Descastados y peligrosos miuras
JOAQU?N VIDAL El chulo toriles abri¨® el port¨®n de chiqueros por sexta vez en la tarde y apareci¨® un toro gigantesco, 680 kilos, pelaje salinero, pitones de los que luego se dir¨¢, y hubo exclamaciones de asombro en los abarrotados tendidos, seguidas de una gran ovaci¨®n. Pero dur¨® poco la ovaci¨®n. Porque apenas trot¨® el toro por medio redondel, cuando ya estaba huyendo despavorido, receloso de capotes y a¨²n m¨¢s de la voz humana y sus jijeos.
Aquello de "?j¨¦, toro!", no iba con ¨¦l. Si acaso ser¨ªa vaca; no hay que ofender. El salinero -pelo rojizo de toro antiguo, inusual ahora- correteaba al hilo de las tablas, volv¨ªa grupas, y as¨ª hasta que se encontr¨® con Manili, capotero retador. Verlo el toro, berre¨® espantadizo, escupi¨® su arrancada del enga?o, galop¨® despavorido hacia la barrera, brinc¨® al callej¨®n y cay¨® sobre el burladero reservado a la Junta de Andaluc¨ªa, donde abri¨® buen boquete. Y all¨ª se qued¨® unos segundos, hocicoso y perneante, encima del maderamen.
Miura / J
A. Campuzano, Manili, T. Campuzano, Buend¨ªaSeis toros de Eduardo Miura (uno fue devuelto por inv¨¢lido), grandes, sospechosos de pitones, flojos, descastados y peligrosos; excepto 4? torp¨®n manejable. 7?, sobrero de Murteira Grave, con trap¨ªo, manso peligroso. Jos¨¦ Antonio Campuzano: bajonazo y rueda de peones (aplausos y saludos); pinchazo, media y rueda de peones (vuelta). Manili: estocada trasera ladeada y cinco descabellos (silencio); bajonazo y descabello (ovaci¨®n y salida al tercio). Tom¨¢s Campuzano: media baja, rueda de peones y descabello (ovaci¨®n y salida al tercio); pinchazo y estocada tendida (ovaci¨®n y salida al tercio). Rejoneador Javier Buend¨ªa: pinchazo, rej¨®n atravesado trasero, rueda de peones -aviso-, y remata el sobresaliente de dos descabellos (aplausos al rejoneador y tambi¨¦n algunos pitos cuando saluda). Plaza de la Maestranza, 2 de mayo. l3a corrida de feria. Lleno de "no hay billetes".
Unos segundos de terror para los miembros de la Junta de Andaluc¨ªa y para el p¨²blico tambi¨¦n. La gente se preguntaba consternada d¨®nde habr¨ªa ido a parar el Consejero de Salud de la Junta, que se encontraba sentadito y tranquilo justo donde estrell¨® su corpach¨®n giganteo el toro. En cuanto el Miura vaco recuper¨® su planta y se alej¨® del lugar del suceso, se supo lo ocurrido: con unos reflejos que no mejorar¨ªa ning¨²n atleta ol¨ªmpico, el presunto desaparecido se hab¨ªa agachado y permaneci¨® en el fondo del burladero, a la espera de que pasara el temporal. Hay personalidades con una flema incre¨ªble. Mientras el torazo retornaba al redondel, el consejero alis¨® el terno, se atus¨® el pelo, sonri¨® a la afici¨®n y encendi¨® un pitillo.
El Miura, manso declarado y vergonzante, no fue mucho m¨¢s manso que sus hermanos, aunque lo pareciera. Incluso result¨® menos peligroso. Los Miura tra¨ªan mansedumbre y bronquedad para dar y para regalar. Lo que no tra¨ªan era pitones. Cornicortos, astigordos, con una curvatura extra?a a la forma geom¨¦trica que es propia de las cornamentas limpias, infund¨ªan serias sospechas acerca de su integridad. En fin, mejor para los toreros, pues s¨®lo les hubiera faltado que los toros presentaran buidas y desarrolladas las astas, en aquellas circunstancias.
El propio toro de rejoneo, siendo mocho, le peg¨® una cornada profunda a un caballo, alcanz¨® a otro sin llegar a calarlo y Javier Buend¨ªa, despu¨¦s de ejecutar con pericia campera el. ejercicio de la garrocha, hubo de aliviarse en las suertes de banderillas, para no dejar hecha unos zorros su excelente cuadra. Porque el toro a?ad¨ªa sentido a la mansedumbre.
En el sentido estrib¨®, precisamente, el peor peligro de los miuras. S¨®lo el cuarto de lidia ordinaria embisti¨® sin buscar el bulto y Jos¨¦ Antonio Campuzano aprovech¨® para muletearlo en redondo con oficio y, sobre todo, para recrearse toreando al natural en una tanda que supo a cante grande. Sus compa?eros de cartel seguramente observar¨ªan con envidia la embestida apacible del Miura, despu¨¦s de los muchos sobresaltos que otros miuras les hab¨ªan hecho pasar... y lo que les quedaba a¨²n. Pero a Jos¨¦ Antonio Campuzano le hab¨ªa asimismo la cornada en el primer toro y resolvi¨® bravamente la papeleta.
Igual que Manili en el segundo. Y Tom¨¢s Campuzano, que consinti¨® lo que no est¨¢ escrito y se jug¨® la vida para sacar unos cuantos muletazos hondos a los dos pregonaos de su lote: un Miura resabiado y un sobrero Murteira pregonao de intenciones asesinas. En legionarios hubieron de convertirse estos toreros, con la bronca mansada. El p¨²blico no sal¨ªa de su asombro cuando despu¨¦s de los m¨²ltiples incidentes que acaecieron para prenderle una sola banderilla al apabullante salinero, fue Manili y se puso a pegarle derechazos. Estos tres jabatos, Manili y los hermanos Campuzano, son los aut¨¦nticos h¨¦roes de la feria.
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