Cambio en el Kremlin
Tras haber rozado el desastre hace unos d¨ªas, el Congreso de los Diputados del Pueblo, con el acuerdo de Yeltsin, acaba de elegir a V¨ªctor Chernomirdin como primer ministro de Rusia. Es el ¨²ltimo golpe de efecto del Kremlin y el m¨¢s positivo. Gran gestor de la industria del petr¨®leo y del gas, V¨ªctor Chernomirdin, de 54 a?os, no figuraba entre los favoritos de la presidencia del Consejo. M¨¢s tecn¨®crata que apparatchik, Chernomirdin, ascendido al cargo de ministro por Gorbachov, fue llamado el pasado mes de mayo para socorrer al Gobierno de Gaidar en su calidad de "¨²nico hombre que entiende del crucial sector de la energ¨ªa", como el mismo Yeltsin le defini¨®. Convertido de este modo en viceprimer ministro, rechaz¨® la recomendaci¨®n del Fondo Monetario Internacional de aumentar el precio de la energ¨ªa rusa y equipararlo a los, precios mundiales (aunque no pudo impedir que el pasado mes de septiembre dicho precio aumentara en un ciento por ciento). A diferencia de Yuri Sokov, el secretario del Consejo de Seguridad, que tambi¨¦n era candidato al cargo de primer ministro, V¨ªctor Chernomirdin no ha hecho declaraciones p¨²blicas contra la terapia de choque. Tampoco parece estar directamente vinculado a la Uni¨®n C¨ªvica de Arkadi Volski, el m¨¢s importante grupo parlamentario. Sin embargo, de su discurso inaugural se puede sacar la conclusi¨®n de que no acepta que Rusia se transforme en un gran bazar, que los bienes nacionales sean vendidos al mejor postor mientras la gran mayor¨ªa de la poblaci¨®n se sume en la miseria. Nada de todo esto es s¨ªntoma de nostalgia del antiguo r¨¦gimen y no puede ser calificado de "estatista" o de "conservador", aunque es cierto que es un cambio de rumbo debido al fracaso de la pol¨ªtica anterior.Antes de este desenlace, daba la impresi¨®n de que Yeltsin no ceder¨ªa a ning¨²n precio en el tema de la candidatura de Gaidar. El jueves 10 de diciembre intent¨® paralizar el Congreso haciendo un llamamiento a sus partidarios para que se re unieran en otra sala, pero s¨®lo un pu?ado de diputados le siguieron. A pesar de que la Constituci¨®n no se lo permite, anunci¨® un refer¨¦ndum de car¨¢cter plebiscitario para el 24 de enero. Finalmente, hizo un llamamiento al pueblo para que se manifestara a su favor, pero no tuvo demasiado ¨¦xito; el tiempo de las grandes manifestaciones callejeras ha pasado.
Pero si Bor¨ªs Yeltsin ha sobrevalorado su fuerza es porque se ha dejado intoxicar por la amplia campa?a que sus colaboradores vienen haciendo contra el Congreso. Comenz¨® cuando el 30 de junio de 1992 el ministro de Asuntos Exteriores, Andrei Kozyrev, public¨® en Izvestia un art¨ªculo que caus¨® sensaci¨®n y en el que denunciaba que diputados de la oposici¨®n estaban preparando un golpe de Estado en el seno del Ej¨¦rcito y las fuerzas de seguridad. A pesar de la lluvia de desmentidas, otros ministros de alto rango, Guennadi Burbulis, brazo derecho de Yeltsin, y Mija¨ªl Poltoranin, viceprimer ministro encargado de la informaci¨®n y muy ligado a la prensa "dem¨®crata", insistieron sobre el tema. De ah¨ª que esa prensa multiplicara sus buenos consejos a Yeltsin para que "s¨®lo rindiera cuentas al pueblo y no al Congreso de Diputados del Pueblo". Por otra parte, todos aquellos que hac¨ªan cr¨ªticas, aunque fueran moderadas, al Gobierno de Gaidar eran acusados de "querer restablecer el totalitarismo comunista". Entre ¨¦stos se encontraban Rutskoi y Jazbulatov, quienes hab¨ªan desempe?ado junto a Yeltsin un papel fundamental en la lucha contra el intento de golpe de Estado de agosto de 1991. De todo ello naci¨® una especie de psicosis que ligaba la ca¨ªda del joven Gaidar al fin de la democracia.
En realidad, no se trataba m¨¢s que de un chantaje pol¨ªtico comparable al que utiliz¨® Landsvergis durante su campa?a electoral en Lituania. Pero Landsvergis ha aprendido en su propia carne que, cuando se tiene una inflaci¨®n del 2.000% y el nivel de vida cae en picado, no basta con agitar el fantasma comunista para ganar unas elecciones. Y, adem¨¢s, el presidente lituano no ha sido jam¨¢s miembro del PCS, mientras aue la troika de agitadores de Mosc¨² se cri¨® en palacio. Burbulis, Poltoranin y Kozirev han logrado convencer a buena parte de la prensa occidental de que el 90% de los diputados eran miembros del PCUS en las elecciones de 1990 y, por tanto, son conservadores. Pero en el Gobierno de Gaidar hay el mismo porcentaje de "comunistas".
?sa no era la ¨²nica falsedad en la campa?a contra el Congreso. ?ste habr¨ªa perdido su legitimidad porque data de la ¨¦poca sovi¨¦tica y, por tanto, no refleja los sentimientos de la Rusia soberana. Ahora bien, el Congreso fue elegido en marzo de 1990, apenas cinco meses despu¨¦s de la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn y de la revoluci¨®n de terciopelo de Praga, cuando los aires de cambio daban alas al Bloque de la Rusia Democr¨¢tica -el grupo pro Yeltsin- y a sus aliados, los "comunistas dem¨®cratas" de Alexandr Rutskoi. Mayoritaria desde el comienzo, esta coalici¨®n se convirti¨® en irresistible tras el fracaso del golpe conservador de agosto de 1991. Fue precisamente ese Congreso el que proclam¨® la soberan¨ªa de Rusia y, m¨¢s tarde, otorg¨® plenos poderes a Bor¨ªs Yeltsin, entre ellos el de legislar por decreto hasta el 1 de diciembre de 1992.
En el plazo de un a?o, el presidente de Rusia ha perdido la mayor¨ªa y s¨®lo puede contar, en el mejor de los casos, con un tercio del Congreso. Eso no se debe al "origen sovi¨¦tico" de los diputados, sino a la terapia de choque de Gaidar. Esta pol¨ªtica ha creado una desigualdad social que la poblaci¨®n no quiere, ni puede, soportar. Seg¨²n estad¨ªsticas oficiales, el 10% de los rusos m¨¢s ricos, que a principios de este a?o ganaba 5,4 veces m¨¢s que el 10% de los rusos m¨¢s pobres, gana ahora 8,6 veces m¨¢s. E Izvestia subraya que esos datos no tienen en cuenta los ingresos ?legales, cuya suma es un desaf¨ªo a la imaginaci¨®n. Seg¨²n el mismo peri¨®dico, a los precios actuales, un trabajador ruso necesitar¨¢ decenas de a?os de sacrificio para adquirir una simple nevera. ?Es posible ofrecer semejante perspectiva y esperar que la gente se quede tan tranquila?
El negarse a seguir a Gaidar ha convertido a algunos aliados hist¨®ricos de Bor¨ªs Yeltsin -como el vicepresidente Rutskoi y el l¨ªder del Pratido Dem¨®crata, Nicolai Travkin- en temibles adversarios. J¨®venes -no tienen m¨¢s que 45 a?os y buenos oradores, han entusiasmado al Congreso con sus mordaces discursos contra el equipo de Yeltsin, que, seg¨²n ellos, "ha puesto al presidente bajo su tutela". Muy h¨¢bilmente, dejaban abierta la salida a Yeltsin para que pudiera "sacrificar a sus malos cuadros" y volver a encontrar un lenguaje com¨²n con el Congreso. Pero el principal estratega de esta batalla ha sido Ruslan Jazbulatov, presidente del S¨®viet Supremo. Yeltsin le hab¨ªa escogido para este puesto por dos razones: con. su presencia en la cima del Estado, el checheno Jazbulatov muestra el car¨¢cter multinacional de la Federaci¨®n Rusa; adem¨¢s, es un universitario y un economista que jam¨¢s form¨® parte del aparato del PCUS. Pero lo que YeItsin jam¨¢s previ¨® es que ese checheno pod¨ªa revelarse como un verdadero hombre de Estado capaz de imponerse en un Parlamento en el que no faltan accesos de xenofobia rusa. Curiosamente, solamente tiene enemigos entre los ultraliberales. No le perdonan el haber explicado al Congreso que hab¨ªa muchos modelos de econom¨ªa de mercado y que Rusia deb¨ªa buscar el suyo inspir¨¢ndose m¨¢s en Suecia que en Estados Unidos. Por haber dicho estas elementales verdades, se ha convertido en la bestia negra de los dogm¨¢ticos del liberalismo. Respondiendo a Jazbulatov, Yegor Gaidar ha sostenido que, en la actual situaci¨®n de Rusia, no se puede hablar todav¨ªa de modelo de Suecia o de Estados Unidos, que est¨¢n entre los pa¨ªses m¨¢s ricos del mundo. Pero las grandes reformas sociales comenzaron en Suecia en 1936, cuando ese pa¨ªs no era en absoluto rico, y fue en el Reino Unido arruinado por la guerra donde los laboristas introdujeron el Welfare State. Las quejas de los diputados demuestran que los rusos no quieren esperar a una hipot¨¦tica prosperidad general para tener derecho a una justicia social.
Despu¨¦s de diez d¨ªas de batalla quijotesca para salvar a su joven (y, para ser sincero, apagado) primer ministro, Bor¨ªs Yeltsin ha ofrecido la paz a los diputados y, como prima, la cabeza del "mal consejero" Guenadi Burbulis -Poltoranin ha dimitido- De repente, ha sido la p¨¦rdida de autoridad del jefe del Estado la que ha comenzado a dar miedo; el buque Rusia, en plena tempestad, corr¨ªa el riesgo de encontrarse sin un timonel con credibilidad. Ha sido necesaria toda la habilidad del presidente del Tribunal Constitucional, Valeri Zorkin, para permitir a Yeltsin salvar la cara, y convencer a los diputados de que aceptaran un compromiso que preserve los poderes del presidente.
Sin embargo, la tarea del nuevo primer ministro parece abrumadora: ?c¨®mo. frenar la inflaci¨®n y la ca¨ªda de la producci¨®n en un pa¨ªs sometido al "totalitarismo de las camarillas mafiosas", seg¨²n la expresi¨®n de Valeri Zorkin? Por el momento, solamente se sabe que Chemonirdin proteger¨¢ la industria nacional frente a las empresas conjuntas, que a menudo tienen un car¨¢cter especulativo, y restablecer¨¢ la distribuci¨®n planificada de las materias primas para que las f¨¢bricas funcionen y los aeropuertos no est¨¦n paralizados por falta de combustible. Quiere tambi¨¦n favorecer a las capas m¨¢s golpeadas por la crisis "para que cese el empobrecimiento de la poblaci¨®n". Y anuncia, finalmente, la lucha contra la corrupci¨®n, promesa que se ha hecho mil veces y que raramente se ha mantenido. Sin embargo, todas estas medidas no constituyen todav¨ªa un programa y mucho menos un nuevo modelo econ¨®mico de orientaci¨®n social. Pero la llegada al poder de un hombre que no es un dogm¨¢tico del "liberalismo" y que goza de la confianza del presidente y de los diputados deber¨ªa dar a Rusia la posibilidad de enderezarse. Puesto que la mayor¨ªa de los diputados tienen mucha influencia en sus circunscripciones y ocupan importantes puestos en los s¨®viets locales o regionales, si se comprometieran activamente en la realizaci¨®n de la nueva reforma, colaborando con Mosc¨², el Estado ruso comenzar¨ªa poco a poco a funcionar, condici¨®n indispensable para salir del caos. Y, lejos de ser la v¨ªctima del cambio de guardia en el Kremlin, Yeltsin ser¨ªa el primer beneficiado.
es periodista franc¨¦s especializado en temas del Este de Europa.
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