Cita de nost¨¢lgicos en el caf¨¦ lvushka
El proceso a los golpistas de agosto de 1991 comenz¨® ayer poco antes de las nueve de la ma?ana con una cita en un caf¨¦ en el centro de Mosc¨². El caf¨¦, que estaba cerrado a esa hora, se llama Ivushka (Sauce), y sus aleda?os fueron el punto de encuentro al que acudieron varios centenares de seguidores de los gekachepistas, el nombre con el que se denomina a los golpistas, a partir de las iniciales en ruso del Comit¨¦ Estatal de Emergencia (GKCHP), que formaron ocho de los doce encausados. Uno de ellos, el ex ministro del Interior, Bor¨ªs Pugo, se suicid¨® antes de ser detenido.La ma?ana era destemplada y ca¨ªa la nieve, pero eso no amedrent¨® a los comunistas y nost¨¢lgicos del Imperio perdido. Ven¨ªan a animar a sus h¨¦roes, quienes, con su acci¨®n aventurada, quisieron impedir la desintegraci¨®n de la URSS. En el aire ondeaban las banderas rojas y los estandartes con el rostro de Lenin que portaban gentes en su mayor¨ªa de edad madura. "Estamos con vosotros en la lucha por Rusia, por la patria y por el resurgimiento de la URSS", rezaba una de las pancartas. "Cristo fue un comunista", rezaba otra, desplegada no muy lejos de una bandera roja decorada con el rostro de Jesucristo. "No es casual que hayan organizado el juicio durante la semana de Pascua", dec¨ªa una mujer, que comparaba el juicio a los gekachepistas con la Pasi¨®n de Jes¨²s. La Iglesia Ortodoxa Rusa, que se rige por el calendario juliano, celebra la Pascua esta semana, y esta circunstancia propici¨® las comparaciones b¨ªblicas, en las que los manifestantes daban al presidente de Rusia, Bor¨ªs Yeltsin, el papel de Judas.
El ex ministro de Defensa, Dmitri Y¨¢zov; el ex jefe del Parlamento sovi¨¦tico, Anatoli Luki¨¢nov; y el ex jefe de Gobierno, Valent¨ªn P¨¢vlov, aparecieron en el caf¨¦ joviales y sonrientes. Se dieron besos, abrazaron a varios militares, recogieron las flores que les ofrec¨ªan algunas mujeres y abrieron la marcha hasta el Tribunal Supremo. Sus seguidores no escatimaban improperios contra los representantes de la prensa extranjera. Tampoco escatimaron empujones y golpes, como tuvo ocasi¨®n de comprobar m¨¢s de un periodista, con independencia de su sexo. Esta corresponsal, que fue alzada en vilo por tres enfurecidos mozos mientras estaba conversando con VIad¨ªmir Kriuchkov, tuvo que defenderse a patadas. El ex jefe del KGB contempl¨® impasible la agresi¨®n.
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