La gloria de Chueca
Las bodegas de ?ngel Sierra relucen entre los desconchones y las mutilaciones de la plaza de Chueca, territorio devastado por la incuria municipal y el s¨®rdido menudeo del caballo a trav¨¦s de sus h¨ªbridos m¨¢s degradados.Destellan al sol del mediod¨ªa los cristales grabados con festivas alegor¨ªas vin¨ªcolas y el toldo de lona tamiza la luz para que no deslumbre a los parroquianos m¨¢s madrugadores que se reparten junto al vetusto mostrador de zinc o forman corrillos en la trastienda, reservada a los clientes de siempre.
La ca?a de cerveza que Vicente y Marcelino tiran con oficio, y sobre todo el verm¨² de grifo, con Seltz o a palo seco, son, las bebidas reinas de la casa, acompa?adas de los cl¨¢sicos pinchos de anchoa y aceituna o de aceituna y pepinillo.
Verm¨² escanciado
Estrictas normativas europeas comunitarias, en nombre de la alud p¨²blica, prohibieron en su d¨ªa la expedici¨®n de licores a granel, todo un insulto para tabernas como ¨¦sta que siempre eleccionaron los mejores caldos para el consumo de su fiel parroquia. Sigue manando el verm¨² de su grifo de fantas¨ªa, porque el verm¨² sin etiquetas, el verm¨² de siempre, ha de escanciarse igual que la cerveza, pero ahora no brota del barril sino de las botellas homologadas que se vierten en su dep¨®sito.
La Gastroteca de Stephanie y Arturo Pardos, un ateneo gastron¨®mico, y esta bodega dotan de empaque al descastado zoco del barrio del Barquillo. ?ngel Sierra, hijo del tabernero que dio nombre y prestigio al establecimiento, charla y bromea con los contertulios de la trastienda, gentes del barrio, hijos quiz¨¢s de los que fueron clientes y contertulios de su padre.
El techo y los muros del local se adornan con buc¨®licas y b¨¢quicas pinturas de Cast¨¢n y Sevign¨¦; desde lo alto, recostada sobre cajas de vino, una bacante pizpireta preside la asamblea, y un espejo her¨¢ldico al fondo de la barra da fe de los or¨ªgenes del local con la imagen de una bodega campesina.
Brillan las maderas barnizadas de las cubas como reci¨¦n pulidas y ?ngel Sierra se lamenta del dinero al que cuesta mantener el decoro ornamental y mobiliario de su taberna casi centenaria, y demanda subvenci¨®n a quien corresponda para mantener intacto un recinto en el que departieron y bebieron Juli¨¢n Besteiro y Largo Caballero; toreros como Mazantini, Carnicerito de M¨¦xico y Fuentes Bejarano; Torres Quevedo, ingeniero y matem¨¢tico, creador de un fant¨¢stico aut¨®mata ajedrecista y dise?ador del funicular de las cataratas del Ni¨¢gara; el luchador Marcos Ochoa; el ventr¨ªlocuo Moreno; la cineasta Ana Mariscal; La Preciocilla, bailarina; los mejores payasos del circo Price, hoy Ministerio de Cultura, y un largo y jugoso etc¨¦tera de nombres que ?ngel Sierra lleva apuntados en un cuaderno por si le falla la memoria.
Aperitivos castizos
La taberna de Chueca es m¨¢s taberna que museo aunque aparezca en los v¨ªdeos culturales del Ayuntamiento, aunque la fotograf¨ªen con frecuencia para revistas nacionales y extranjeras y se rueden pel¨ªculas.
La taberna est¨¢ viva porque una nueva clientela de j¨®venes con tino ha descubierto en su interior las excelencias de lo tradicional, la ca?a ca?a y el verm¨² verm¨², los escabeches, que son pescados a la madrile?a, aderezados para sobrevivir en la Meseta, como las salazones, los berberechos y las almejas de lata, aperitivos castizos en el coraz¨®n del barrio de los chisperos, un barrio popular que late ahora desacompasado y al borde del desahucio, un barrio que ha perdido sus mejores tabernas sin ganar nada a cambio.
?ngel Sierra recuerda, entre las cosas perdidas, los desayunos de anta?o, taza de t¨¦ y copa de aguardiente, y contempla, melanc¨®lico y resignado, la lenta agon¨ªa de la plaza de Chueca y sus entornos desde el refugio intacto y confortable de su vieja taberna.
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