o traspasan las fronteras de la legalidad, en conductas generalmente poco concillables con la ¨¦tica y que generalmente son lesivas para gran parte de los accionistas, para los trabajadores y para el inter¨¦s general.
Cultura especulativa
En definitiva, la b¨²squeda de plusval¨ªas ha reemplazado a la b¨²squeda del beneficio. Como consecuencia, una cultura especulativa y financiera se ha impuesto a la cultura empresarial.
Este fen¨®meno no es exclusivo de la econom¨ªa espa?ola. Pero en nuestro pa¨ªs ha alcanzado una extensi¨®n e intensidad alarmantes. Las causas son tanto hist¨®ricas como cercanas. Por un lado, la sociedad espa?ola a¨²n no ha conseguido desprenderse del todo de la vieja tradici¨®n especulativa e inflacionista que surge con la revoluci¨®n de los precios asociada a la llegada del oro de las colonias americanas y que nos ha acompa?ado hasta la actualidad.
Pero son m¨¢s importantes las causas cercanas. En este sentido, hay que recordar la situaci¨®n de crisis industrial y deterioro financiero en que se mov¨ªan las empresas espa?olas a principios de los a?os ochenta y el pesimismo derrotista de los empresarios, cansados de lidiar con la crisis de los setenta y agobiados por la incertidumbre que introdujo la integraci¨®n de Espa?a en la CE. Estos factores facilitaron la aparici¨®n de dos fen¨®menos coincidentes en sus resultados.
Por un lado, la aparici¨®n de aventureros financieros y hombres de negocios que fueron recibidos como nuevos midas. Estos personajes se lanzaron a la adquisici¨®n o fusi¨®n de empresas cuyo valor de mercado era inferior a su valor real y que dispon¨ªan de activos que una vez segregados de la actividad empresarial eran una excelente fuente de rentas.
Este fen¨®meno de "tiburoneo" vino acompa?ado por otro similar. La compra por parte de ejecutivos de empresas que regentaban (buy-outs). En la mayor parte de los casos, estas operaciones han resultado un completo fracaso y s¨®lo han servido, como en el caso de muchas fusiones, para garantizarse su posici¨®n y sus rentas, mediante la fijaci¨®n de elevados salarios, el cobro de comisiones o la autofirma de sustanciosos contratos "blindados" que garantizan sus ingresos en caso de despido o salida de la empresa.
Lo m¨¢s significativo de estos dos fen¨®menos financieros es que se llevaron a cabo pr¨¢cticamente del mismo modo: tomando dinero prestado de la banca con la garant¨ªa de la propia empresa que se adquir¨ªa. Esta pr¨¢ctica de "apalancamiento", en la que la gran banca ha entrado en muchos casos de forma irresponsable con la pretensi¨®n de participar tambi¨¦n de las plusval¨ªas, ha provocado y provocar¨¢ la ruina de muchas empresas e importantes fallidos para la banca. Las empresas han sido descapitalizadas con la segregaci¨®n y venta de activos y puestas en situaci¨®n de quiebra como consecuencia de un endeudamiento que hace que los gastos financieros sean superiores a los recursos que generan. Estamos comenzando a ver los resultados de toda esta "ingenier¨ªa financiera": quiebras, suspensiones de pagos, morosidad bancaria, p¨¦rdida de empleos. Y detr¨¢s vendr¨¢ la inevitabilidad de dedicar contingentes importantes de recursos p¨²blicos para salvar los restos del naufragio.
Es dif¨ªcil maquinar un plan m¨¢s da?ino para la econom¨ªa y la sociedad espa?ola. Por ello, no deja de sorprender el observar c¨®mo estas pr¨¢cticas no han encontrado hasta ahora la sanci¨®n y el rechazo social y pol¨ªtico que cabr¨ªa esperar dado el efecto perverso que tienen sobre el patrimonio empresarial, sobre la capacidad de progreso material y el grado de cohesi¨®n social necesario para llevar adelante las pol¨ªticas favorecedoras de la competitividad, y el crecimiento econ¨®mico.
Como ha se?alado con su habitual agudeza el economista Albert O. Hirschman, el apoyo social a esas pol¨ªticas ser¨¢ tanto m¨¢s duradero cuanto mayor sea la tolerancia y la simpat¨ªa con la que el conjunto de la sociedad ve a los que mejoran social y econ¨®micamente. Pero esa tolerancia ser¨¢ de corta duraci¨®n y puede sufrir cambios bruscos cuando los que mejoran son perc¨ªbidos corno un grupo cerrado y lesivo para el inter¨¦s general.
Giro social
Esto es lo que ha sucedido en Espa?a en la segunda mitad de los a?os ochenta, cuando una parte de la sociedad comenz¨® a pensar que sus sacrificios en favor del crecimiento eran apropiados por las actividades especulativas de los financieros y hombres de negocios. De ah¨ª que comenzaran a retirar su apoyo a la pol¨ªtica econ¨®mica y reclamasen un "giro social" a la pol¨ªtica p¨²blica.
Ese cambio de tolerancia social hacia las pol¨ªticas favorecedoras de la funci¨®n empresarial est¨¢ detr¨¢s de la huelga general de diciembre de 1988 y de la agudizaci¨®n del conflicto social en que vive la econom¨ªa espa?ola desde esa fecha.
Ser¨ªa, sin embargo, maniqueo y exagerado atribuir la amplitud e intensidad alcanzada por la especulaci¨®n financiera a la pol¨ªtica p¨²blica. Ya he dicho que no son fen¨®menos exclusivos de nuestro pa¨ªs. Y tambi¨¦n he puesto de relieve el papel jugado en muchos casos por los propios ejecutivos deseosos de preservar su posici¨®n y sus rentas.
Fortuna r¨¢pida
Pero, sin duda alguna, la pol¨ªtica econ¨®mica practicada desde la segunda mitad de los a?os ochenta tiene una responsabilidad cierta.
En primer lugar, es dif¨ªcil olvidar el incentivo que para estos comportamientos pudieron significar las palabras del ministro de Econom¨ªa cuando afirmaba que Espa?a era el pa¨ªs donde los inversores extranjeros pod¨ªan hacer fortuna m¨¢s r¨¢pidamente. Estas palabras reflejan la falta de control con que se acog¨ªan tomas de posiciones en empresas cuya naturaleza era m¨¢s especulativa que productiva. A esta extensi¨®n de la especulaci¨®n ayud¨® asimismo una pol¨ªtica antiinflacionista que al apoyarse ¨²nicamente en la restricci¨®n de la cantidad del dinero elev¨® de forma exagerada los tipos de inter¨¦s, desalentando las inversiones empresariales en beneficio de las financieras.
En segundo lugar, y m¨¢s importante, a la pol¨ªtica econ¨®mica le ha faltado sensibilidad industrial. En este terreno ha dominado una no s¨¦ si ingenua, dogm¨¢tica o perezosa creencia de que si se dejaba operar al mercado la crisis industrial y el des¨¢nimo empresarial acabar¨ªan por resolverse. Pero, como hemos visto, el mercado, en muchos casos, no es sino simple aventurerismo de personajes sin tradici¨®n ni intereses industriales a largo plazo.
A la pol¨ªtica econ¨®mica le falta ambici¨®n industrial. Si Espa?a quiere progresar y estar en el grupo de cabeza de los pa¨ªses desarrollados necesita acabar con la inhibici¨®n en este terreno. Pero definir lo que queremos ser en el terreno industrial y ponerlo en marcha no es s¨®lo responsabilidad de] poder pol¨ªtico. Es necesario y urgente promover un amplio debate en la sociedad espa?ola que permita definir qu¨¦ es lo que queremos ser en el campo industrial y los medios necesarios para conseguirlo. S¨®lo as¨ª ser¨¢ posible acabar con las pr¨¢cticas especulativas y promover un programa de recuperaci¨®n econ¨®mica basado en la estabilidad y en el fomento de las actividades productivas que cuente con el apoyo del conjunto de la sociedad espa?ola.
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