Wim Wenders disfraza de cine trascendental a un mediocre suced¨¢neo anticinematogr¨¢fico
Lo peor no es que Wim Wenders intente hacer pasar por arte cinematogr¨¢fico a un deleznable suced¨¢neo de cine, sino que lo consiga. Tan lejos, tan cerca es una continuaci¨®n nacida con f¨®rceps y regla de c¨¢lculo de El cielo sobre Berlin. Y si ¨¦sta era una pel¨ªcula de fondo falsario, su una prolongaci¨®n no llega a eso, porque carece por completo de fondo. Es dif¨ªcil encontrar tantas simplezas juntas tantas vaciedades acumuladas como las que re¨²ne Wenders en las tres horas como tres siglos de esta, es un decir, pel¨ªcula.
Los optimistas auguran un fracaso a Tan lejos, tan cerca; mientras los pesimistas -y si lo son es porque conocen mejor que aqu¨¦llos el terreno que aqu¨ª pisan- temen que ya hay en la lista de premios de Cannes 93 un lugar vac¨ªo para que el d¨ªa 24 se llene con ese t¨ªtulo: el vac¨ªo llama al vac¨ªo. Es una consecuencia de que, tras la proyecci¨®n del filme, se formaran corrillos de iluminados en el arte de hacer distingos celestiales en las malas tripas del cine. La cinefilia divina se desat¨® la melena hace dos d¨ªas ante la aparici¨®n de san Peter Greenaway y ahora encuentra en la de san Wim Wenders nuevos signos tealogales para que el desmelenamiento siga.Por suerte, frente a tanta credulidad, quedan en las aceras de Cannes ecos de las risotadas de quienes se tomaron a guasa esta involuntariamente divertida pel¨ªcula alemana, lo que no deja de ser un s¨ªntoma de buena salud en los ojos. Pero el hecho de que se produzca este claroscuro de contrastes no deja de ser lamentable, pues fuerza a tomar como un asunto serio y, digno de discusi¨®n una tan indiscutiblemente boba pel¨ªcula como ¨¦sta. De nuevo, como ocurri¨® con El cielo sobre Berl¨ªn, nos encontramos a estas alturas, del siglo XX en pleno debate medieval sobre el sexo de los ¨¢ngeles.
Porque de ¨¢ngeles sigue siendo este segundo cap¨ªtulo de la farsa. En ella est¨¢n, adem¨¢s de los ya conocidos angelitos de El cielo sobre Berl¨ªn: Bruno Gariz, Peter Falk, Solveig Dornraartin y Otto Sander, otros nuevos y probablemente m¨¢s angelicales, como Lou Reed, Willem Dafoe, Nastassia Kinnski y, as¨ª como suena, el mism¨ªsimo Mija¨ªl Gorbachov, que suelta ante la c¨¢mara de Wenders un discurso humanista y metaf¨ªsico literalmente tronchante, sobre. Europa, el destino de los pueblos, la fraternidad universal y la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn; ca¨ªda -o tal vez batacazo- hist¨®rica, cuya paternidad nadie le niega y as¨ª le van las cosas: haciendo de figurante en una de las peores pel¨ªculas del milenio.
Del batacazo del muro de Berl¨ªn proviene este otro batacazo de menor cuant¨ªa: el derivado del error de c¨¢lculo de Wennders, que olfate¨® un buen negocio, pero que no supo medirlo ni organizarlo de forma objetiva, sino que por el contrario personaliz¨® y subjetiviz¨® su proyecto, y la vanidad pudo con ¨¦l, jug¨¢ndole una mala pasada. Wenders ten¨ªa y tiene atravesada en la garganta la espina de que lo mejor, lo m¨¢s c¨¦lebre y m¨¢s celebrado de El cielo sobre Berl¨ªn es con superioridad astron¨®mica sobre todo lo restante, la maravillosa escritura de Peter Handke, y quiso quitarse de encima de sus tendencias megalomaniacas este fardo, por lo que decidi¨® de forma insensata escribir ¨¦l mismo el gui¨®n de Tan cerca, tan lejos.
Escribir cine
Wenders es un buen productor. y un habilidoso director, pero en cuanto escritor es una pena viviente: no le sale ni una frase digna de ser visualizada o simplemente dicha. De esta manera, a la elemental armaz¨®n narrativa y documental del filme, se superpone una indigerible, opaca y bobalicona verborrea, que hunde, aplasta y acaba anulando la escasa entidad de las im¨¢genes, las situaciones y los esbozos, siempre inacabados, de los personajes. Tan superficial y tan solemne es el tono de la escritura que, pese a estar mejorada por la concisi¨®n a que obligan los subt¨ªtulos, parece un plomizo parlamento seudopo¨¦tico, reducido a la cultura de mesa-camilla propia del Readers Digest.Y as¨ª, una de las jornadas mas esperadas de Cannes 93, se convirti¨®, como casi todas las celebradas hasta ahora, en una nueva y cada d¨ªa m¨¢s inaguantable invitaci¨®n a la desesperaci¨®n y al bostezo perpetuo. Estamos a mitad de camino del concurso y hasta el momento s¨®lo hemos visto una o, con indulgencia, dos pel¨ªculas, dignas de concursar. Hac¨ªa muchos a?os que este gran festival no era tan peque?o, que el m¨¢ximo encuentro mundial del cine fuese un desencuentro tan inapelable.
Y, sin embargo, hay cine verdadero en Cannes. Pero ¨¦ste puede encontrarse fuera de la secci¨®n oficial: en las secciones paralelas o en el complemento casi c¨®mplice de la Quincena de los Realizadores. All¨ª, en el caldo de cultivo de la marginalidad, se encuentran im¨¢genes y palabras dignas de la tradici¨®n de esta celebraci¨®n del cine.
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