"?Para cu¨¢ntos a?os en la oposici¨®n?"
Doce a?os de distancia nos api?an a los pocos periodistas y pocos militantes socialistas que, a las ocho de la noche de este 28 de marzo de 1993, vivimos el v¨®mito, por las pantallas de televisi¨®n, de la "tempestad" que se ha abatido sobre la izquierda gobernante francesa.Hoy no hay pr¨¢cticamente nadie en esta sede del Partido Socialista (PS), vecina del r¨ªo Sena y de la Asamblea Nacional. Los militantes, ¨ªntimamente desesperados, aplauden "el honor de la izquierda" que representan para ellos los 70 diputados que les ofreci¨® el primer sondeo de la noche. Y luego, enfundados en su semblante de amargura disimulada, comenzaron a hablar, a musitar, cruzando miradas y tristezas. ?Para cu¨¢ntos a?os han echado los franceses a los socialistas a la oposici¨®n? Fue una pregunta cruel, apenas respondida.
Doce a?os se cumplir¨¢n el inmediato 10 de mayo de cuando en 1981 Fran?ois Mitterrand fue declarado presidente de la rep¨²blica a estas mismas horas de la noche por los institutos de opini¨®n. En una sala de la entrada, durante aquellos momentos m¨¢gicos, con los brazos cruzados, Jack Lang y Fabius, temblorosos, hinchados de esperanzas, esperaban la llegada del triunfador Mitterrand que, como de costumbre, hab¨ªa votado en Chateau Chinon, la capital de su circunscripci¨®n de toda la vida. Fabius sonre¨ªa a quien le saludaba, sin escuchar demasiado lo que le dec¨ªan; le bastaba con esperar con ansia; Paul Quil¨¦s, tambi¨¦n presente, paseaba inquieto; los militantes se abrazaban, el champ¨¢n y los canap¨¦s en los salones y en el patio de la casa socialista, devoraban cada segundo, exultantes y revolucionarios. Mitterrand iba a ser recibido con un desbordamiento tirando a sexual. Nada pod¨ªa limitar, y menos matizar la impresionante aparici¨®n de la izquierda en el poder por primera vez en la historia de la rep¨²blica francesa.
El ministro Lang
Yo hab¨ªa viajado con Mitterrand el viernes anterior a aquel domingo hist¨®rico; en un avi¨®n especial, con una treintena de periodistas franceses e internacionales, amigos ¨ªntimos y familiares, el aspirante a la magistratura suprema realiz¨® su ¨²ltima gira electoral por varios puntos de la geograf¨ªa francesa. En un momento del viaje, brumosamente, dej¨® entender que Jackk Lang no ser¨ªa un mal ministro de Cultura.
Cuarenta y ocho horas despu¨¦s, cuando Mitterrand era esperado por todos los nervios del socialismo triunfante, Lang y un servidor, a mi petici¨®n, nos achuchamos en un rinc¨®n cercano a la entrada de la sede socialista. Y yo le narr¨¦ la escena del avi¨®n, de dos d¨ªas antes, en la que Mitterrand casi solt¨® su nombre como futuro ministro de Cultura; sus ojos brillaron acompa?ando a su sonrisa. Ya es s¨®lo historia.
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