"El sindicato no est¨¢ para cambiar gobiernos"
Bruno Trentin, de 66 a?os, uno de los grandes l¨ªderes de la izquierda italiana de la posguerra, es desde 1988 secretario general de la Confederaci¨®n General Italiana de los Trabajadores (CGIL), el sindicato de origen socialista y comunista que, con 5.300.000 afiliados, representa al 50% de los trabajadores sindicados en Italia. Nacido en Francia, luch¨® en la resistencia francesa e italiana y se gradu¨® en Derecho en Harvard antes de entrar en el Partido Comunista Italiano. Culto y elegante, defensor del tr¨¢nsito hacia el Partido Democr¨¢tico de la Izquierda (PDS), ha hecho de la autonom¨ªa sindical la clave de su gesti¨®n. El pasado 31 de julio, tras firmar un pacto que enterraba definitivamente los mecanismos de revisi¨®n salarial -la llamada escala m¨®vil-, dimiti¨®. Pero el sindicato le pidi¨® que siguiera.Pregunta. ?C¨®mo ve la crisis italiana? ?Como una revoluci¨®n, como la ca¨ªda de un r¨¦gimen, como el inicio de una grave recesi¨®n econ¨®mica?
Respuesta. Ciertamente, es mucho m¨¢s que una recesi¨®n. Asistimos al final de una fase hist¨®rica, al fin de un sistema de gobierno que es algo menos que un r¨¦gimen. Y esta crisis pol¨ªtica e institucional coincide con una crisis econ¨®mica bastante profunda, cuyas causas son ya claramente estructurales y que, por tanto, no podr¨¢ ser superada con las medidas tradicionales de defensa de la ocupaci¨®n y relanzamiento de la demanda. Se puede temer incluso que, cuando llegue la recuperaci¨®n, la econom¨ªa italiana y especialmente nuestro sistema industrial no logren aprovechar esa coyuntura. Es ¨¦ste el conjunto de datos que vuelve la situaci¨®n italiana tan precaria y llena de inc¨®gnitas.
P. ?C¨®mo se ha llegado a este extremo?
R. La crisis del sistema industrial italiano no carece de relaci¨®n con la crisis del sistema pol¨ªtico-institucional. Deriva tambi¨¦n del modo como se ha gobernado la econom¨ªa, sobre todo en los ¨²ltimos 10 a?os. Por ejemplo, el endeudamiento p¨²blico realizado por los sucesivos Gobiernos ha favorecido, adem¨¢s de enormes desigualdades en la poblaci¨®n, una desviaci¨®n creciente de las inversiones creadoras de empleo hacia la especulaci¨®n financiera. Y creo que tambi¨¦n estamos pagando 10 a?os de retraso de la industria italiana en frentes decisivos como la formaci¨®n profesional, la investigaci¨®n, la innovaci¨®n tecnol¨®gica, precisamente porque los enormes recursos distribuidos en estos a?os se fueron a otra parte, hacia la aventura financiera, hacia el control de la demanda y las obras p¨²blicas.
P. ?No es, pues, el crecimiento de los salarios el que ha mermado la competitividad de Italia?
R. No, eso no se podr¨ªa sostener. Los salarios reales han permanecido inm¨®viles durante los ¨²ltimos 10 a?os, y ahora est¨¢n cayendo cuatro o cinco puntos por debajo del nivel de garant¨ªa. La competitividad se ha perdido en otros aspectos y frente a pa¨ªses como Alemania, por ejemplo, que tienen niveles salariales mucho m¨¢s elevados que Italia.
P. A pesar de ello, la CGIL acept¨® el pacto social del 31 de julio, basado en la moderaci¨®n salarial. ?C¨®mo valora hoy aquel acuerdo que la Confindustria, la patronal italiana, alaba?
R. Hoy, como entonces, considero que este acuerdo fue p¨¦simo para el sindicato. Yo lo firm¨¦, y volver¨ªa a firmarlo si las circunstancias fueran las mismas, porque hab¨ªa que evitar una ruptura dram¨¢tica entre el sindicato y el Gobierno, y entre los propios sindicatos, en la situaci¨®n pol¨ªtica, econ¨®mica y financiera en que se encontraba el pa¨ªs. Me pareci¨® que firmar aquel acuerdo era un acto de responsabilidad que el sindicato deb¨ªa demostrar ante aquella situaci¨®n tan grave. Con todo, aquel acuerdo promet¨ªa tambi¨¦n el mantenimiento de los salarios reales, que los precios controlados subir¨ªan menos que la inflaci¨®n y un nuevo sistema de indexaci¨®n. Todos estos compromisos decayeron, del mismo modo que no se ha respetado el compromiso b¨¢sico de mantener el valor de la lira. Por esta raz¨®n, nos hemos negado a respetar una tregua en la contrataci¨®n. La negociaci¨®n se hareanudado
P. ?Se siente estafado o enga?ado por el hecho de que el Gobierno y la patronal no hayan cumplido su parte?
R. No, las cosas nunca son as¨ª. Habria enga?o si ahora, como quiere la patronal Confindustria, se nos pidiera que sigui¨¦ramos haciendo honor a nuestros compromisos.
P. Adem¨¢s de devaluar la lira, el Gobierno de Giuliano Amato ha hecho reformas estructurales de la sanidad y las pensiones, que han sido criticadas por la CGIL como muy lesivas para los trabajadores. Sin embargo, todav¨ªa la semana pasada, mientras los partidos de izquierda ped¨ªan un Gobierno de unidad nacional, el sindicato se pronunciaba por la continuidad del Gabinete. ?C¨®mo explicarlo?
R. No s¨®lo hemos criticado esas reformas; tambi¨¦n hemos luchado para modificarlas, y algo hemos logrado, aunque el resultado final sea insatisfactorio. No olvidemos que, desde septiembre, Italia ha registrado el mayor n¨²mero de huelgas de Europa. Lo que no es verdad es que el sindicato apoye la continuidad de este Gobierno. Hemos dicho ¨²nicamente que consideramos un peligro para la democracia que se convoquen elecciones sin una reforma previa del sistema electoral. La verdad es que tampoco hemos declarado que el Gobierno de Amato deba caer. Pero creo que eso no lo hubiera hecho ning¨²n sindicato. Ser un sindicato implica cosas importantes; ante todo que, cuando se. pide algo, hay que poderlo obtener, al menos parcialmente. No se pueden lanzar palabras al viento. En segundo lugar, que, si un sindicato pide a un Gobierno que se vaya, no puede al d¨ªa siguiente pedirle que acepte sus reivindicaciones, ni siquiera que las discuta. En toda la historia del sindicalismo italiano, ha habido un solo caso en el que la CGIL hizo caer al Gobierno Fue en 1960, con el Gobierno Tambroni, que se ali¨® con los fascistas y ciertamente represent¨® un peligro para la democracia. Fue una ruptura total. Como no creemos que hoy existan esos riesgos; estamos abocados a pedir a la otra parte que discuta nuestras reivindicaciones, que negocie.
P. En su opini¨®n, el sindicato est¨¢, pues, para negociar, no para cambiar Gobiernos.
R. S¨ª, es as¨ª, y esto vale para cualquier tipo de Gobierno. Incluso si la izquierda estuviera en el poder ma?ana. Quiere decir que no estamos dispuestos ni a una actitud de oposici¨®n perjudicial ni a la f¨®rmula de una Gobierno amigo, aunque integrara a los partidos de la izquierda.
P. Pero cada vez son m¨¢s los que protestan contra el sindicato en la calle, y ¨¦stos quieren la ca¨ªda del Gobierno. ?C¨®mo reintegrarlos?
R. No hay que confundir las manifestaciones, aunque sean muy ruidosas, con la orientaci¨®n de la gran mayor¨ªa de los trabajadores. En una organizaci¨®n como la CGIL, que ciertamente es la m¨¢s de izquierdas, entre comillas, menos del 8% de sus afiliados milita en alg¨²n partido pol¨ªtico de izquierdas. El problema es que el 60% o 65% de los trabajadores que no est¨¢n inscritos en ning¨²n sindicato no se sienten representados.
P. ?Las protestas no reflejan tambi¨¦n un problema de democracia interna?
R. No, creo que tenemos poco que aprender en ese sentido. Lo que ocurre es que, aun siendo organizaciones sindicales muy fuertes, ya que los sindicatos italianos seguimos siendo una fuerza de unos 10 millones de trabajadores, aproximadamente el 30% o 35% de la poblaci¨®n activa, contratamos convenios colectivos y nacionales en nombre de la totalidad de los trabajadores dependientes, que en su mayor¨ªa no est¨¢n inscritos al sindicato. Yo he dicho en m¨¢s de una ocasi¨®n que esto es un verdadero abuso de poder que hay que eliminar.
P. La CGIL ha visto, por ejemplo, con simpat¨ªa el decreto gubernamental que suprime el funcionariado, a pesar de que buena parte de los empleados del Estado lo rechazan.
R. No s¨®lo lo hemos visto con simpat¨ªa, sino que fue la CGIL la que, hace 10 a?os, pidi¨® la supresi¨®n del funcionariado. La grand¨ªsima mayor¨ªa de los trabajadores de la industria privada vieron siempre en ¨¦l una zona de privilegio, y creo que hemos ganado esta batalla precisamente porque los trabajadores del sector p¨²blico, sobre todo los m¨¢s j¨®venes, han entendido que, con la supresi¨®n del funcionariado, perder¨¢n algunos privilegios econ¨®micos, pero adquirir¨¢n mayores poderes sindicales. Estoy convencido de que, al final, esto producir¨¢ un aumento de la afiliaci¨®n en el sector p¨²blico.
P. En otro campo de la reforma, el de la privatizaci¨®n de las empresas p¨²blicas, la CGIL se muestra, en cambio, menos entusiasta.
R. No es cuesti¨®n de reticencias. No tenemos objeciones de principio a las privatizaciones, ya que creemos que el Gobierno de la econom¨ªa no se ejerce a trav¨¦s de la propiedad sobre las empresas. El problema es que si se quiere de verdad privatizar, se requiere una pol¨ªtica industrial que le falta por completo a este Gobierno. Y as¨ª, hay peligro de cometer errores colosales, incluso desde el punto de vista financiero.
P. Cuando habla de irse, ?es porque se siente cansado?
R. No; francamente, no. Si acaso, tengo muchas ganas de hacer otras cosas. Creo que una experiencia debe concluir en un cierto momento. No hay nada peor que sobrevivirse a uno mismo en una determinada funci¨®n, y creo que conviene prever con tiempo de modo que la sucesi¨®n se realice sin traumas.
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