La raza ataca de nuevo
Vinieron sin nada no ten¨ªan dos reales y al cabo dos a?os al cabo dos a?os ya son concejales. Vinieron sin nada y hoy gastan levita se ve que han probao de este gran Bilbao la merluza frita.
Y cuando la raza ataca lo hace, por supuesto, de la mano de la ciencia. Aquellas gentes que, tan s¨®lo el siglo pasado, descubrieron como criterio significativo de clasificaci¨®n de los humanos el criterio racial, tuvieron disc¨ªpulos que empezaron tambi¨¦n a medir cr¨¢neos en el Pa¨ªs Vasco, y de aquellos polvos vinieron algunos lodos.
La ciencia dice que hay razas, y del dato racial se siguen consecuencias, algunas de las cuales tienen tambi¨¦n que ver con la, pol¨ªtica. Ese es el esquema que se ha planteado todav¨ªa hace unos d¨ªas por un pol¨ªtico a quien se atribu¨ªan bastantes luces. Hay razas, porque hay diferencias entre un sueco y un zul¨².
Un poco para jugar, he cogido el Larousse y he descubierto que el pueblo zul¨² "se forma a principios del siglo XIX, gracias a la uni¨®n de diversas tribus ngoni de Natal y Transvaal, bajo la direcci¨®n del gran jefe guerrero Chaka". O sea, que no existi¨® una raza (ni siquiera ese piadoso sustitutivo de la etnia) zul¨² hace siglo y medio, y lo que define a los zul¨²es con relaci¨®n a sus vecinos no parece ser tampoco tal criterio racial.
Hitler se encontr¨® con un problema semejante. Hablando de su infancia y adolescencia, cuenta: "En Linz hab¨ªa contados jud¨ªos. Con el correr de las centurias, ¨¦stos se hab¨ªan convertido, tocante a su aspecto exterior, en europeos, al igual que otros pueblos; en verdad, yo los contemplaba como si fueran alemanes. ( ... ) el ¨²nico signo distintivo que yo advert¨ªa en ellos fincaba en su para m¨ª desconocida religi¨®n" (Mi lucha, Barcelona, 1974, p¨¢gina 23). Mayores problemas tuvo don Adolfo al ir a Viena, ante la incapacidad de descubrir, a simple vista, a ninguno de los dos millones de jud¨ªos que por entonces all¨ª hab¨ªa: el dato racial no bastaba para distinguir entre los vieneses (siempre que no fueran vieneses zul¨²es, por supuesto, que fueran vestidos como en las pel¨ªculas de safaris).
Para resolver tales problemas hubo de recurrir a la ciencia, y gracias a ella conocer las enormes diferencias de todo tipo, f¨ªsicas, ps¨ªquicas y morales, existentes entre jud¨ªos y arios. Gracias a tal conocimiento cient¨ªfico pudo ya distinguir entre unos y otros a partir del solo dato de saber previamente qui¨¦n era jud¨ªo.
A la hora de distinguir las razas pasa como con el chiste del bombero: "?No ser¨¢ usted bombero?". "Pues s¨ª, y ?c¨®mo lo ha notado?". "Bueno... lo perspicaz que soy, esa mirada valiente que usted tiene, ese gesto de gallard¨ªa, esa planta, el gorro, la chaqueta de uniforme, el hacha, la manguera...". Por eso es necesario ir a la ciencia, y recordar que las diferencias raciales ah¨ª est¨¢n cient¨ªficamente probadas. Nadie entienda que estamos diciendo que los bomberos son mejores que los otros, o que hayan de tener m¨¢s derechos. Pero no se discuta que hay bomberos, cient¨ªficamente bomberos.
El argumento racial se ha utilizado casi siempre (al menos en Europa) de la misma manera: para argumentar cient¨ªficamente lo que no est¨¢ tan claro a simple vista para los no cient¨ªficos. En Estados Unidos estaba tan claro que los negros hab¨ªan sido esclavos, y que a qui¨¦n se le ocurre decir que son iguales el t¨ªo Tom y la se?orita Escarlata, que no hizo falta teorizar nada. Hay que teorizar cuando las diferencias son inexistentes, y teorizar a partir de las diferencias observables entre la se?orita Escarlata y el t¨ªo Tom: aunque no se note tanto, la existencia de ese criterio de diferencia permite admitir las que existen entre arios y jud¨ªos, o vascos y espa?oles.
Desde La caba?a del t¨ªo Tom sabemos que el color de la piel no afecta a la bondad: los blancos no son superiores (o, por lo menos, no todos y, en cualquier caso, no hay que andar dici¨¦ndolo). Tambi¨¦n sabemos otra cosa: que una cosa es ser superior o inferior y otra cosa es votar.
Hace unos d¨ªas, un pol¨ªtico nacionalista nos hablaba del voto y la maletita que tra¨ªan los inmigrantes llegados a Vizcaya a finales del pasado siglo. Parece que alguien quiere volver a levantar el fantasma de "la invasi¨®n maketa" y vaya usted a saber si comenzar¨¢ a hablarse tambi¨¦n de los "efectos de la invasi¨®n", "los chinos en Euskeria", etc¨¦tera. Con un poco de suerte volveremos a leer cosas sobre las diferencias que, derivadas de la raza, distinguen y separan a los vascos de sus vecinos.
A cuenta de "los chinos en Euskeria" hubo un cruce de art¨ªculos entre Arana-Goiri y Tom¨¢s Meabe, que escrib¨ªa en el peri¨®dico socialista La lucha de clases. Me impresion¨® al leerlo, hace m¨¢s de quince a?os, el alegato de Meabe a favor del obrero, "eterno jud¨ªo errante del sistema capitalista" y su reflexi¨®n sobre las migraciones econ¨®micas al son de los intereses de quienes controlan la econom¨ªa. Hablando de ello se conclu¨ªa que pod¨ªa darse el caso de que las necesidades econ¨®micas volvieran a convertir a los vascos en emigrantes.
En ello estamos ahora. Y por arte de magia vuelve a salir un argumento que s¨®lo sirve para discriminar, aunque no se diga que se utiliza para ello. Otra vez se habla de que vienen los de fuera y nos quieren gobernar. "Vinieron sin nada / no ten¨ªan dos reales / y al cabo dos a?os / al cabo dos a?os / ya son concejales". Otra vez se deja caer que. los de fuera es mejor que no voten, a no ser que voten bien, o sea a los nuestros. Y los que piensen como los de fuera, pues lo mismo. Porque, ahora y siempre, el enemigo es extranjero.
Qu¨¦ pereza.
Javier Corcuera Atienza es profesor de Derecho Constitucional. UPV-EHU.
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