Reto hist¨®rico
TRENZAR UN Gobierno de coalici¨®n -en este caso entre socialistas y nacionalistas-, en una democracia carente de precedentes en estas lides, es una operaci¨®n de alto vuelo y no pocas dificultades. Est¨¢ claro que ¨¦se es el dise?o ¨®ptimo para asegurar la estabilidad, aprovechar la legislatura y culminar la resoluci¨®n del pleito hist¨®rico nacionalismos-Gobiemo central. As¨ª lo han advertido los sectores m¨¢s avisados de la sociedad espa?ola, entre los que se incluyen destacadamente distintos foros econ¨®micos y empresariales e incluso, muy significativamente, algunos n¨²cleos sindicales.Pero la bondad del prop¨®sito desde el punto de vista de los intereses generales y los datos objetivos de coincidencia entre el PSOE, CiU y PNV en asuntos capitales no garantizan por s¨ª solos el ¨¦xito de la propuesta. Existe una historia de desencuentros pol¨ªticos y personales, la realidad de que las formaciones pol¨ªticas implicadas son adversarias en el terreno electoral y los problemas derivados de sus expectativas y las de sus l¨ªderes.
Esta semana ha registrado pasos de gran calado -aun en el terreno de la aproximaci¨®n- en este proyecto. El asentimiento org¨¢nico de la direcci¨®n del PSOE al protagonismo de su secretario general en la pol¨ªtica de alianzas -lo que no implica unanimidad de entusiasmos-; la claridad de Felipe Gonz¨¢lez en sus conversaciones con Pujol y Arzalluz al plantear el proyecto no como una suma de objetivos coyunturales y partidistas, sino como una operaci¨®n de Estado; y la actitud receptiva, pese a las reticencias iniciales, demostrada por sus interlocutores, son algunos de esos estimables avances. Disciplinado el PSOE en esta primera fase, ?por d¨®nde pueden surgir las principales trabas?
Es previsible que, aparte de los relativos resquemores hist¨®ricos -de distinta naturaleza entre un PNV que gobierna Euskadi con los socialistas y una CiU que, a su vez, es una coalici¨®n de partidos-, las dificultades procedan de las expectativas pol¨ªticas a medio plazo de estas formaciones y sus dirigentes. Catalu?a y el Pa¨ªs Vasco celebrar¨¢n sus elecciones en el curso de la legislatura que: ahora se inicia. Atendiendo a la l¨®gica partidista de los dos nacionalismos, hay que entender que se planteen el interrogante sobre c¨®mo afectar¨ªa el Gobierno de coalici¨®n que propone Gonz¨¢lez a sus intereses electorales: en el caso del PNV, si eso pudiera restarle bazas en una fluida situaci¨®n en la que el desenlace de la cuesti¨®n terrorista variar¨¢ sensiblemente las coordenadas de la pol¨ªtica vasca; en el caso de Jordi Pujol, si eso le mermar¨ªa activos para la renovaci¨®n de su mandato en 1996. En ambos, si la coalici¨®n diluir¨ªa el perfil propio de cada formaci¨®n ante su electorado.
Es ¨¦ste un planteamiento crudo, o, si se quiere, realista. Pero debe hacerse, independientemente de que consideremos que la peque?a pol¨ªtica nunca debe primar sobre la pol¨ªtica de Estado, y que estas cuestiones deben ser consideradas secundarias a la hora de una operaci¨®n adecuada para resolver los graves problemas a los que se enfrenta Espa?a en los pr¨®ximos cuatro a?os. Adecuada para Espa?a, es decir, beneficiosa para los espa?oles, y entre ellos -aunque resulte obvio reiterarlo- para los ciudadanos catalanes y vascos.
Pues, bien, la respuesta a esos interrogantes partidistas parece tambi¨¦n clara por dos razones. Primera, un Gobierno estable y s¨®lidamente apoyado en una amplia mayor¨ªa parlamentaria puede obtener ¨¦xitos en la reactivaci¨®n. econ¨®mica durante la primera fase de la legislatura, que naturalmente ser¨ªan capitalizados por todos sus socios -precisamente en tomo a la coyuntura electoral de las dos autonom¨ªas hist¨®ricas-. Segunda, ?perdonar¨ªa un gran segmento del electorado atra¨ªdo el 6-J por los nacionalistas su contribuci¨®n, aun indirecta, a una legislatura turbulenta?; ?acaso no se sentir¨ªa decepcionado si sus elegidos optasen por retraerse en el momento en que es necesaria una gran apuesta y tras haber prometido que ahora decidir¨ªan? ?le bastar¨ªa un esquema suced¨¢neo -alg¨²n tipo de pacto parlamentario- cuando es posible un modelo original -la coalici¨®n-?; ?acaso los correctos, pero no excelentes, resultados de CiU y PNV en las legislativas no prefiguran futuras huidas de votantes hacia las formaciones principales -PSOE y PP- en caso de comprobarse la escasa utilidad de su anterior voto? Desde luego que un pacto de esa naturaleza transformar¨ªa el perfil de los nacionalismos, primando su impronta cooperativa sobre la din¨¢mica de enfrentamiento. Pero ser¨ªa beneficioso para todos. Incluidos ellos mismos.
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