Almendra con guirnalda
Entre la vieja cartograf¨ªa medieval y las fotograf¨ªas a¨¦reas no s¨®lo hay un abismo t¨¦cnico; tambi¨¦n simb¨®lico. Para el autor le este art¨ªculo, la visi¨®n a¨¦rea de Madrid con sus grandes anillos de circunvalaci¨®n obliga a variar la idea de una ciudad cuya Plaza Mayor es ahora la M-30 y cuyos viejos y nuevos edificios ofrecen una nueva lectura de su naturaleza ignorante y cortesana.
Hay im¨¢genes que alteran vio lentamente nuestra forma de mirar. La visi¨®n desde el espacio de nuestro planeta azul transform¨® s¨²bitamente la percepci¨®n universal del mundo, cuya naturaleza unitaria y delicada se fij¨® des de entonces n¨ªtidamente en las conciencias y en las retinas.De similar manera, los procedimientos de representaci¨®n de la arquitectura, la ciudad y el territorio arrojan tanta informaci¨®n sobre lo representado como sobre los autores de las im¨¢genes. Entre la perspectiva renacentista y las representaciones infogr¨¢ficas, o en tre la cartografia medieval y la fotograf¨ªa a¨¦rea contempor¨¢nea, no existe s¨®lo un abismo t¨¦cnico y cient¨ªfico: hay tambi¨¦n un abismo simb¨®lico, que se abre entre las miradas y las intenciones. Cada ¨¦poca mira y registra de distinta manera; y cada ¨¦poca ve cosas diferentes.
Madrid ha sido visto de muchas formas, pero hay una reciente que se me antoja especial mente significativa: me refiero a ese plano de la ciudad en el que el cintur¨®n de autopistas figura como el rasgo cartogr¨¢fico m¨¢s relevante, y que en diferentes versiones se ha publicado por la prensa durante los ¨²ltimos a?os, habitualmente en relaci¨®n con la terminaci¨®n de la M-30, el cierre de la M-40 o el trazado de la M-50 -los tres anillos sucesivos que rodean la ciudad-.
P¨¢nico o conversi¨®n
Para aquellos habituados a entender Madrid como kil¨®metro cero de las carreteras radiales (con un nudo en la Puerta del Sol que el trazado del metro contribu¨ªa a reforzar), la visi¨®n de lo que los urbanistas llaman "la almendra central", rodeada de la madeja vertiginosa de la M-30 y el cableado tentativo de los siguientes halos perif¨¦ricos ha tenido que suponer un trauma perceptivo: esta almendra m¨ªstica provoca el p¨¢nico o la conversi¨®n.
Desde su pantocr¨¢tor autom¨®vil, donde la corteza de la almendra ha sido sustituida por la mara?a atareada del tr¨¢fico, el nuevo Madrid contrasta vivamente con la que fue su imagen m¨¢s persuasiva durante los setenta: el esquema multicolor de las l¨ªneas del metro, en cuya abstracci¨®n geom¨¦trica y exacta se vert¨ªa el pulso regular de la ciudad. La s¨ªstole y la di¨¢stole cotidianas ten¨ªan su origen en el coraz¨®n solar y subterr¨¢neo de las correspondencias, y la poblaci¨®n circulaba por una red ruidosa y muda de ganglios el¨¦ctricos. Ni siquiera la construcci¨®n de los puentes y t¨²neles de los bulevares perif¨¦ricos alteraron la percepci¨®n de Madrid como un lugar radial; pero la M-30, cerrada al fin por el norte con tres t¨ªmidas hebras paralelas, lo cambiar¨ªa todo.
Nuestro Madrid, que inici¨® su andadura democr¨¢tica con el gesto rom¨¢ntico de la supresi¨®n del paso elevado de Atocha, ha entrado en los noventa engalanado con varias guirnaldas de autopistas, que cuelgan del cuello de la ciudad cartogr¨¢fica con el amable descuido de los caciques del Pac¨ªfico o los corredores de f¨®rmula 1. Entre las rosas de asfalto de los lazos y el laurel enredado de los nudos late *todav¨ªa un centro almendrado y cordial, hendido por una vaguada vertebrada y castellana. Sin embargo, la circulaci¨®n de la urbe ha devenido perif¨¦rica. En los a?os de econom¨ªa flaca se quiso curar a Madrid con acupuntura urbana; en la pr¨®spera segunda mitad de los ochenta se ha tratado a la ciudad con cirug¨ªa de circulaci¨®n extracorp¨®rea: en una d¨¦cada se ha pasado de la medicina alternativa a la terapia de gran hospital. El urbanismo de la reparaci¨®n y la continuidad ha sido sustituido por el urbanismo de la autopista y el enclave. Ante la fuerza simb¨®lica y pol¨¦mica de la almendra con guirnaldas palidecen las im¨¢genes arquitect¨®nicas de los ¨²ltimos a?os madrile?os, Algunas hay, con todo, que merecen menci¨®n, y las m¨¢s significativas de ellas se sit¨²an en los dos extremos de la hendidura entre los cotiledones, ese torrente de tr¨¢fico que recorre Madrid de norte a sur, y que merece ser el r¨ªo de la ciudad con m¨¢s derecho que el an¨®nimo Manzanares. En el norte es imprescindible glosar los ¨²ltimos rascacielos de oficinas; en el sur, las rehabilitaciones de viejos edificios para alojar museos nuevos. Entre esos dos polos transita todav¨ªa la vida de Madrid.
Al norte de la Castellana, la torre Picasso se levant¨® en la segunda mitad de los ochenta como una fiel representaci¨®n de la opulencia y el optimismo econ¨®mico de esos a?os. Proyectada tiempo atr¨¢s por un arquitecto ya fallecido, Minoru Yamasaki, su perfecta banalidad y su adecuada localizaci¨®n en un no-lugar paradigm¨¢tico (el pol¨ªgono Azca) hicieron de este edificio la sede m¨¢s codiciada por las oficinas de representaci¨®n. Inscrita sin notoriedad en el perfil ciudadano, s¨®lo su espectacular iluminaci¨®n nocturna, que reforzaba la elegante coronaci¨®n introducida en el proyecto por Genaro Alas, pudo rescatarla de la trivialidad. Ahora, el torpe volumen diurno de la torre se transfigura fantasmag¨®ricamente durante la noche, para levantarse como un fuste a¨¦reo y esbelto cuya blancura cegadora describe los firmamentos p¨¢lidos y exactos del dinero.
El reflejo de la crisis
Si la torre Picasso represent¨® la prosperidad de los ochenta, las torres inclinadas de KIO en la plaza de Castilla reflejan eficazmente la crisis econ¨®mica y pol¨ªtica del final de la d¨¦cada. Dise?adas por los norteamericanos Johnson y Burgee para la Oficina de Inversiones de Kuwait, que posee en Espa?a intereses considerables, todo en ellas parece estar en crisis. Est¨¢ en crisis el pa¨ªs inversor, todav¨ªa no recuperado de la guerra, y donde se han frustrado las esperanzas y promesas democratizadoras formuladas con ocasi¨®n de la intervenci¨®n occidental; est¨¢n en crisis sus intereses en Espa?a, enredados en un laberinto sin salida; est¨¢ en crisis la propia Espa?a, sumida en un periodo de ajuste econ¨®mico, descolgada del grupo de cabeza en Europa y crecientemente desmoralizada con sus pol¨ªticos; est¨¢ en crisis el sector inmobiliario, que ha visto tambalearse a gigantes de la talla de Olympia y York; est¨¢n en crisis, en fin, los mismos arquitectos de las torres, que despu¨¦s de una ¨¢cida separaci¨®n esmaltada por un sinn¨²mero de litigios jur¨ªdicos han declarado su oficina en quiebra.
Esas torres inclinadas, que recibieron el nombre pomposo de Puerta de Europa, ilustran bien lo inestable de los sue?os europeos y lo inseguro de la opulencia reciente. Mal recibidas en ambos lados del Atl¨¢ntico -madrile?os y neoyorquinos han unido sus voces para denunciar la grosera factura de las torres y la insensibilidad urbana-, lo cierto es que, pese a no hallarse todav¨ªa terminadas, se han insertado en el perfil lejano de la ciudad con una rotunda elocuencia. Aunque pueda lamentarse lo crudo del gesto, es dificil negar que forman ya parte de la silueta caracter¨ªstica de Madrid. Y esa su inclinaci¨®n ret¨®rica recoge a un tiempo las fantas¨ªas de la Espa?a ol¨ªmpica y el despertar del sue?o.
En el extremo sur del eje de la Castellana, un hospital y un palacio convertidos en museos ilustran bien los l¨ªmites y las esperanzas de la cultura madrile?a y espa?ola. El Reina Sof¨ªa, un viejo hospital transformado en museo y centro de arte -en el que intervinieron Antonio Fern¨¢ndez Alba, Jos¨¦ Luis ??iguez y Antonio V¨¢zquez de Castro-, ha presentado su colecci¨®n permanente s¨®lo un mes antes de que se inaugurase la colecci¨®n Thyssen en el palacio de Villahermosa, remodelado por Rafael Moneo. Muy pr¨®ximos al Museo del Prado, Reina Sof¨ªa y Thyssen se proponen cerrar con ¨¦l un m¨¢gico tri¨¢ngulo de las artes. Sin embargo, y en contraste con la abrumadora dimensi¨®n y riqueza de los fondos del Prado, Reina Sof¨ªa y Thyssen son s¨®lo dos proyectos: un proyecto de colecci¨®n y un proyecto de permanencia; el primero manifiesta dolorosamente las oce¨¢nicas lagunas de nuestra cultura visual en el ¨²ltimo siglo; el segundo expresa ostentosamente la voluntad testaruda de colmarlas, por disparatadamente costoso que pueda ser. En esa arritmia ciclot¨ªmica reside quiz¨¢ la naturaleza ignorante y cortesana de esta ciudad.
El Reina Sof¨ªa oculta sus miserias patrimoniales y program¨¢ticas tras unos ascensores de vidrio, dise?ados por el brit¨¢nico lan Ritchie, que lo hacen una caricatura del Centro Pompidou; el Museo Thyssen enmarca su colecci¨®n acorazada y ecum¨¦nica en una bombonera palaciega, sobria y exquisita, que recuerda a cada paso la dimensi¨®n econ¨®mica de las obras y la ingenier¨ªa financiera de la operaci¨®n. En ambos casos, el placer o el desencuentro est¨¦tico est¨¢ recorrido por el temblor venial de la codicia o el asombro: el arte se presenta como el lujo definitivo de decadentes y modernos, que navegan como escualos impecables entre las lunas templadas y los estucos rosas.
Piedra imantada
Si la torre Picasso y las torres de KIO se levantan en el perfil f¨ªsico de Madrid, los museos Reina Sof¨ªa y Thyssen lo hacen con id¨¦ntico aplomo, en su perfil simb¨®lico, agrupados como est¨¢n en torno a la piedra imantada del Prado, aut¨¦ntico n¨²cleo imaginario de la almendra y coraz¨®n frutal de la ciudad. Frente a su rotunda presencia palidecen otras intervenciones, ninguna tan representativa de su ambig¨¹edad esencial como esas torres del norte y esos museos del sur. As¨ª, las grandes operaciones vinculadas al transporte -la gran sala hip¨®stila de la estaci¨®n de Atocha y las hect¨¢reas interminables del Ferial, junto a un aeropuerto de Barajas que reclama a voces su ampliaci¨®n- poseen una escala f¨ªsica muy superior a su escala simb¨®lica; las dotaciones deportivas -la peineta hermosa e imp¨¢vida del estadio de atletismo de la Comunidad o la megaestructura de la remodelaci¨®n del Bernab¨¦u- carecen bien de la localizaci¨®n central, bien de la novedad program¨¢tica que podr¨ªa insertarlas en la conciencia ciudadana; el clasicismo venturiano e ir¨®nico del nuevo edificio del Congreso y el pragmatismo posmoderno y contenido del nuevo Senado resultan oscurecidos por su com¨²n condici¨®n de ampliaciones; y a las m¨¢s recientes incorporaciones al perfil can¨®nico de la ciudad sobre la comisa poniente -el prescindible faro de Moncloa o la ins¨®lita c¨²pula realzada de la testaruda catedral de la Almudena- les falta, por ¨²ltimo, el refinamiento proyectual que exige la dignidad del entorno.
Significativamente, el ¨²nico edificio de los ¨²ltimos a?os que ha despertado pasiones pol¨¦micas es el ruedo de la M-30, un conjunto de viviendas al que su condici¨®n dom¨¦stica deb¨ªa resguardar de la atenci¨®n p¨²blica, pero cuya localizaci¨®n en la autopista de circunvalaci¨®n ha situado en el centro del inter¨¦s general. Y es que ese anillo acelerado y populoso es hoy nuestra plaza mayor; y en esa guirnalda atareada de la almendra hemos aprendido otra forma de mirar. Cuando la contemplamos desde el aire o la vemos representada en las nuevas cartograf¨ªas, es dif¨ªcil evitar la convicci¨®n de que esa madeja rumorosa de trayectos es la visi¨®n m¨¢s genuina de Madrid.
es arquitecto. Este texto pertenece al cat¨¢logo de la exposici¨®n Visiones para Madrid, que puede visitarse hasta el 10 de enero en el Centro Cultural Conde Duque.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.