La solucion de Bertolt Brecht
Tras las protestas berlinesas de la primavera de 1953 y su brutal represi¨®n por las autoridades comunistas de la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana, Bertolt Brecht se preguntaba ret¨®ricamente en un poema sat¨ªrico si la mejor soluci¨®n para los problemas planteados por la revuelta no ser¨ªa que el Gobierno de Walter Ulbricht disolviera el pueblo y eligiese uno nuevo. Las gentes de buena fe creer¨¢n que este tipo de sarcasmos s¨®lo es aplicable a las dictaduras, que impiden a los ciudadanos nombrar a sus gobernantes a trav¨¦s de las urnas; un sistema democr¨¢tico, cuyos procesos electorales est¨¢n judicialmente controlados, descansa sobre el fundamento opuesto y garantiza a los votantes la plena libertad para ordenar sus preferencias, administrar sus temores y expresar sus rechazos.Sin embargo, se equivocan esos ingenuos. Dando la raz¨®n a la frase publicitaria acu?ada bajo el franquismo por el ministro Fraga y sus asesores (algunos visten hoy los h¨¢bitos de esa nueva orden de predicadores que dicen defender frente a un Gobierno democr¨¢tico las mismas libertades que sofocaban cuando serv¨ªan a la dictadura), Espa?a es diferente. El dicho marxiano seg¨²n el cual las tragedias suelen repetirse en la historia como farsas tambi¨¦n se confirma en este caso: los malos perdedores pretenden aplicar a nuestra monarqu¨ªa parlamentaria la f¨®rmula brechtiana ideada para un r¨¦gimen autoritario.
Resulta as¨ª que algunos publicistas han reaccionado ante la cuarta victoria consecutiva de Felipe Gonz¨¢lez con una severa sentencia que condena a penas infamantes a los nueve millones de espa?oles que depositaron el 64 su papeleta en favor del P.SOE. Con el gusto por la simplificaci¨®n t¨ªpico del fanatismo, estos nuevos Torquemadas acusan a los electores socialistas de avalar s¨®lo el pasivo de once a?os de una gesti¨®n de gobierno compuesta de aciertos y errores, logros y fracasos, promesas realizadas y ofertas incumplidas. No resulta sencillo distinguir la simple necedad de la mala intenci¨®n cuando esta implacable inquisici¨®n afirma que todos los votantes del PSOE respaldan las pr¨¢cticas corruptas (ejemplificadas por el caso Guerra o el caso Filesa) y hacen suyo el grito fernandino de ?vivan las cadenas! El derecho a decir tonter¨ªas tiene pleno amparo constitucional; pero esos inciviles sembradores del odio y la intolerancia dif¨ªcilmente pueden ignorar que muchos electores socialistas detestan la corrupci¨®n y empezaron a luchar por las libertades bajo el franquismo.
Esta aguerrida tribu de publicistas oculta ante la opini¨®n su doble condici¨®n de juez y parte en los pleitos; su aparente ecuanimidad es simplemente un ejercicio de simulaci¨®n. Los errores de predicci¨®n sobre el comportamiento electoral, producidos por el influjo de los deseos, causan incurables heridas narcisistas a unos pronosticadores supuestamente omniscientes que disfrazan como santa c¨®lera ante la injusticia el vulgar despecho ante la derrota; la tendencia a confundir los malhumorados s¨ªntomas del dolor de est¨®mago con los alarmantes indicios de la decadencia de Occidente ha jugado desde siempre malas pasadas a los profetas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.