La escultura y su dibujo
Presenta esta exposici¨®n una de las tres colecciones que, junto a las dedicadas a la legendaria Suite Vollard, de Picasso, y a nuestra pl¨¢stica de las tres ¨²ltimas d¨¦cadas, integran los fondos que el Instituto de Cr¨¦dito Oficial ha orientado a la recuperaci¨®n de aspectos sustanciales del arte espa?ol de este siglo. La colecci¨®n se centra en el tema de los grandes protagonistas de nuestra escultura contempor¨¢nea, en un arco que se abre en el paradigma de las vanguardias hist¨®ricas y felizmente extiende su atenci¨®n hasta incluir algunos de los nombres clave en la ruptura conceptual que el medio ha establecido en estas dos ¨²ltimas d¨¦cadas.Resulta de agradecer el acierto impl¨ªcito por esa voluntad de articular un discurso que no s¨®lo se contente con evocar las claves incontestables que han jalonado la aventura heroica de la modernidad, sino que, a la par, prolongue naturalmente su relato hasta aquellos episodios que, por su inserci¨®n en nuestro propio tiempo, son, en buena parte, a¨²n una cuesti¨®n candente.
Una colecci¨®n de escultura moderna espa?ola con dibujo
Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Alcal¨¢, 13. Madrid. Hasta el 30 de junio.
La selecci¨®n establece as¨ª un continuo que se inicia con los grandes mitos de la vanguardia, desde Picasso, Mir¨®, Julio Gonz¨¢lez, Dal¨ª, Gargallo, Alberto o ?ngel Ferrant hasta el uruguayo Torres Garc¨ªa, indisociable de la g¨¦nesis de nuestra modernidad. Siguen, a su vez, nombres fundamentales en las renovaciones generacionales del arte espa?ol de la posguerra, con Oteiza, Chillida, Chirino, Alfaro, T¨¢pies, Palazuelo y Julio L¨®pez Hern¨¢ndez. La escultura m¨¢s reciente queda, en fin, encarnada por las obras de Susana Solano, Miquel Navarro, Juan Mu?oz, Schlosser y Plensa.
Pero el dise?o de la colecci¨®n posee adem¨¢s otros dos rasgos que confieren conjuntamente al proyecto una singular perspectiva. De un lado, al hecho de que cada artista est¨¦ aqu¨ª representado, adem¨¢s de por la escultura, por ejemplos de su trabajo en el dibujo. A su vez, las piezas escult¨®ricas seleccionadas son todas de peque?o formato. Mas aunque, en principio, esta uniformidad de tama?os pueda desequilibrar el car¨¢cter representativo de los trabajos a favor de aquellos escultores que, como Manolo Hugu¨¦ o aun el propio Oteiza, se han movido esencialmente en un umbral de dimensiones limitadas, semejante al que aqu¨ª los refleja, frente a aquellos otros cuya aportaci¨®n m¨¢s significativa se resuelve en una escala de mayor implicaci¨®n espacial, tambi¨¦n es cierto que esa uniformidad redunda en una adecuaci¨®n m¨¢s arm¨®nica del conjunto a lo que resulta uno de los rasgos distintivos de la colecci¨®n.
Me refiero, por supuesto, a esa voluntad de di¨¢logo entre la escultura y su dibujo que matiza la identidad tem¨¢tica del conjunto. Desde esa perspectiva, la contenci¨®n del tama?o de las piezas obtiene una resonancia m¨¢s acorde con la intimidad natural de un medio como el dibujo, acortando, por as¨ª decir, la distancia que entre ambos media y acentuando el paralelismo entre esa idea que se acota en el papel y la que se resuelve en un espacio de tres dimensiones.
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