Floro reafirma su proyecto en el Manzanares
El derby acab¨® como empez¨®: entre abrazos. Es un s¨ªntoma e fragilidad, en unos y en otros. Lo sabe cualquiera: el empate s¨®lo satisface a los d¨¦biles. Los jugadores acabaron bes¨¢ndose sobre el c¨¦sped tras el 1-1. Lo vio todo el mundo. Intolerable. Son los tiempos que corren. El Atl¨¦tico, sumido en un serio proceso de descomposici¨®n, invoc¨® a sus dioses durante toda la semana -Futre y Schuster- y en el momento de la verdad se le volvieron de carne y hueso, asequibles al fallo y al desaliento. El Madrid, que no lleg¨® a aclarar sus dudas sobre si la haza?a de Atocha fue m¨¦rito ajeno o propio, se confi¨® a un plan. Los artistas contra la estrategia. Triunf¨® lo segundo, o lo que es lo mismo, la renovada apuesta del Madrid por el sentimiento colectivo.Para el Atl¨¦tico la Liga tiene ya cierto sabor caduco y su legendario contragolpe, la hist¨®rica referencia rojiblanca, no es m¨¢s que un pu?a¨ªto de humo. Luis va de un lado a otro y sus decisiones comienzan a encender la grada. El Madrid, sin excesos, se endureci¨® en lo an¨ªmico y el proyecto de Floro sali¨® reforzado, aunque las sombras contin¨²an. El Madrid es un buen equipo que duda. En ocasiones, chirr¨ªa. Resultados como el de ayer no le aclaran el camino, pero s¨ª le permiten seguir tirando del carro.Luis hizo una peligrosa concesi¨®n con sus retoques en la alineaci¨®n. Fue el cl¨¢sico amago de temor que los jugadores perciben. Los propios, con inquietud; los ajenos, con una fugaz sonrisilla de superioridad. Cuestiones an¨ªmicas de este tipo acostumbran a marcar los partidos antes del silbatazo inicial. El Madrid acudi¨® con lo suyo, para bien o para mal. El Atl¨¦tico fue un anfitri¨®n con el desasosiego marcado en la frente. Cada equipo vivi¨® varios partidos en uno, lo que hizo del choque un pastel poco consistente del que se recordar¨¢ la impotente garra rojiblanca.El equipo de Luis conjur¨® a sus divinidades, tal vez a la espera del milagro, pero no hubo tal Aguant¨® mientras lo hicieron Futre y Schuster. Despu¨¦s de eso, se dej¨® caer en manos de la providencia. El Madrid no. El Madrid propuso una ordenaci¨®n espacial muy presionante y anexion¨® la mayor parte del terreno de juego. Logrado este primer objetivo, dej¨® que la pesada maquinaria comenzar¨¢ a mover sus pistones. No le fue mal.
Floro ha solventado la m¨ªnima presencia de hombres con responsabilidades directivas como Michel o Mart¨ªn V¨¢zquez, con el empaque de una t¨¢ctica tan esforzada como inc¨®moda para el rival. El Madrid fue un equipo m¨¢s serio que el Atl¨¦tico, circunstancia que poco o nada tiene que ver con el n¨²mero de k¨ªl¨®metros recorridos sobre el campo. El Atl¨¦tico recorri¨® m¨¢s, pero sin saber hacia d¨®nde.
En el laboratorio madridista se col¨® un rat¨®n: Sabas, un tipo bajito con artes escurridizas que en el Manzanares posee ¨¢ura de curandero. El chaval marc¨® el primer gol e invent¨® regates, quiebros y espacios donde nadie los esperaba. Sabas fue una china en el zapato para la defensa madridista, bastante dada a irse de romer¨ªa durante algunas fases del partido.
Los delanteros rivales, aunque sean retacos, tambi¨¦n saben meter el pie y el Madrid s¨®lo tard¨® 14 minutos en comprobarlo. Pero Sabas no fue esta vez decisivo. No pod¨ªa serlo. Las concesiones rojiblancas fueron excesivas y sus arranques de picard¨ªa resultaron, casi siempre, insuficientes.
Luis se guard¨® su defensa adelantada para mejor ocasi¨®n y el Madrid, sin quererlo, se encontr¨® con una inesperada autopista hasta los arrabales del ¨¢rea de Abel. Luis so?¨® con el contragolpe y se encontr¨® con un polic¨ªa blanco en cada esquina. De esa tranquilidad madridista para remolcar el cuero hasta la caja fuerte rival parti¨® el gol de Zamorano.
Fue un tanto de los que el manual madridista posee muchos en sus archivos: bal¨®n franco para Michel, que busca la cal del fondo y centra al ¨¢rea para que el afortunado de: turno remate a quemarropa. Con el empate acab¨® la primera mitad, sin que ninguno de los dos contendientes ofreciera avales necesarios para merecer el triunfo.La segunda parte tuvo la factura desesperada de los encuentros cargados de adrenalina. El Atl¨¦tico perdi¨® a Sabas -al delantero se le quebr¨® el pubis y abandon¨® el c¨¦sped entre los v¨ªtores del p¨²blico- y agoniz¨® en un infructuoso asedio al ¨¢rea de Buyo. Fue un dominio territorial de limitada convicci¨®n. El Madrid manej¨® sin excesivas congojas las acometidas rivales y s¨®lo permiti¨® los lanzamientos desde fuera del ¨¢rea de Vizca¨ªno y Toni. Uno de ellos exigi¨® una soberbia estirada de Buyo que los fot¨®grafos agradecieron.
El fuelle rojiblanco fue s¨®lo eso, fuelle, y en ning¨²n momento ofrecieron los de Luis el convencimiento o la versatilidad necesarios para doblar el marcador. Muy obl¨ªcuo en su ejecuci¨®n, el f¨²tbol rojiblanco encontr¨® en hombres como L¨®pez el cuajo necesario para salvar la verg¨¹enza, pero no el resultado.
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