Juan Pablo II trae a junio el paisaje de agosto
Los madrile?os acomodan su jornada laboral a los cortes de tr¨¢fico, y los coches abandonan el centro
La estancia del Papa en el centro de Madrid oper¨® ayer algunos milagros: la ciudad se vaci¨® de coches en plena jornada laboral; los ciudadanos descubrieron las ventajas del transporte p¨²blico; los sistemas sanitarios de urgencia del Ayuntamiento, el Insalud y la Cruz Roja se coordinaron por vez primera, y finalmente, los asistentes a la misa en la plaza de Col¨®n se las arreglaron para beber cantidades ingentes de agua sin necesidad de acudir luego al servicio. Tal vez fue ¨¦se el ¨²nico lunar en toda la jornada: no hubo retretes qu¨ªmicos n la zona, y por eso los cientos de miles de personas congregadas all¨ª tuvieron que incluir en su ofrenda un esfuerzo m¨¢s.
"Papa uno, aqu¨ª papa cero". La sala de mando de la Polic¨ªa Municipal de Madrid bull¨ªa ayer por la tarde con ¨®rdenes cruzadas. Informes de evacuaci¨®n, rutinarias notificaciones de atropellos o retirada de contenedores de basuras.Desde el puesto de control de los agentes locales, en la Casa de Campo, se divisa casi toda la ciudad a trav¨¦s de c¨¢maras de televisi¨®n. A las cuatro de la tarde, los monitores mostraban la M-30 casi desierta y el arranque de la carretera de La Coru?a en Moncloa con un tr¨¢fico de domingueros. "Cuando empiece el partido de f¨²tbol, a las 20.30, Madrid se va a quedar vac¨ªo", pronosticaba un suboficial d la Polic¨ªa. Municipal.
Los minutos previos a la ceremonia se viv¨ªan as¨ª: "Ya ha salido, ya ha salido", comunicaba con nervios a la sala de control una agente. La comitiva papal enfilaba la avenida de P¨ªo XII con una parsimonia calculada. A la misma hora, en la terraza de la cafeter¨ªa Manila en Callao, una decena de clientes se refrescaban a la sombra. Los autobuses urbanos eran los ¨²nicos ocupantes de la calzada.
Poco despu¨¦s, los equipos sanitarios de la Cruz Roja reclamaban con urgencia a la Polic¨ªa Municipal que se regase la calle de Serrano para que los desfallecidos se pudiesen refrescar tambi¨¦n.
"Aqu¨ª papa base, atentos al cruce por Rep¨²blica Dominicana". Con precisi¨®n de relojer¨ªa, el tr¨¢fico se reanudaba cada vez que la comitiva papal atravesaba una intersecci¨®n. El recorrido del papam¨®vil s¨®lo se encontr¨® con un tropiezo; el p¨²blico invadi¨® la calle de Serrano tras su paso y bloque¨® el acceso del veh¨ªculo en el que viajaba la infanta do?a Elena. "La primera autoridad no puede pasar", se atribulaban en el puesto de mando de la Polic¨ªa Municipal. Los agentes m¨¢s veteranos comentaban que el presidente del Gobierno, Felipe Gonz¨¢lez, circula al mismo ritmo que los motoristas municipales que le abren paso, mientras que el Rey prefiere: pasar lo m¨¢s inadvertido posible en sus desplazamientos por la capital.
La comitiva de Juan Pablo II tard¨® 12 minutos en recorrer los cinco kil¨®metros que separan la avenida, de P¨ªo XII de la plaza de Col¨®n, a una media de 20 kil¨®metros por hora. A trav¨¦s de los monitores de la Polic¨ªa Municipal se observaban numerosas calvas entre el gent¨ªo que ocupaba la calle de G¨¦nova, as¨ª como en las im¨¢genes tomadas desde el paseo de la Castellana. Concluida, la misa (a la que asistieron unas 800.000 personas, seg¨²n el Ayuntamiento, y unas 300.000 seg¨²n c¨¢lculos de este peri¨®dico) las calles se fueron abriendo hasta recobrar su pulso cotidiano.
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