Un solo mercado
CON EL nuevo a?o 1993, Europa inicia la tarea de poner en pr¨¢ctica uno de los objetivos m¨¢s directamente expresivos del proyecto de integraci¨®n dise?ado hace siete lustros en el Tratado de Roma. Desde ayer, la entrada en vigor del mercado ¨²nico otorga carta de naturaleza al mayor mercado integrado del mundo: 345 millones de consumidores, un producto interior bruto (PIB) de 6,5 billones de d¨®lares (700 billones de pesetas) y una participaci¨®n en el comercio mundial superior al 40%.M¨¢s all¨¢ de la significaci¨®n, hist¨®rica de esta fecha, la trascendencia econ¨®mica derivada de la aplicaci¨®n de esas nuevas reglas de juego en que se han de desenvolver las econom¨ªas comunitarias ha sido, en gran medida, anticipada a lo largo de los ¨²ltimos a?os. Desde la formulaci¨®n del Acta ¨²nica, el horizonte del mercado interior se constituy¨® en el principal elemento dinamizador de las econom¨ªas comunitarias; las exigencias de adaptaci¨®n a ese nuevo entorno m¨¢s homog¨¦neo y competitivo han sido el catalizador de las orientaciones de pol¨ªtica econ¨®mica de los Gobiernos y el eje en torno al cual se articularon las nuevas estrategias empresariales y sectoriales de la regi¨®n.
La modernizaci¨®n de las empresas, su redimensionamiento, los procesos de concentraci¨®n o las nuevas alianzas internacionales definidas fueron respuestas que contribuyeron al asentamiento de esa fase de expansi¨®n en que las econom¨ªas comunitarias han estado inmersas en la segunda mitad de la pasada d¨¦cada, con mejoras evidentes en el progreso tecnol¨®gico y en la productividad. Cambios de adaptaci¨®n que tambi¨¦n se extendieron a otros pa¨ªses y regiones, determinando as¨ª uno de los periodos m¨¢s intensos en la inversi¨®n internacional y en las pol¨ªticas orientadas a reforzar los acuerdos de integraci¨®n extracomunitarios.
El escenario econ¨®mico que preside la aplicaci¨®n formal de ese amplio cuerpo normativo sobre el que descansa el mercado ¨²nico es bien distinto al que ampar¨® su formulaci¨®n. Las econom¨ªas europeas de 1993 exhiben indicadores que en no pocos casos revelan cuadros recesivos, al tiempo que se manifiestan en toda su intensidad importantes problemas estructurales, independientes del ciclo econ¨®mico. La continuidad y perfeccionamiento de esa din¨¢mica de integraci¨®n econ¨®mica y monetaria han sido cuestionados por las dificultades surgidas con la ratificaci¨®n del Tratado de la Uni¨®n Europea, aprobado en Maastricht en diciembre de 1991. La consecuencia es el actual clima de incertidumbre que aqueja a todo el proceso, y que la reciente cumbre de Edimburgo no ha conseguido clarificar completamente. La crisis del Sistema Monetario Europeo (SME) es quiz¨¢ el exponente m¨¢s elocuente de ello, aunque en absoluto el ¨²nico.
La eliminaci¨®n de los obst¨¢culos que se interponen a la continuidad de ese proceso hacia la Uni¨®n Econ¨®mica y Monetaria (UEM) es algo m¨¢s que un factor coadyuvante a la mejora de las expectativas de los agentes econ¨®micos; es la condici¨®n necesaria para que el mercado ¨²nico puesto en marcha funcione en plenitud. La generaci¨®n de las ventajas asociadas a la consecuci¨®n del mercado interior en modo alguno puede desvincularse del progresivo cumplimiento de las condiciones de convergencia nominal definidas en el Tratado de Maastricht y, en especial, de la eliminaci¨®n de la precariedad que hoy caracteriza a la estabilidad de los tipos de cambio en la regi¨®n.
La econom¨ªa espa?ola
La econom¨ªa espa?ola aborda el inicio del mercado ¨²nico en circunstancias bien distintas a las vigentes en el momento de su incorporaci¨®n a la CE. Agotado uno de los m¨¢s intensos periodos de expansi¨®n de nuestra econom¨ªa, el a?o que ha terminado constituye el. p¨®rtico de un periodo de desaceleraci¨®n en el ritmo de crecimiento, algunas de cuyas consecuencias m¨¢s severas ya se hacen sentir, sobre todo en t¨¦rminos de destrucci¨®n de puestos de trabajo.
Dos hechos condicionan las expectativas de recuperaci¨®n de la econom¨ªa espa?ola sobre las mismas bases en que cifran la suya, a lo largo de la segunda mitad del pr¨®ximo a?o, las restantes econom¨ªas europeas. De un lado, la coincidencia en los momentos actuales de sendas fases terminales del ciclo econ¨®mico y del ciclo pol¨ªtico. De otro, el mantenimiento de los cl¨¢sicos desequilibrios estructurales que aquejan a la econom¨ªa espa?ola. Esos a?os irrepetibles de la segunda mitad de los ochenta, en los que la econom¨ªa espa?ola registr¨® una casi completa apertura al exterior, no fueron aprovechados para eliminar aquellas limitaciones estructurales que impiden su homologaci¨®n con las m¨¢s avanzadas de Europa y limitan seriamente las posibilidades de una sana recuperaci¨®n.
En gran medida, las amenazas que sobre algunos sectores y empresas espa?oles se presentaban asociadas al aumento de la competencia intracomunitaria ya se han puesto de manifiesto en estos ¨²ltimos a?os mediante la creciente penetraci¨®n de la propiedad extranjera, y muy especialmente la adversa evoluci¨®n de nuestro d¨¦ficit exterior. S¨®lo algunos sectores esencialmente vinculados al suministro de servicios desconocen esos efectos asociados a la ampliaci¨®n de ese marco competitivo.
En todo caso, el gran mercado no llega al completo. De las llamadas grandes libertades -libre circulaci¨®n de mercanc¨ªas, capitales, servicios y personas- s¨®lo han entrado en vigor las tres primeras, precisamente las m¨¢s econ¨®micas. Ello ha tenido un primer efecto visible en las fronteras: la pr¨¢ctica desaparici¨®n de los controles aduaneros. La cuarta, la m¨¢s pol¨ªtica de todas ellas, no estar¨¢ vigente antes del verano, y, en todo caso, no en toda la Comunidad. El Reino Unido, Irlanda y Dinamarca han preferido renunciar, de momento, a dejar circular libremente a los ciudadanos de los Doce y mantendr¨¢n el control policial de las personas en sus respectivas fronteras.
Excepciones
No es casual que brit¨¢nicos y daneses conformen la primera excepci¨®n a la regla en el primer d¨ªa simb¨®lico de gran mercado. Pero si tanto el Reino Unido como Dinamarca han ido colocando obst¨¢culos al Tratado de la Uni¨®n, no es menos cierto que su gran objetivo europeo pasa precisamente por el fortalecimiento de la Comunidad como zona de libre cambio, m¨¢s que como uni¨®n pol¨ªtica. A estos dos pa¨ªses, precisamente, les ha tocado desempe?ar la presidencia de la Comunidad en los seis meses previos y en los primeros seis meses de mercado ¨²nico.
Los principales objetivos de Dinamarca en su mandato de seis meses al frente de la presidencia comunitaria iniciado ayer son la obtenci¨®n del s¨ª de sus conciudadanos al Tratado de Maastricht y el impulso a las negociaciones de ampliaci¨®n. Es ¨¦ste un tema de capital inter¨¦s para Dinamarca por cuanto dos de los tres pa¨ªses -Suecia, Finlandia y Austria- que inician ahora conversaciones para su adhesi¨®n a la Comunidad pertenecen al m¨¢s inmediato entorno pol¨ªtico, cultural y geogr¨¢fico dan¨¦s. Su integraci¨®n en la CE ayudar¨ªa, sin duda, a los ciudadanos daneses a sentirse m¨¢s identificados con el proyecto europeo.
La pol¨ªtica, exterior ser¨¢ otro de los objetivos prioritarios de la presidencia danesa. Dinamarca ha expresado su voluntad de volcarse en la proyecci¨®n de la Comunidad hacia el centro y el este de Europa y dinamizar la Conferencia sobre Seguridad y Cooperaci¨®n en Europa (CSCE). Si la ampliaci¨®n por el norte es uno de los grandes escenarios de trabajo de la presidencia danesa, la reciente reforma del equipo ejecutivo de la Comisi¨®n Europea ha significado un fortalecimiento de los pa¨ªses sure?os de la Comunidad. La nueva Comisi¨®n, que preside el franc¨¦s Jacques Delors, refleja un reequilibrio Norte-Sur en el que los comisarios espa?oles han salido reforzados.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.