Que autogobierno queremos para Arag¨®n
El articulista aboga por la modernizaci¨®n de Arag¨®n en el marco de un Estado que trate con justicia atodas sus partes. La autonom¨ªa que Arag¨®n necesita, afirma, no se conseguir¨¢ a trav¨¦s del historicismo, la enso?aci¨®n o el desatino.
No es bueno que los problemas permanezcan irresueltos demasiado tiempo, porque se enconan, se pierde la moderaci¨®n y se cae con facilidad en la exageraci¨®n y el desprop¨®sito. La cuesti¨®n auton¨®mica espa?ola, nunca bien estudiada ni planificada, se sigue debatiendo entre la improvisaci¨®n, las prisas del d¨ªa, la ¨²ltima presi¨®n y los peque?os arreglos, y ¨¦sa es la forma segura de que nadie se encuentre satisfecho, de que crezcan los enconos y de que las leves heridas acaben transformadas' en llagas ulceradas. No se puede construir un Estado descentralizado de corte federal sin saber qu¨¦ cosa es ello, cu¨¢les son sus exigencias inexcusables y qu¨¦ planteamientos m¨ªnimos se deben respetar. Aqu¨ª- sigue falt¨¢ndonos la gran conferencia auton¨®mica que siente de una vez por todas las bases del nuevo Estado, con o sin reforma constitucional incluida; los ejemplos de Canad¨¢ y B¨¦lgica deber¨ªan servirnos al respecto.El caso aragon¨¦s - es un muestrario vivo de c¨®mo la materia se puede ir deteriorando al no abordarla de manera adecuada y al negarse empecinadamente a reconocer que est¨¢ ocurriendo algo importante entre nosotros; algo que deber¨ªa merecer la atenci¨®n oportuna y ser tomado en consideraci¨®n a la hora de intentar la reconducci¨®n global del hecho auton¨®mico espa?ol. Aqu¨ª no se buscan privilegios ni tratos de favor, aqu¨ª no se quiere desmejorar a nadie ni consagrar ning¨²n hecho singular, sino tan s¨®lo que se racionalice el proceso, que se cumplan los dictados constitucionales y se devuelva al edificio del Estado la armon¨ªa, el equilibrio y el trato igual que nunca debieron perderse.
. Arag¨®n ya contribuy¨® en su momento de manera decisiva a la construcci¨®n del Estado espa?ol y a la conformaci¨®n de la naci¨®n espa?ola. Ahora, reafirmando una y otra vez una poderosa conciencia auton¨®mica y una voluntad firme de autogobierno r¨ªo vergonzante, posiblemente est¨¦ colaborando de nuevo en el esfuerzo preciso para remodelar una estructura estatal que ya no se acomoda al signo de los tiempos y, a las aspiraciones de las gentes. Al defender sus leg¨ªtimas pretensiones, defiende tambi¨¦n, como no pod¨ªa ser menos habida. cuenta de nuestro centenario papel en moldear lo espa?ol, que ha llegado ¨¦l momento de que la estructura estatal provisional y desequilibrada que alumbr¨® el arranque de nuestra andadura democr¨¢tica sea sustituida por otra m¨¢s firme, duradera y justa.
Pero de ah¨ª no se debe pasar. Los aragoneses no podemos caer en la tentaci¨®n de forzar la marcha, imitar ejemplos malsanos o perder el sentido de la proporci¨®n pol¨ªtic¨¢. Nos har¨ªamos un flaco servicio si por envidia o despecho quebr¨¢semos una l¨ªnea de comportamiento que se ha caracterizado por la responsabilidad, la visi¨®n de conjunto y la capacidad de sacrificio en aras del Estado. Arag¨®n ser¨¢ lo que tenga que ser, pero siempre en el marco de un Estado que trate con justicia a todas sus partes, no niegue a nadie leg¨ªtimos derechos, destierre los tratos preferenciales y se halle impregnado todo ¨¦l de un agudo sentido de solidaridad, cooperaci¨®n y lealtad. Si perdi¨¦ramos estos puntos de referencia, quiz¨¢ la lucha no merecer¨ªa la pena.
R¨ªo revuelto
Quiz¨¢ es bueno recordar estas cosas, porque el calor del agravio coyuntural, bajo impulsos juveniles e intentando pescar, todo hay que decirlo, en el r¨ªo revuelto de la justa insatisfacci¨®n de la hora presente, algunos est¨¢n llevando las cosas fuera de su marco razonable y empiezan a enarbolar banderas que aqu¨ª nunca se han enarbolado y que s¨®lo desgracia y frustraci¨®n pueden traer. Es muy f¨¢cil y hasta moment¨¢neamente gratificante, cuando se tiene conciencia, como en Arag¨®n tenemos en este momento, de que nuestra realidad no est¨¢ siendo considerada como debiera, forzar los t¨¦rminos del asunto, levantar el tono de voz y hasta formular contundentes denuncias, pero siempre que no se pierda de vista lo fundamental, el ¨ªter b¨¢sico que nuestro pueblo ha siguido siempre y el hilo conductor de una personalidad que no sabr¨ªa entender y valorar lo propio fuera del entra?able marco de lo espa?ol.
No construiremos nuestra autonom¨ªa en el cuadro total del Estado mirando hacia atr¨¢s, con afanes historicistas, resucitando rancios agravios y entonando loas a un pasado aragon¨¦s que, no nos enga?emos, no tiene nada de deseable o ejemplar para nuestra mentalidad de modernos occidentales en las postrimer¨ªas del siglo XX. ?O acaso el Arag¨®n ideal deber¨ªa ser el de un pa¨ªs en manos de una oligarqu¨ªa, con trasnochados privilegios y con notorios niveles de atraso y fanatismo? La historia debe ser para los historiadores, y quien pretenda formular el hecho auton¨®mico aragon¨¦s echando mano al ba¨²l de los recuerdos, aparte de que puede llevarse desagradables sorpresas, posiblemente se estar¨¢ incapacitando para enfrentarlo con el nivel de modernidad, racionalizaci¨®n y t¨¦cnica que el mismo exige.
Cuando se llega al exabrupto de un "Arag¨®n libre" (?libre de qu¨¦ o de qui¨¦n?), cuando una yotra vez se intenta bucear en el Arag¨®n hist¨®rico que no puede ser otra cosa que eso, "hist¨®rico", cuando se reclaman supuestas libertades aragonesas perdidas y cuando hace unos d¨ªas tan s¨®lo, en la convocatoria para un aniversario, se afirmaban cosas como "nos pararon el tiempo, pero no la memoria", "nos quebraron la historia, pero no la conciencia", y se arenga para Regar "a la culminaci¨®n" (?culminaci¨®n de qu¨¦?, ?de la autodeterminaci¨®n, de la secesion, de la independencia?), no se puede evitar cierto escalofr¨ªo y una viva sensaci¨®n de desconcierto y dolor, pero no tanto en funci¨®n de desgracias venideras, sino de que se puede estar empezando a perder la templanza y sano criterio que Arag¨®n siempre ha mostrado en esta materia.
La autonom¨ªa que Arag¨®n necesita y merece no la conseguiremos a trav¨¦s del historicismo, la poes¨ªa, la enso?aci¨®n, la destemplanza o el desatino.
es presidente de las Cortes de Arag¨®n.
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