El tatuaje de la muerte
Antonio, uno de los presuntos Asesinos de las ni?as de Alc¨¤sser, vivi¨® en el monte durante meses
Lleva la muerte tatuada en el brazo derecho: una siniestra dama armada de una afilada guada?a. En el otro brazo tiene grabada una gr¨¢cil chinita con una sombrilla. Es Antonio Angl¨¦s, el hombre m¨¢s buscado por las fuerzas de seguridad del, Estado, acusado del asesinato de las tres ni?as de Alc¨¤sser. Pese a saberse perseguido, el pasado 29 de enero tuvo la osad¨ªa de acudir a La Peluquer¨ªa, un c¨¦ntrico sal¨®n de Valencia, para que le ti?eran el pelo de casta?o oscuro. "Cuando mates a alguien, entierra su cad¨¢ver", repet¨ªa a sus amigos. Y eso fue lo que ¨¦l hizo con Mirian, Antonia y Desir¨¦e.
"Tarde o temprano, caer¨¢", asegura uno de los jefes de la Guardia Civil que siguen el rastro de Antonio Angl¨¦s. Sus escondites de Alborache, Tous y Vilamarxant, zonas que Angl¨¦s conoce como la palma de su mano, han sido descubiertos por los agentes del instituto armado. Hay gente que dice haberle visto casi a la misma hora en sitios tan dispares como Alcoy (Alicante), escondido bajo un cami¨®n en Vilamarxant (Valencia) o cerca de X¨¢tiva.Angl¨¦s ten¨ªa todo perfectamente planeado. Durante dos anos se port¨® "extraordinariamente bien" en la c¨¢rcel Modelo de Valencia, donde trabajaba como electricista. Su estrategia de no mezclarse con los presos conflictivos dio los resultados que esperaba: el mes de marzo del a?o pasado consigui¨® un permiso para salir de la prisi¨®n. Y, decidido a no volver al talego, se ech¨® al monte. M¨¢s de cuatro meses vivi¨® como un lobo en una vieja casa pr¨®xima al barranco de La Romana, a 12 kil¨®metros de Catadau. Su familia sub¨ªa pr¨¢cticamente a diario a su guarida de la monta?a para llevarle comida.
Con la llegada del verano, Angl¨¦s perdi¨® el miedo a la polic¨ªa y empez¨® sus correr¨ªas por la comarca de Horta. Los d¨ªas 1 y 4 de cada mes se acercaba a la casa familiar de Catarroja, sabedor de que los suyos ten¨ªan dinero fresco: las pensiones y subsidios de invalidez que perciben su madre y sus hermanos. Cog¨ªa unos cuantos billetes e inmediatamente se esfumaba.
Los viernes, diversi¨®n
Los jueves y viernes de cada semana, Angl¨¦s y sus colegas se dedicaban a divertirse. El viernes 13 de noviembre, ¨¦l y su amigo Miguel Ricart almorzaron en casa de los Angl¨¦s. Sobre las ocho de la tarde, despu¨¦s de acicalarse y darse en la cara una de sus cremas hidratantes, Antonio sugiri¨® ir a ligar a alguna chica. Iban en el Opel Corsa de Ricart cuando vieron a tres j¨®venes que hac¨ªan autoestop en Picasent y las invitaron a subir al coche.
"Varnos a la discoteca Coolor", explicaron Mirian, Antonia y Desir¨¦e a los dos hombres que las hab¨ªan recogido. El conductor pas¨® de largo. Las tres amigas creyeron que hab¨ªa sido un descuido. Pero empezaron a ponerse nerviosas cuando Angl¨¦s les replic¨® que lo iban a pasar muy bien con unos chicos tan guapos como ¨¦l y su amigo.
El nerviosismo de las tres ni?as se convirti¨® en miedo cuando vieron que Ricart enfilaba un oscuro y tortuoso camino pr¨®ximo a Catadau. Angl¨¦s golpe¨® a una de las chicas, que se puso a chillar hist¨¦rica. Despu¨¦s de media hora de amenazas, el coche se detuvo junto a una casa semiderruida. Las tres amigas fueron obligadas -posiblemente a punta de pistola- a despojarse de sus ropas. Tras maniatarlas, los dos desconocidos las sometieron a todo tipo de violaciones y vejaciones, en medio de una lluvia de golpes y gritos. Nadie pudo o¨ªrles porque los ¨²nicos seres vivos que hay en muchos kil¨®metros a la redonda son los jabal¨ªes.
Seg¨²n la reconstrucci¨®n de los hechos que, hace la Guardia Civil, los dos agresores decidieron cerrar la boca a sus v¨ªctimas. Obligaron a las chicas a vestirse y a caminar unos 200 metros. All¨ª, junto a unos algarrobos, uno de ellos mont¨® su pistola del calibre 9 corto. Un disparo rompi¨® el silencio de la monta?a. A continuaci¨®n sonaron otros dos estampidos. Mirian, Antonia y Desir¨¦e cayeron con la cabeza atravesada por un balazo. Los asesinos recogieron los tres casquillos para no dejar pistas.
"Si matas a alguien, entierra su cad¨¢ver. Si no hay cad¨¢ver, no hay crimen", record¨® Angl¨¦s a su compa?ero. Uno de ellos agarr¨® un afilado picahielos -un artilugio famoso desde el estreno de la pel¨ªcula Instinto b¨¢sico- y se lo clav¨® en el pecho a una de las v¨ªctimas. Ricart y su c¨®mplice arrancaron -quiz¨¢ con unos alicates- los dos dientes incisivos centrales de cada una de las ni?as para evitar que pudieran ser identificadas si alg¨²n d¨ªa eran descubiertos sus esqueletos.
Envueltos en una manta
A la luz de una vela, que meses despu¨¦s ser¨ªa hallada en aquel solitario paraje, los homicidas excavaron un hoyo durante la noche. Arrojaron al fondo una alfombra y depositaron los tres cad¨¢veres, que acabaron de envolver con la alfombra antes de sepultarlos con tierra. Angl¨¦s tranquiliz¨® a su amigo: "Nunca las encontrar¨¢n". Antes de alejarse del lugar, los asesinos limpiaron su coche de cualquier cosa que pudiera relacionarles con la desaparici¨®n de las tres ni?as de Alc¨¤sser. Y cometieron un error: tiraron un volante del hospital de La Fe en el que constaba el nombre de Enrique Angl¨¦s, hermano del presunto homicida.
Los asesinos estaban convencidos de que jam¨¢s ser¨ªan hallados los cad¨¢veres. Pero el 27 de enero pasado, un apicultor descubri¨® que de la tierra emerg¨ªa un brazo de una de las chicas.
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