La novena de fin de a?o
Concierto extraordinarioNi d¨ªa siguiente de Navidad, ni puente, ni nada. Beethoven, su Novena sinfon¨ªa, el Orfe¨®n Donostiarra, la Sinf¨®nica y Fr¨¹hbeck de Burgos abarrotaron el Auditorio Nacional en el concierto instituido, hace tres a?os, por los herederos musicales de Fern¨¢ndez Arb¨®s, que hoy nuevos tiempos, nuevos vientos- alterna el estrado orquestal con el foso de La Zarzuela, viceteatro madrile?o de la ¨®pera.Rafael Fr¨¹hbeck de Burgos que cumplir¨¢ 60 a?os el pr¨®ximo mes de septiembre, ha evolucionado m¨¢s de lo que piensan algunos inclinados a mantener los patrones iniciales de estimaci¨®n. Su gesto se ha serenado y ha desaparecido toda crispaci¨®n sonora; se mantiene el vigor constructivo y la facilidad para exponer el discurso de manera continua y coherente. Todo ello aparte de la conformidad o disconformidad que cada cual experimente frente a sus versiones.
Orquesta Sinf¨®nica de Madrid
Orfe¨®n Donostiarra. Director: J. A. Sainz. Solistas: E. Wiens, M. Perelste¨ªn, N. Mackie y E. Knodt. Director: R. Fr¨¹hbeck de Burgos. Auditorio Nacional. Madrid, 26 de diciembre.
La de la Sinfon¨ªa con Coros, los pentagramas m¨¢s mitificados de la historia, se atiene a esos principios rigurosos que otorgan espl¨¦ndida unidad a las cuatro partes de la obra, unas veces a trav¨¦s de un potente vitalismo coreogr¨¢fico; otras, desde una inmersi¨®n m¨ªstica y human¨ªstica algo extra?a pero plena de belleza.
La clave sustancial del sentimiento y el pensamiento de la Novena reside en el tema de la Oda a la alegr¨ªa, hoy t¨®pico universal de lo fraterno, bien sea en los salones de la ONU, bien en los arreglos populistas. El motivo, sobado por Beethoven a trav¨¦s de los a?os, tiene su ra¨ªz en el gregoriano como puede comprobarse a la vista del Agnus de la misa Cumjubilo para las fiestas de la Sant¨ªsima Virgen. Si en la m¨¦trica, Beethoven someti¨® la curva gregoriana a los imperativos de su tiempo y de su estilo, hay algo en lo que qued¨® bastante claro el origen del tema: la presentaci¨®n unisonal por parte de la orquesta, que supera en belleza a la posterior presentaci¨®n coral, tal y como opinaban D'Indy y Turina.
El vitalista Fr¨¹hbeck nos da lo f¨ªsico de la obra, organizado con br¨ªo, claridad y fuerza incisiva, pero a veces no llega a penetrar en su metaf¨ªsica, tal y como hac¨ªa, por ejemplo, Wilhelm Furtwangler. Sin embargo, en obras como el Requiem, de Brahms, el maestro burgal¨¦s nos ha descubierto siempre rincones muy sensibles de su intimidad musical.
Con todo, la versi¨®n fue m¨¢s que brillante, a lo que contribuy¨® la intervenci¨®n del Orfe¨®n Donostiarra, que trabaja con talento Jos¨¦ Antonio Sainz, y la de un cuarteto sol¨ªsta en el que hay que destacar la facilidad de la soprano Edith Wiens, el bello color de la contralto Mabel Perelstein, sin olvidar la prestaci¨®n del interesante tenor Neil Mackie y del bajo, de timbre denso y algo agresivo, Erick Knodt. El a?o musical madr¨ªlefio se clausur¨® con interminables ovaciones.
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