Mujeres en la noche
El 11 de mayo, a las dos de la madrugada, se transmit¨ª¨® un debate en el fondo de la noche. Estaba concebido para que no se viera o s¨®lo lo presenciaran los noct¨¢mbulos. Era, en efecto, un debate al que ¨²nicamente pod¨ªan acceder adultos patol¨®gicos, puesto que se emit¨ªa en horas dif¨ªciles o porno y estaba interpretado por mujeres. Celia Villalobos, del PP, y la ministra Matilde Fern¨¢ndez fueron las contrincantes, que hum¨ªldemente accedieron a esa funci¨®n.Era imposible imaginar que el espectador, tras haber sido sometido a otras dos interminables pol¨¦micas a cargo de seis candidatos machos, hubiera mantenido su vigilia hasta entonces. En consecuencia, la se?ora Villalobos ni siquiera puso inter¨¦s en cambiar el traje color crema que le conocemos, y Matilde se adecent¨® modestamente, aunque muy limpia, con un aderezo en la solapa. El asunto radicaba en discutir la conveniencia o no del Ministerio de Asuntos Sociales. Una cuesti¨®n razonablemente marginal. Pero todo adquir¨ªa un aspecto suburbial en un plat¨® casi vac¨ªo, donde Fernando J¨¢uregui se afanaba por caldear, asegurando que se hallaba asistiendo a un debate "absolutamente apasionante". No les dieron m¨¢s de media hora para cruzar argumentos y concluir habl¨¢ndose de t¨², puesto que se sent¨ªan como en un solitario restaurante.
Tienen mucha raz¨®n las mujeres cuando se quejan de tales recibimientos. S¨®lo se las tolera en los andenes, en cuestiones donde aparecen las puntillas de la sentimentalidad y las apuestas se consideran de calderilla. Lo que ten¨ªan sin embargo, entre manos era, nada menos, que la atenci¨®n a los ancianos, a la juventud conflictiva, los problemas espec¨ªficos de la mujer, el sida, la minusval¨ªa, etc¨¦tera. Cuestiones grandes, que s¨®lo postergar¨ªa una sociedad sin dignidad. Pero es preciso pernoctar para hablar de ciertas desdichas.
No pudieron ser brillantes.
No estuvieron ellas ni bien ni mal. Pero, en esencia, las mujeres suelen estar menos bien cuando se empe?an, con la pol¨ªtica y otras actividades, en mimetizar los discursos de los hombres. Se echa de menos en la campa?a la emergencia de un lenguaje femenino m¨¢s encarnado y concreto. Victoria Camps, ahora entre los potenciales senadores del PSOE, escribi¨® en su libro, Virtudes p¨²blicas, sobre el peculiar aporte que la condici¨®n femenina podr¨ªa introducir en la acartonada vida pol¨ªtica. Precisamente hoy, en que el encanallamiento masculino cruza la campa?a, algunas mujeres podr¨ªan terciar con un estilo desobediente. La misma Cristina Almeida ha venido siendo ejemplo. Ella ha conquistado a derechas e izquierdas con otros modos. Probablemente, si Anguita no se enredara con los demonios, habr¨ªa descubierto mejor su gran carta femenina al final del siglo XX.
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