Sinfonismo de alta categor¨ªa
Orquesta de la Scala de Mil¨¢nDirector: R. Chailly. Sinfon¨ªa Turangalila, de Messiaen.
Filarm¨®nica de Nueva York
Director: K. Masur. Obras de Franck y Brahms.
Orquesta Nacional de Espa?a
Director: A. Ceccato. R¨¦quiem de Verdi. Auditorio Nacional, Madrid.
La ¨²ltima semana musical madrile?a registra una serie de conciertos de excepcional calidad, como los escuchados a la Filarm¨®nica de Mil¨¢n, con Chailly, en su fascinante versi¨®n de Turangalila, de Messiaen (1910-1922), a la Filarm¨®nica de Nueva York, con Masur, y a la Orquesta y Coro Nacionales, con Ceccato, en el R¨¦quiem de Verdi. Olivier Messiaen fue una personalidad de importancia radical en la m¨²sica del siglo XX. Predic¨®, analiz¨® y teoriz¨® con singular visi¨®n de futuro, y de sus aulas parisienses salieron muchos de los innovadores de los a?os cincuenta, empezando por Boulez y Stockhausen. Su creaci¨®n, fuerte y original, tiene la trascendencia de lo perdurable. La sinfon¨ªa Turangalila constituye uno de los pilares musicales de nuestro tiempo y es dificil explicar la huida de algunos asistentes al mediar la composici¨®n, pues estaban ante una m¨²sica grande, capaz de prender a todos los auditorios desde la fecha de su estreno en Boston, por Leonard Bernstein, en 1949.
Turangalila es una palabra procedente del s¨¢nscrito. Lila vale por juego o acci¨®n c¨®smica de la vida y de la muerte; turanga significa movimiento, ritmo, tiempo fugitivo. El t¨¦rmino completo, seg¨²n Messiaen, engloba las ideas de "canto de amor, himno a la alegr¨ªa, movimiento, ritmo, vida, amor y muerte".
En 10 movimientos contrastados y derivados de un n¨²cleo tem¨¢tico reducido Messiaen construye su monumental sinfon¨ªa con doble sabidur¨ªa: la del dominio t¨¦cnico y la de la inspiraci¨®n que se resuelve en continuos hallazgos. Nadie sustanci¨® los colores de la gran orquesta como Messiaen, el m¨ªstico, lit¨²rgico, vital y encantatorio autor de Transfiguraci¨®n o De ca?ones y de estrellas. Ninguno invent¨® una po¨¦tica sonora de tal fascinaci¨®n como la del genial organisia de la Trinit¨¦ de Par¨ªs, desvelador del secreto cantar de las aves, buceador en las culturas orientales y visionario del am¨¦n. La Orquesta de la Scala tiene muchas ventajas: por ejemplo, la prontitud de la respuesta y la imaginaci¨®n crom¨¢tica. Su obediencia al excelente planteamiento de Riccardo Chailly, m¨²sico entero y verdadero e int¨¦rprete que pone los valores musicales por encima de todos los dem¨¢s, result¨® esplendorosa, como lo fue la colaboraci¨®n del pianista Thibaudet y del ondista Harada.
Se pueden conciliar esplendor e intimidad: lo demostr¨® Aldo Ceccato en su Misa de r¨¦quiem, de Verdi. Qued¨® claro que es m¨²sica espiritual, creyente y fervorosa. Confundir esto con una supuesta operizaci¨®n de lo religioso es uno de tantos errores acumulados por comentaristas triviales. Con un buen cuadro solista, un trabajo valioso de coro y orquesta, Ceccato obtuvo un triunfo merecido. Su R¨¦quiem fue de verdadero maestro.
En fin, los filarm¨®nicos de Nueva York, en el concierto conmemorativo de su 1500 aniversario, con Kurt Masur al frente, volvieron a darnos como normalidad lo que, en principio, parece excepci¨®n: la suma de 100 perfecciones instrumentales integradas en un hecho global de belleza inusitada. La sinfon¨ªa de C¨¦sar Franck y la segunda de Brahms sonaron como algo desusado. La vitalidad del maestro, su expresividad sin excesos y hasta un poco as¨¦ptica a veces, se encaminan a evidenciar los valores de un instrumento que desde Mahler a nuestros d¨ªas mantiene valores absolutos. Noche de alta m¨²sica.
Babelia
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