Terapia instant¨¢nea
Los Ramones son tan familiares en nuestro pa¨ªs que durante este mes de marzo son casi espa?oles de adopci¨®n. Hasta su propio nombre les ayuda en la conexi¨®n hispana. La banda norteamericana, en su presumible sprint final, tiene en Espa?a un para¨ªso dorado. Va para 20 a?os que estos hermanos en la ficci¨®n promovieran desde Nueva York un preludio del punk salpicado con melod¨ªas pop. El tiempo no ha modificado sus planteamientos: en Mondo Bizarro, la m¨¢s reciente de sus producciones, el cuarteto sigue arremetiendo con esos conocidos tres acordes en temas de no m¨¢s all¨¢ de tres minutos.Si no han cambiado, si siguen tan tozudos en actitud y sonido, es debido a que su p¨²blico les quiere as¨ª. Es asombroso que esta banda de avanzados treinta?eros re¨²na a una poblaci¨®n tan juvenil. Ramones conservan el raro poder de la regeneraci¨®n de su armada seguidora. El mito del eterno adolescente sigue teniendo vigencia, al menos para su m¨²sica. Cuando los Ramones toman posiciones en el escenario es para iniciar un discurso lineal sin soluci¨®n de continuidad.
Ramones
Joey Ramone (voz), Johnny Ramone (guitarra), Marky Ramone (bater¨ªa), C. H. Ramone (bajo). Sala Canciller. Entrada: lleno. Precio: 2.800 Pesetas. Madrid, 8 de marzo.
El estatismo de los protagonistas contrasta con el desaforamiento sudoroso de los espectadores. El repertorio de la banda pasa vertiginoso por el escenario y el tiempo pierde su medida. Muchos de los congregados reparan en que, tras la pancarta del grito de batalla "Gabba gabba hey!", apenas han pasado 55 apretad¨ªsimos minutos.
Los cuatro gamberros reaparecen tres veces para sendas r¨¢fagas de m¨¢s de lo mismo. Ramones atacan, golpean y se van. Es una avalancha intensa pero limitada. Puede que el nombre del grupo est¨¦ un tanto gastado en muchos lugares, pero aqu¨ª tienen una muchachada renovable que siempre responde.
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