"Hoy todo est¨¢ mucho m¨¢s sucio"
El d¨ªa en que Antonio G¨®mez Mesa se subi¨® a sus primeros zapatos de polic¨ªa supo que se hab¨ªa enganchado definitivamente al cuerpo. Patrullaba por las brisas de Barcelona, ejerc¨ªa de soltero, compart¨ªa el piso -a veces el sueldo- con un colega, tardaba meses en escribir a su madre, dorm¨ªa poco, trabajaba las 24 horas y sorteaba los peligros del barrio chino. Peligros que no acechaban en forma de navaja, pistola o pu?etazos, sino tras aquellas puertas que se abr¨ªan sol¨ªcitas y respetuosas, las copas gratis y rebosantes.
Todo el mundo quer¨ªa llevarse bien con la polic¨ªa, invitarle como fuera, y ah¨ª descansaba el peligro, en el culo de aquellas copas. "El polic¨ªa tiene que moverse entre la mierda sin mancharse. Y eso no se consigue siempre, es dif¨ªcil, muy dif¨ªcil".Pero el chico de ?vila intentaba aprender de sus mayores. Le atrajo la lecci¨®n de aquel polic¨ªa alto y con bigote, Noguerol, que le dijo: "Mira, a m¨ª me conocen todos los chorizos, pero a ti no. Cuando yo pase por tal sitio, fijate en qui¨¦nes huyen y les echas el guante". Aquello result¨® como una droga. "Aqu¨ª no hay que detener al asesino de Kennedy todos los d¨ªas, sino hacer el trabajo menudo de hormiguita". Y se dedic¨® a la heroicidad de lo cotidiano.
Se le sec¨® muchas veces la lengua ante la llamada del riesgo, aprendi¨® que aquello de alto, manos arriba, s¨®lo surte efecto en las pel¨ªculas, y que un hombre puede hacer, cualquier cosa con tal de no ingresar por 20 a?os en la c¨¢rcel.
Nadie se entrega porque s¨ª, y nadie se derrota (chiva) por amor a un polic¨ªa. El comisario de Retiro lleg¨® a conocer en sus a?os catalanes a aquellos chulo-putas que proteg¨ªan a varias mujeres, y una vez al d¨ªa la engalanban y la sacaban -¨¦l con su traje y tup¨¦, ella de se?ora- al cine o a cenar como si fuera su mujer. Cuando el chulo se derrotaba acerca de las ¨²ltimas fechor¨ªas de cualquier ladr¨®n, lo hac¨ªa por temor a la Ley de Vagos y Maleantes, norma efectiva donde las haya. Cualquier maleante ten¨ªa acceso a una visita de 15 d¨ªas en cualquier c¨¢rcel del pa¨ªs. Ahora no existen tales leyes y los chulos no lo son tanto. Se limitan a vivir a costa de ellas, y raro es quien protege a m¨¢s de una. Lo sabe ¨¦l, que tiene a 100 metros de su despacho, en la plaza de Jacinto Benavente, toda una colecci¨®n de los marginados m¨¢s degradados del pa¨ªs. La s¨ªfilis o el sida s¨®lo suponen una an¨¦cdota m¨¢s en esas esquinas de prostitutas embarazadas, mancas y cojas.
La plaza de Benavente le suena de cuando dej¨® su pueblo de ?vila para instalarse en una pensi¨®n y examinarse de bachiller. Nadie le dir¨ªa entonces que iba a volver 42 a?os despu¨¦s como comisario de la plaza de Benavente, de la de Santa Ana, de los bares de la calle de las Huertas, de los jardines del Retiro y de todo el distrito. Y al volver lo encuentra sucio. S¨ª, hace 20 o 30 a?os hab¨ªa ladrones y asesinos, miseria y derrota, y barrio Chino de Barcelona.
Pero cuando lleg¨® a ese barrio hace seis a?os se encontr¨® la miseria a¨²n m¨¢s deshuesada. "Todo, todo est¨¢ hoy mucho m¨¢s sucio. La plaza de Benavente, por ejemplo, se ha degradado desde 1978, y as¨ª muchas cosas".
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