Se olvid¨® de torear al natural
Enrique Ponce hizo un faen¨®n al sexto toro y se olvid¨® de torearlo al natural. Las cosas que ocurren en el toreo moderno. Hubo momentos bell¨ªsimos en esa faena, junto a otros de menor cuant¨ªa, y aquellos pasajes de est¨¦tica deslumbrante fueron cuando tore¨® por ayudados, a dos manos o a una, se incluye la mano izquierda, que para estos menesteres maneja el artista con primor.Estall¨® el entusiasmo del p¨²blico, los tendidos se convirtieron en un manicomio y tras el pinchazo inicial, que priv¨® a Enrique Ponce de salir por la puerta grande, se puso a pegar ayudados otra vez... Es su gran recurso. Pegando ayudados ha alcanzado la cima del escalaf¨®n, y all¨ª podr¨¢ permanecer todo el tiempo que le plazca sin variar para nada su repertorio. Nadie se. lo va a exigir, y el p¨²blico, menos.
Moura / Manzanares, Lozano, Ponce
Cinco toros de Jo¨¢o Antonio Rom¨¢o de Moura (tercero fue devuelto por inv¨¢lido), bien presentados, inv¨¢lidos, mansos, pastue?os. 6? sobrero de Puerto de San Lorenzo, bien presentado, inv¨¢lido, bravo y pastue?o.Jos¨¦ Mari Manzanares: pinchazo hondo ca¨ªdo tirando la muleta y echando a correr y tres descabellos (silencio); media atravesada a paso banderillas, rueda de peones y siete descabellos (bronca). Fernando Lozano: dos pinchazos -aviso-, pinchazo, bajonazo perdiendo la muleta, rueda de peones, tres descabellos y se tumba el toro (bronca); estocada desprendida (algunas palmas y pitos). Enrique Ponce: estocada trasera ca¨ªda (ovaci¨®n y tambi¨¦n pitos cuando saluda); dos pinchazos y estocada trasera ca¨ªda (oreja). Plaza de Las Ventas, 24 de mayo. 17? corrida de feria. Lleno.
Al p¨²blico, en el fondo, le trae sin cuidado el toreo. Tampoco le importa el toro. Mientras el torero pegue derechazos con gusto y armon¨ªa, all¨¢ penas si los recibe un torucho moribundo, se da por satisfecho. As¨ª fue la faena grande de Enrique Ponce. S¨®lo se ech¨® la muleta a la izquierda para dar unos pocos pases de escaso ajuste, los remat¨® con un precioso ayudado, y ya no se volvi¨® a acordar para nada del toreo al natural.
El ¨¦xito lo ten¨ªa en lo que sabe hacer mejor, en lo que realmente borda: un don exclusivo, un arte para abrochar las tandas a golpes de inspiraci¨®n, ora vaciando la embestida con el pase de pecho, ora someti¨¦ndola en la trincherilla, o bien cambiando, de mano para irse toreramente de la cara del toro.
Ese fue tambi¨¦n el toreo, de Enrique Ponce, que no es ni accesorio ni banal. El toreo de adorno o de recurso tiene su importancia. S¨®lo que el arte de torear se sustancia en la suerte al natural, que es quintaesencia de la tauromaquia. Por eso a la izquierda la llamaban la mano de los biyetes; la mano del toreo dif¨ªcil que no estaba al alcance de todas las capacidades y todas las valent¨ªas. Le sal¨ªa antiguamente a un torero cualquiera un toro tan obediente al cite y tan pastue?o, en la embestida como el que tuvo Enrique Ponce, y no bien hab¨ªa sentido en los pulsos de la mu?eca su boyant¨ªa, ya se estaba echando la muleta a la izquierda, ya lo estaba cargando la suerte, y a los dos compases ya hab¨ªa puesto la plaza en pie.
Los tiempos taurinos, sin embargo, han cambiado, no para bien. Los nuevos tiempos taurinos tienen otro p¨²blico, distintos toreros, y no se sabe si estos son consecuencia de aquel, o al rev¨¦s. Los nuevos tiempos taurinos aceptan que salte a la arena una colecci¨®n de inv¨¢lidos aborregados, y no s¨®lo eso, sino que un espada con cartel de artista sea incapaz de sacarles dos pases con mediano decoro. Tal fue el caso de Manzanares, que no los daba ni con la derecha ni con la izquierda. A su primer toro lo trapace¨® movido y a la hora de matar, pinch¨® donde pudo, tir¨® la muleta y apret¨® a correr. De poco se sale de la plaza. Al cuarto no lo quiso ni ver, quiz¨¢ porque gazapeaba.
Fernando Lozano hizo una faena largu¨ªsima al segundo toro, sin que le saliera el toreo, pese a los muchos pases. Al quinto no lo pudo torear, porque padec¨ªa invalidez total.
Enrique Ponce mulete¨® con pinturera superficialidad al tercer inv¨¢lido y puso golosilla a la afici¨®n. Luego vendr¨ªa la apoteosis por el faen¨®n que careci¨® de naturales. Bueno, tampoco se le deber¨ªa reprochar demasiado a Ponce: no es ni el primero ni el ¨²nico. Pero si se ha convertido en norma que salgan inv¨¢lidos los toros, que casi nadie toree cruzado, ce?ido ni ligado, y al natural menos, a esta fiesta no la salva ni san Seren¨ª.
Babelia
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