R¨¦plica a F¨¦lix de Az¨²a
Quisiera terciar en la r¨¦plica de F¨¦lix de Az¨²a, que en su art¨ªculo Todos y ninguno (26 de febrero de 1993) parece desconocer los supuestos elementales del pensamiento de A. Garc¨ªa Calvo, aunque yo creo m¨¢s bien que en este caso lo que pretende el disc¨ªpulo es romper una rama del ¨¢rbol del maestro. Es obvio que el clamor suscitado por el suceso de las niSas asesinadas debe orientarse contra nosotros mismos, individuos bien constituidos de un sistema que se presume cerrado. No deja de ser chocante que hace un tiempo, en este mismo peri¨®dico, F¨¦lix de Az¨²a considerase que la filosof¨ªa de A. Garc¨ªa Calvo "es como la copa de un ¨¢rbol enorme, un baobab donde hemos vivido y vivimos cantidad de simios" (EL PA?S, 30 de mayo de 1990), y que, sin embargo, ahora concluya su art¨ªculo tachando de paralizante esa misma filosof¨ªa. A. G. C. no ha cambiado. En su art¨ªculo Raz¨®n del crimen (22 de febrero de 1993) ha insistido una vez m¨¢s en que lo que nos pierde es lo que somos, es decir, lo que han hecho de nosotros. Ah¨ª reside nuestra par¨¢lisis y nuestro peor enemigo. Claro que detr¨¢s de lo que somos est¨¢ lo que no sabemos. A hurgar en las ra¨ªces de lo que somos y demorarse e indagar lo que no sabemos ha dedicado A. G. C. su vida. El resultado ha sido apasionante. Si quieren comprobarlo, ac¨¦rquense a su obra; lean, por ejemplo, Relato de amor, uno de los poemas m¨¢s bellos de nuestra lengua. En todo caso, y volviendo a la r¨¦plica de F¨¦lix de Az¨²a, Oriente habr¨ªa que situarlo en el oro del tiempo (la memoria) y en el oro de la palabra (la poes¨ªa).-
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