Aviso urgente a los contrincantes
Suelo decir que Antonio Gramsci forma con Rosa Luxembourg la m¨¢s ilustre pareja de intelectuales que cri¨®, apenas a tiempo, el comunismo, antes de abominar definitivamente de la funesta man¨ªa de pensar. Pues bien, Gramsci advirti¨® de que la expresi¨®n "lucha ideol¨®gica" era una torpe met¨¢fora que m¨¢s val¨ªa no usar o que, de usarla, hab¨ªa que hacerlo con toda la precauci¨®n de no perder de vista la decisiva diferencia de que mientras en la lucha f¨ªsica o la guerra era v¨¢lido y conducente a la victoria atacar los puntos d¨¦biles del adversario, en la mal llamada lucha ideol¨®gica s¨®lo era, en cambio, procedente acometer los puntos fuertes.El jovenc¨ªsimo Men¨¦ndez y Pelayo de los Heterodoxos (libro en el que invent¨® el g¨¦nero que yo llamo "libro infierno", pues van a parar a ¨¦l todos los malos, y que fue cultivado por Lucaks con su El asalto a la raz¨®n) contraviene la sabia prescripci¨®n gramsciana con sus representaciones musculares del pensar: "atletas de la escol¨¢stica" "potencia intelectual", "asentar verdades como el pu?o", "contundente en casi todo lo que es filosofia pura y monumento de inmenso saber y de labor herc¨²lea", "era su erudici¨®n la del claustro, encerrada casi en los canceles de la filosofia, escol¨¢stica, pero ?c¨®mo hab¨ªa templado sus nervios y vigorizado sus m¨²sculos esta dura gimnasia!", "todo lo recorri¨® y lo tritur¨®, dejando dondequiera inequ¨ªvocas muestras de la pujanza de su brazo", "moli¨® y tritur¨® como cibera a los d¨¦biles partidarios que en Sevilla comenzaba a tener la nueva filosofia ecl¨¦ctico-sensualista del Genovesi y de Verney", "en cabeza suya asest¨® el padre Alvarado golpes certeros y terribles" (Heterodoxos, VI-3-VII, VI-4.-I y VII-2-V).
El gramsciano rechazo de la mera noci¨®n de lucha ideol¨®gica es, a la postre, lo que me pone diametralmente en contra de los que celebran como un gran adelanto democr¨¢tico la introducci¨®n de debates electorales en Espa?a. Antes por el contrario, lo deploro como una vuelta de tuerca m¨¢s al ya bastante avanzado encanallamiento y prostituci¨®n de la palabra.
El debate televisivo es una perversi¨®n s¨®lo capaz de complacer a mentalidades primitivas, casi paleol¨ªticas, como las del regresivo agonismo norteamericano, que no puede entender nada de nada como no se le presente en t¨¦rminos de ganador y perdedor. Y no es que no haya antecedentes europeos: en las disputationes acad¨¦micas de Salamanca, en los siglos XVI y XVII, parece ser que los "ergos" se contaban como hoy se cuentan los goles en el f¨²tbol: "?Fulano le ha metido diez y nueve ergos a Mengano!". Estas disputationes universitarias fueron despu¨¦s, con toda raz¨®n, consideradas como la m¨¢xima degradaci¨®n intelectual.
Caballo ganador
Quiz¨¢ no sea un azar que tal enfermedad resurja, en otra forma, precisamente hoy, cuando "opinar algo" o incluso "propugnar algo" o "ser partidario de algo" suele ser sustituido por "apostar por algo", como si fuese a caballo ganador, y empez¨¢ndose ya a difuminar, por consiguiente, la diferencia entre qui¨¦n se desea que gane en unas elecciones y qui¨¦n se cree que las va a ganar. La actual norteamericanizaci¨®n de la antigua disputatio le a?ade algunos rasgos pugil¨ªsticos, sin abandonar los cl¨¢sicos de esgrima: la contundencia del directo a la mand¨ªbula es compatible con la agilidad de una finta de florete; lo que no cabe es una sola palabra leal, que es tanto como decir una palabra digna de este nombre, que excluye la contundencia, la astucia, la eficacia, no menos que todo efecto de sorpresa, todo ardid de trinca o cualquier cosa, en fin, que la instrumente como un arte marcial.
Quienes, al aceptar debates electorales -y por tanto, a parti pris-, utilizan la palabra como arma de contienda, sepan al menos que al prostituirse as¨ª por la victoria no hacen sino profundizar la desmoralizaci¨®n de un p¨²blico ya corrompido hasta la m¨¦dula por el agonismo, por la irresponsable superficialidad de que lo que m¨¢s le guste sea que haya pelea, para poder jalearla con sus voces de "?Toma casta?a!", "?Ah¨ª le duele!", "?Ch¨²pate esa!"... Sepan al menos que se revuelcan en el fango.
Para quien todav¨ªa, a pesar de todo, guarde un quiz¨¢ ya in¨²til respeto. a la palabra, y que, por tanto, no saluda el debate electoral como un avance democr¨¢tico sino como una regresi¨®n a la barbarie, m¨¢s despreciable ser¨¢ precisamente el que demuestre m¨¢s agilidad verbal, m¨¢s rapidez de reflejos, m¨¢s ingenio ret¨®rico, m¨¢s riqueza de im¨¢genes, o sea, en una palabra, el que re¨²na en mayor n¨²mero las condiciones id¨®neas para aquel efecto por el que se suele merecer del p¨²blico ser proclamado "'vencedor".
es escritor.
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