Reivindicac¨ª¨®n de la sutileza
Los problemas medioambientales no pueden separarse de los territoriales, pues derivan de los usos de un determinado potencial geogr¨¢fico. Este potencial constituye un territorio que se manifiesta en forma de paisaje. En tal marco se desarrollan la actividad actual y las pretensiones futuras, con obligatorias adaptaciones, con inevitables cambios. El equilibrio es tan sutil que para que no hubiera da?os ser¨ªa indispensable actuar siempre con delicadeza. Todos sabemos que tales maneras son absolutamente infrecuentes. Es evidente que a nuestro territorio se le trata habitualmente sin contemplaciones.Nuestro medio natural es rico, variado. Nuestros diversos paisajes naturales poseen siempre calidad. La negativa mentalidad que los presenta como obst¨¢culos, como propicios al desierto y la cat¨¢strofe, es radicalmente falsa y utiliza tal ficci¨®n m¨¢s para justificar actuaciones econ¨®micas, t¨¦cnicas e incluso intelectuales que para corregir esos supuestos defectos.
Destrucci¨®n
Nuestro paisaje hist¨®rico muestra con gran frecuencia la imagen de una estructura geogr¨¢fica armoniosa. La desaparici¨®n acelerada de esa armon¨ªa es tan evidente que no necesita comentarios. Pero la falta de atenci¨®n a esa destrucci¨®n y su sustituci¨®n por una trama territorial y ambiental disarm¨®nica e incoherente s¨ª requieren correcci¨®n. La mentalidad que quiere presentar tales cambios como resultados del progreso est¨¢ claro que comete un enga?o para encubrir un mero af¨¢n de lucro. Los problemas fundamentales radican, pues, no en el medio sino en nuestra conducta. Se podr¨ªa decir que hay una ruptura en nuestra acci¨®n. Es tal, en ocasiones, la agresi¨®n al ambiente que no ser¨ªa exagerado hablar de actuaciones hostiles -al menos, nada tienen de amistosas-.
Disociada, d¨¦bil, relegada a un nivel pol¨ªtico menor, nuestra tutela ambiental es bastante ca¨®tica y, como si esta cuesti¨®n no fuera urgente, es tambi¨¦n m¨¢s o menos ap¨¢tica. En cualquier caso, no es prioritaria, en¨¦rgica y activa. Esto ¨²ltimo se reserva a la acci¨®n ciudadana.
Es indispensable reorganizar nuestro ordenamiento administrativo y pol¨ªtico, no s¨®lo coordin¨¢ndolo, sino d¨¢ndole la entidad, el poder, que a¨²n no tiene. Mientras el concepto de medio ambiente se deteriora por el verbalismo, por la frivolidad -incluso la manipulaci¨®n- con que se usa en determinadas ocasiones, por su aprovechamiento por colonos que ya lo explotan, no es nada bueno que no se extiendan la conciencia y la cultura ambientales, el sentido de deber ambiental. Es muy poco conveniente que no seamos capaces de consolidar y ejercer su pol¨ªtica en el nivel de eficiencia y vigor adecuado a nuestro tiempo.
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