El Ayuntamiento ya no paga el programa de voluntarios que acompa?an a los ancianos
Uno. Para Caridad, con sus 85 a?os cada vez m¨¢s atados a la tristeza y al sill¨®n, hay dos cosas en el mundo: Dios y su voluntaria, Mercedes. Dos. La viuda de un alto funcionario combate la soledad haciendo a otra viuda la mujer m¨¢s feliz del mundo con una horchata al atardecer en la Casa de Campo. Y tres. Un objetor aprende a vivir, entre paseo y paseo, con los recuerdos (le un aventurero de 70 a?os acosado por el Parkinson. En Madrid hay 93 parejas ins¨®litas unidas por el voluntariado, la Cruz Roja y las pesetas de la Fundaci¨®n Cajamadrid, porque el Ayuntamiento ya no paga este viaje al mundo de los viejos.
Tres veces por semana, a una y, Otra orilla de la avenida de Am¨¦rica, se acompasan unos andares bien distintos. Los zapatos ingleses a la moda y los 27 a?os los lleva un muchachote rubio con coleta, un antrop¨®logo con aficiones literarias. En vez de un fusil, su mano sujeta el brazo de Luis, un vividor de 70 a?os EL quien el Parkinson ha dejado en el dique seco y le ha entrecortado el discurso y los pasos. Luis gasta zapatillas, bast¨®n, loden verde 37 la mirada p¨ªcara de siempre.Van al quiosco a por el diario. Y entre ellos y el descafeinado con agua de Luis -Javier ayuna por el Ramad¨¢n- brotan los trucos del contrabandista, las danzas de las tribus del lfni y alg¨²n que otro chiste picar¨®n.
Puede pasar entonces una se?ora que se llevar¨¢ el saludo del caballero. "'?ste es un fen¨®meno, se las conoce a todas", dice Javier. Y, con su carrito amarillo, un cartero. Luis era un jefe en Correos, pero tambi¨¦n fabricaba barcos con papel y madera, maquetas recorridas por trenes de lat¨®n y cuadritos peque?os en los que pintaba m¨¢s goletas. Los temblores aparcaron su emisora de radioaficionado, la ca?a de pescar, y la calle, que siempre le, gust¨® tanto. Hay ratos en que los ojos se le humedecen. Y est¨¢ Javier al quite: "Vamos, Luis, no te, amilanes".
Altruistas y objetores
La Fundaci¨®n Cajamadrid pone, este a?o "14 millones para todo esto (pagar el transporte de los voluntarios, costear su formaci¨®n como asistentes y mantener al personal t¨¦cnico que dirige el programa). El Ayuntamiento con cuyos responsables no ha podido contactar este peri¨®dico- se retir¨® en junio de 1992 y s¨®lo presta su infraestructura, es decir, los asistentes sociales de. seis distritos ponen a los viejos en contacto con Cruz Roja. Esta instituci¨®n recurre a voluntarios y a objetores de conciencia. Los voluntarios los son porque sienten que los viejos est¨¢n desasistidos. Los objetores, castigados, como siempre a unos meses m¨¢s de prestaci¨®n que la mili, sirven as¨ª a la sociedad. Gracias a todo eso, Luis tendr¨¢ paseo asegurado tres veces por semana; y Juanita, su mujer, un respiro, porque ella no puede sostenerle si ¨¦l se cae con los temblores.?ste es uno de los casos en que al voluntario -concretamente, uno de los 27 objetores asignados al programa- se le asigna el miembro de la pareja que requiere ayuda, para que el otro disponga de tiempo y pueda asumir, las tareas dom¨¦sticas. En los seis distritos de Madrid en los que se mueven los 93 voluntarios . Retiro, Salamanca, Tetu¨¢n, Chamber¨ª, Ciudad Lineal y Centro- hay 115 beneficiarios.
"Mercedes y Dios", dice Caridad con suave acento caribe?o -naci¨® en Cuba- para resaltar la vida que le da su voluntaria. Mercedes, en cambio, es agn¨®stica y tiene 40 a?os menos que ella, pero es mujer, as¨ª lo quer¨ªa la anciana. En estos d¨ªas de invierno, cuando arrecian los achaques, Caridad dice que s¨®lo espera que Dios se la lleve. Su mala circulaci¨®n le pone plomo en las piernas, y la soledad le lastra el coraz¨®n. "Yo, que ten¨ªa siempre la casa llena de gente", gimotea,, "y que me mat¨¦ a trabajar para darles carrera a mis hijos". Mercedes, que se meti¨® a voluntaria para iniciar su carrera tard¨ªa de asistente social, lidia bien con las l¨¢grimas de do?a Caridad, la reprende suavecito y le hace caf¨¦.
Ana es el nombre supuesto que lleva una viuda de la, zona alta de Madrid. En el hospital Central de la Cruz Roja cuidaron con mimo a su marido, enfermo de leucemia. ?l muri¨®, pero ella quiso devolver de alg¨²n modo los cuidados de la instituci¨®n. Adem¨¢s, con los hijos casados, se le ca¨ªa la casa encima.
Tiene 64 a?os y su edad supera la media de los 93 voluntarios (35 a?os para las mujeres y 32 para los hombres). Cumple el retrato robot en tanto que es mujer -61 % de todos- y ama de casa, como la mayor¨ªa. Todos los martes y los jueves por la tarde, desde el pasado mayo, se va hasta la casa de Mar¨ªa Luisa, un viuda de un m¨¦dico sin hijos. , -
Mujeres son la mayor¨ªa de los beneficiarios del programa, que comenz¨® en 1990: 87, con una edad media de 76 a?os y de clase media baja. 58 viven solas, aunque 33 tengan familia. De los 18 hombres, la mayor¨ªa, 17 viven, como Luis, acompa?ados. 11 est¨¢n solos.
Ana ha llevado, a Mar¨ªa Luisa al doctor porque tuvo un quiste en los ri?ones, la ha acompa?ado al Retiro y hasta le ha puesto un anuncio en el Segundamano para ver si encuentra hu¨¦sped que le pague unas pesetillas a cambio de aposento. Y un d¨ªa Ana lleg¨® a¨²n m¨¢s lejos: la llev¨® a la Casa de Campo. "Me ha hecho usted la mujer m¨¢s feliz del mundo", le dijo la anciana. con los ojos h¨²medos.
Era en una terraza, junto al lago, una tarde de verano. Mar¨ªa Luisa hab¨ªa vuelto a saborear los mejores ratos de su infancia.
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