Los abusos de la instalaci¨®n
El Espai Poble Nou es un espacio que sirve a la vez de almac¨¦n y de sala de exposiciones de la galer¨ªa Joan Prats. Estuvo, desde el d¨ªa de su fundaci¨®n, rodeado de una cierta pol¨¦mica, porque inicialmente fue programado como un espacio de prestigio por la galer¨ªa y, aunque estuviera finan ciado, en ¨²ltimo t¨¦rmino, por los artistas de la propia Joan Prats, ¨¦stos no se vieron compensados en nada por esta extra?a operaci¨®n, que final mente result¨® ser ruinosa econ¨®micamente.En lo que respecta al prestigio, bien es cierto que ya han expuesto en este espacio artistas de la talla de Cage, Kounellis y Rebecca Horn, con interesantes montajes que lamentablemente s¨®lo disfrutaron unos pocos, al estar el espacio muy alejado del circuito habitual de las galer¨ªas barceloneas, a causa de lo remoto del lugar y de sus horarios. Pero dejemos que cada patr¨®n haga lo que quiera con su empresa, porque parece, adem¨¢s, que el Espai Poble Nou se ha concebido y constituido como una fundaci¨®n.
Jos¨¦ Maldonado y Aureli Ruiz
Locales de la Fundaci¨® Espal Poble Nou. Pasaje Saladrigas, 5-9, Barcelona Clausura prevista para finales del mes de mayo.
Lo que ahora supone un giro en eI rumbo de este lugar es la irrupci¨®n de dos j¨®venes artistas, escogidos con el criterio de que "los j¨®venes no tienen espacios donde exponer". Francamente, es un placer poderles anunciar que hoy estos artistas j¨®venes disponen de los mismos espacios para dar a conocer su obra que el resto, y que incluso hay salas especializadas en ello. En Barcelona son, fundamentalmente tres: la sala Montcada de la Caixa, el Espai 13 de la Fundaci¨® Mir¨® y el Centre C¨ªvic L'Artes¨¢, adem¨¢s de m¨²ltiples galer¨ªas comerciales.
A este curioso criterio de selecci¨®n se une el hecho a¨²n m¨¢s curioso de que esta exposici¨®n est¨¢ subvencionada por la Generalitat. Cuando hay tantas instituciones art¨ªsticas en Barcelona que funcionan con dotaciones oficiales de lo m¨¢s exiguo, este dispendio no puede por menos que sorprender.
Pero vayamos a ver la obra de estos j¨®venes. Maldonado es un artista madrile?o que goza de unos seguidores incondicionales y que nos ha ofrecido hasta ahora una obra cuya versatilidad se basa en el hecho de que le interesan los problemas de la percepci¨®n y un discurso auto rreferencial sobre la propia pintura, incluso sobre el arte mismo.
En una muestra que tuvo lugar en la galer¨ªa Juana Mord¨®, en el a?o 1989, ironizaba recreando, a su manera, obras de Albers y Malevich; en el pabell¨®n espa?ol de la Expo presentaba una especie de estanter¨ªa que se parec¨ªa a una obra de Don Judd, con la diferencia de que all¨ª estaba llena de peque?as im¨¢genes... Ahora presenta una especie de chimenea, realizada con planchas de conglomerado superpuestas y que forman una suerte de molduras irregulares.
Encima, siete recipientes de vidrio contienen ceniza; detr¨¢s, una pared negra listada de blanco muestra unos cuadros negros con hilillos negros. La lectura de estos cr¨ªpticos detalles parece que pasa por Malher y por el alfabeto Morse, pero el espectador no tiene niguna pista ni la menos ayuda para descifrarlos.
Hallazgo pl¨¢stico
En realidad, una obra art¨ªstica puede ser cr¨ªptica, herm¨¦tica y aleg¨®rica (Bronzino lo es; el Grand Verre de Duchamp lo es) pero es indispensable que tenga dos cosas: una suficiente entidad art¨ªstica previa, y, a ser posible, una ex¨¦gesis aclaratoria complementaria. Con todo, en la obra de Maldonado la chimenea se aguanta por si sola: su partici¨®n asim¨¦trica en dos recuerda mucho a los trabajos de Dan Graham (Casas para Am¨¦rica, 1966) y su sola forma ya es un hallazgo pl¨¢stico.M¨¢s dif¨ªcil de tratar es el trabajo de Aureli Ruiz, que nos hace pensar en el abuso y la trivializaci¨®n de un cierto concepto de instalaci¨®n que se da hoy en d¨ªa. Ruiz ha construido tres estructuras met¨¢licas con unas cortinas de pl¨¢stico en cada esquina, sujetas por unos aros blancos o negros semejantes a grandes neum¨¢ticos.
Hasta aqu¨ª, la obra podr¨ªa ser, pongamos por caso, una parodia neo-pop de las cortinas del cuarto de ba?o y as¨ª tendr¨ªa un cierto impacto visual. Pero el artista se ha liado a poner elementos simb¨®licos (una cabeza de yeso colgando y una soga al cuello, una especie de peque?a loneta, un tambor de pl¨¢stico ... ), que resultan, a nuestro entender, totalmente gratuitos. De esta manera nos obliga a preguntarnos el porqu¨¦ de esta selecci¨®n tan desigual y tan, nos parece, fuera de lugar.
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