La org¨ªa del detalle
Retratos de los marqueses de Linares de Francisco Pradilla
Museo Rom¨¢ntico. Madrid: 16 de diciembre de 1992 al 20 de enero de 1993.
Si no hubiera muchas buenas razones para visitar y revisitar el Museo Rom¨¢ntico, se nos ofrece una m¨¢s de peso: la exhibici¨®n de los retratos de los marqueses de Linares pintados por el aragon¨¦s Francisco Pradilla (1848-1921), uno de los mejores pintores espa?oles del XIX y c¨¦lebre autor de impresionantes cuadros de historia: La rendici¨®n de Granada, Do?a Juana la Loca o El suspiro del moro, que se contemplan en la excelent¨ªsima muestra La pintura de historia del siglo XIX en Espa?a, ubicada en el Museo Espa?ol de Arte Contempor¨¢neo, Ciudad Universitaria.Estos dos monumentales retratos de cuerpo entero, que, al decir del especialista Wilfredo Rinc¨®n, debieron de ser pintados por Pradilla en Roma en la ¨²ltima d¨¦cada del XIX, tienen el inter¨¦s a?adido de constituir un aut¨¦ntico redescubrimiento, pues, originalmente colgados en el palacio de Linares, se perdi¨® su rastro a comienzos de siglo y no se recuper¨® hasta que un benem¨¦rito aficionado espa?ol los compr¨® en una colecci¨®n privada venezolana. Les ahorrar¨¦ el relato de las cuitas hist¨®ricas y legendarias que certifican el inter¨¦s y el morbo rom¨¢ntico que suscitan los personajes retratados, pero espero que me autoricen a explayarme en las soberbias calidades art¨ªsticas que adornan, gracias a Pradilla, sus efigies pinta:das. Disc¨ªpulo de Federico de Madrazo y de Eduardo Rosales, Pradilla roz¨® esos l¨ªrnites de perfecci¨®n virtuos¨ªstica que en nuestro pa¨ªs s¨®lo alcanz¨® el catal¨¢n Mariano Fortiany, pero habiendo logrado franquearlos el pintor aragon¨¦s en monumentales formatos, cuyo acometimiento acredita vigor y bravura impresionantes, pues tuvieron que superar las duras pruebas del rigor y la paciencia infinitos.
Lo primero que sorprende, casi hasta la estupefacci¨®n, ante cualquiera de los grandes cuadros pintados por Pradilla es que, a pesar de sus medidas, poseen una mejor lectura de cerca que de lejos, sin que el lejos suponga en ning¨²n caso el menor desdoro, pues compone con muy s¨®lida determinaci¨®n. No obstante, es en los detalles donde el talento de Pradilla se ense?orea mediante lo que podr¨ªamos denominar un realismo ¨®ptico, que es mucho m¨¢s que simple realismo, pues hace del labrado de las menudencias un fest¨ªn pict¨®rico. No se me escapa que a este respecto cabe apelar a precedentes hist¨®ricos, desde los primitivos flamencos hasta el casi contempor¨¢neo de algunos prerrafaelistas brit¨¢nicos, pero el atrevimiento de Pradilla, ¨¦mulo del gran Meissonier y de maestros italianos de la ¨¦poca, consiste en esa forma de preservar el detalle virtuos¨ªstico en medio de un oc¨¦ano de pintura, o, lo que es lo mismo, en saber conjugar la teatral impresi¨®n de conjunto con la escalofriante precisi¨®n visual de una lente de muchos aumentos, casi una mirada microsc¨®pica.
En este sentido, el retrato de la marquesa de Linares, do?a Raimunda Ossorio, es un consumado ejemplo, tanto m¨¢s v¨¢lido cuanto el aparato que necesariamente suele acompa?ar a este g¨¦nero solemne y mundano no afecta a la visi¨®n verista de un artista que afronta la representaci¨®n de un modelo f¨ªsicamente poco agraciado de por s¨ª y en un momento de evidente decadencia biol¨®gica. Pues bien, Pradilla pinta a la marquesa tal cual era, sin adulaci¨®n, pero sin detrimento de la empacada mise-en-sc¨¦ne: marm¨®rea escalera y desva¨ªda cari¨¢tide, alg¨²n pomposo cortinaje y espl¨¦ndido atav¨ªo de raso beis con jeribeques bordados, cuya vistosa luminosidad destaca en contraste con el corpi?o y la falda prolongada en cola, de rojo terciopelo, que cubren a la dama. Mas, en cualquier caso, lo dram¨¢ticamente esencial de este boato prodigiosamente puesto al servicio del arropamiento de una buena mujer metida en a?os y en carnes, cejijunta y espesa, fea y basta de solemnidad, es el broche que anuda el corpi?o -digno, por su complicada y minuciosa arquitectura, de ser comparado con la carroza de la reina Mab-, o las pulseras que se suceden a lo largo de sus enguantadas manos y antebrazos. Es ah¨ª donde se produce el v¨¦rtigo, la sensaci¨®n de un revol¨²tum de perspectivas ¨®pticas cruzadas.
Del broche al colgante de cada pulsera se desliza el misterio pict¨®rico con que nos encandila Pradilla en su retrato de la marquesa, como est¨¢ asimismo presente en la carta que, remitida desde Par¨ªs, yace en el bur¨® del marqu¨¦s, a¨²n con las antiparras puestas, como quien acaba de leer y queda pensativamente en suspenso, todo ¨¦l tambi¨¦n protegido por el correspondiente escenario ambiental, adem¨¢s de por su capa forrada de vis¨®n. No ver esta org¨ªa del detalle, que exige detenerse m¨¢s minutos de los inicialmente pensados, es quedarse a medias con el arte de Pradilla, lo que ser¨ªa una l¨¢stima.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.