La po¨¦tica del batidor
Ana Prada me pareci¨®, desde que la descubr¨ª en la sala de exposiciones de la Universidad de Valencia, en 1989, alguien a quien seguir con atenci¨®n. Su po¨¦tica de lo nimio y la atenci¨®n concedida al muro en donde se colocaban sus obras delimitaban las caracter¨ªsticas b¨¢sicas de su lenguaje. Por poner un ejemplo, una de sus piezas estaba hecha de un tri¨¢ngulo de metal y una peque?a paleta de madera: la existencia de esta obra depend¨ªa ¨²nicamente de su fr¨¢gil equilibrio al colocarse en el ¨¢ngulo de una pared. Evidentemente, el que la pared intervenga no ¨²nicamente como fondo, sino como un elemento m¨¢s de la creaci¨®n pl¨¢stica, aparece en autores como Jim Dine y Richard Serra, pero lo delicado de los objetos y su mezcla a sutiles elementos met¨¢licos confer¨ªan a estas obras un aire nuevo.Me dije entonces que aqu¨ª se un¨ªan aquel tradicional amor levantino por los materiales junto a algo tan femenino -en el sentido positivo del t¨¦rmino- como los utensilios de cocina o de tocador. Pero entonces Ana Prada tuvo, seg¨²n su propia expresi¨®n, "la suerte o la desgracia" de irse a Inglaterra.
Ana Prada
Galer¨ªa ?ngels de la Motta, Goya, 5, Barcelona. Hasta principios de julio.
En Londres, troc¨® lo artesanal por los objetos manufacturados y ah¨ª inici¨® otro procedimiento: el de cortar dr¨¢stica y limpiamente los objetos y completarlos con plastilina o silicona. De este modo, dos trozos de cuchara se metamorfosean en una forma vagamente a?os cincuenta; un segmento de exprimidor, en una obra abstracta, parodiando el posible formalismo de esta tendencia.
Si una lo piensa bien, hay algo de dada¨ªsmo y de surrealismo fr¨ªo en este transformar po¨¦ticamente los objetos cotidianos. Basta ver lo inquietante que resulta un trozo de bolsa de papel marr¨®n simplemente grapada a la pared, cuya forma evoca una capucha, un sexo femenino, una monta?a.
Pero adem¨¢s su trabajo est¨¢ fundamentado en la idea que la obra es su realizaci¨®n, acto formativo: Ana Pra construye cada exposici¨®n in situ, en cada galer¨ªa (grapando, encolando, etc¨¦tera). Por tanto, este trabajo participa tambi¨¦n de conceptos est¨¦ticos relativamente recientes, desafiando la noci¨®n de objeto cerrado en s¨ª mismo, acabado y perennemente conservable. Este hibridismo de estilos es a lo que se le puede llamar posmodernidad: no una negociaci¨®n de la vanguardia o un simple retorno al pasado, sino una relectura, desde par¨¢metros m¨²ltiples y distintos a los habituales, de grandes temas de la vanguardia.
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