Bosnios de Legan¨¦s: "Cansados de nada"
Ven la televisi¨®n por separado: la divisi¨®n es por etnias, no por canales. Los refugiados bosnios de Legan¨¦s miran las noticias en silencio. Apenas se escapa un murmullo ante el tableteo de las armas. Esa guerra es la suya y parece que no va a acabar nunca. Se sienten cansados de esperar, de estar lejos. "Estamos cansados de nada", resume F¨¢tima.Cuando llegaron, en diciembre, eran 105 (serbios, croatas, musulmanes y mixtos). Ahora quedan 71 que a¨²n no han encontrado a donde ir: la mayor¨ªa son madres solas con hijos. Los responsables pretenden que, despu¨¦s del verano, todos est¨¦n ubicados fuera del albergue que les ci?e entre dos autopistas.
"No vamos a tener aqu¨ª a la gente aislada. Intentamos que se integren y han empezado a aprender espa?ol", afirma Camino Puente, directora del centro de acogida instalado en el antiguo colegio Numancia.
Sus planteamientos coinciden con los de los desplazados: el regreso est¨¢ cada vez m¨¢s lejos, integrarse es la ¨²nica soluci¨®n. La marcha de la guerra incide en la vida cotidiana, insatisfactoria por la falta de empleo y casa. "La convivencia es buena para la situaci¨®n, pero el odio se reproduce entre ellos", se?ala Puente.
"Queremos trabajar", afirma F¨¢tima, economista de 41 a?os. Sakib, su marido -liberado de un campo de concentraci¨®n hace dos meses-, asiente. Los dos fuman sin parar, como si los cigarrillos acortaran la espera. El matrimonio tiene una ventaja sobre el resto: est¨¢ reunido y con sus dos hijos.
La pareja se sienta al fresco con otras dos refugiadas, Sniejana y Zula. "Siempre esperamos que algo cambie, pero todos los d¨ªas son desesperadamente iguales", reflexionan. Al margen de las excursiones -playa incluida-, escuchar noticias en serbocroata de una emisora de radio francesa y ver la televisi¨®n son las distracciones cotidianas.
Arriba, en una de las salas de estar, la pantalla est¨¢ encendida. "Llevamos casi siete meses aqu¨ª. Muchas veces tenemos crisis, porque no vemos futuro. Nos sobra tiempo para pensar", afirma una de las espectadoras, Violeta, profesora de m¨²sica, de 39 a?os. "?De qu¨¦ etnia somos? Por esa pregunta tenemos la guerra", coinciden. La sala vuelve a quedar en silencio, roto por los disparos de la tele.
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