Los agricultores sembraron Madrid de atascos

La Delegaci¨®n del Gobierno pact¨® con los responsables de la marcha verde que la manifestaci¨®n de ayer transcurriese por la acera. Y el alcalde les pidi¨®, en una carta de bienvenida, que cumplieran los compromisos. Pero los agricultores decidieron atacar al tr¨¢fico, invadiendo m¨¢s espacio del previsto. La marea humana llegada del campo invadi¨® las carreteras y s¨®lo pis¨® la acera para tomar un caf¨¦ o comprar loter¨ªa. La circulaci¨®n no fue ca¨®tica porque un 15% de los conductores decidi¨® dejar el coche y otros tantos desviaron su itinerario. Pero hubo atascos importantes al paso de los manifestantes, quienes dejaron adem¨¢s un reguero de basura.

La Polic¨ªa Municipal acert¨®. Sus responsables ya expresaron el mi¨¦rcoles su escepticimo acerca de los acuerdos sellados en la Delegaci¨®n del Gobierno entre su responsable, Miguel Solans, y los agricultores. La polic¨ªa no se pod¨ªa creer que cerca de 100.000 personas, aunque repartidas en cinco rutas, fueran andando por la acera o, en el peor de los casos, por un carril de la calzada.Y en efecto. Los agricultores transitaron por todo el ancho de la calle y los agentes tuvieron que ir desviando el tr¨¢fico a su paso. Calles como el paseo de las Delicias, la avenida del Mediterr¨¢neo, la de Am¨¦rica, Mar¨ªa de Molina, Recoletos, Alcal¨¢ o Gran V¨ªa quedaron vetadas al tr¨¢fico. S¨®lo las aceras se salvaron de la marea, y en ellas se resguardaron los madrile?os. La marcha verde teji¨® una tela de ara?a de manifestaciones hasta la plaza de Espa?a, por cinco rutas (desde todas las carreteras nacionales excepto la de Burgos).

Sin embargo, el bloqueo de varias de las arterias principales de la ciudad no produjo el caos temido. La M-30 tuvo un tr¨¢fico fluido durante toda la ma?ana mientras estrenaba leyendas en sus videmarcadores, usados hasta el momento para anunciar "detectores de velocidad bajo el asfalto". Ayer se pod¨ªa leer en esos paneles: "Cortes de tr¨¢fico en el centro de la ciudad". Los madrile?os tuvieron que cambiar su ritmo de vida y se acomodaron a las circunstancias.

Por la ma?ana, una peque?o porcentaje de automovilistas dej¨® el veh¨ªculo y se hizo usuario del transporte p¨²blico por un d¨ªa, si bien la gran mayor¨ªa prefiri¨® aferrarse a su coche y adelantar el horario de entrada al trabajo. A las 7.30, todos los accesos a la ciudad registraron un tr¨¢fico intenso.

As¨ª, cuando los primeros autocares de la marcha llegaron a las puertas de la ciudad- entre ocho y nueve la ma?ana-, el pelot¨®n de madrile?os ya hab¨ªa alcanzado su objetivo. La ciudad quedaba a disposici¨®n de los agricultores, que llegaron en 460 autobuses. No obstante, camiones y camionetas -a los que no serv¨ªa la alternativa del metro- quedaron atrapados por el estrechamiento de las calles.

A partir de las 11.00, el ordenador del Centro de Control del Tr¨¢fico municipal se volvi¨® loco. La Castellana ten¨ªa entre un 15% y un 20% menos de tr¨¢fico; Men¨¦ndez Pelayo, entre un 40% y un 60%; Reina Victoria, entre un 22% y un 30%, y O'Donnell entre un 50% y un 70%.

A las 13.30, el ordenador segu¨ªa arrojando datos de ciencia ficci¨®n. Hab¨ªa un 15% menos veh¨ªculos de lo habitual en los grandes ejes, todos ellos ocupados por agricultores airados. Sin embargo, las inmediaciones de esas arterias -sobre todo las calles perpendiculares- se conviertieron en ratoneras para muchos automovilistas que, en general, afrontaron la situaci¨®n con m¨¢s paciencia que pitidos.

M¨¢s informaci¨®n en las p¨¢ginas 37 y 38