Nueva realidad, nueva legalidad
Hay a?os en los que no pasa nada, y hay a?os en los que pasan siglos. Los nuestros son de ¨¦stos. Lejos de instalarnos en una beat¨ªfica edad de oro regida por las leyes del mercado y aliviada de que, al fin, la historia haya terminado, entramos de bruces a un tiempo de conflictos, fricciones y, sobre todo, de problemas aplazados durante los cincuenta a?os de la guerra fr¨ªa.Al derrumbarse la l¨®gica de la contienda entre la URSS y Estados Unidos, nos dimos cuenta de que hab¨ªamos sido rebasados; por una nueva agenda que se gest¨® en la realidad material, objetiva, pero tambi¨¦n en la realidad interior, subjetiva; y sobre todo en esa realidad, a la vez individual y colectiva, donde se dan la mano la persona y su sociedad, el sujeto y su cultura. En todos los casos, sin embargo, una nueva realidad exige una nueva legalidad.
Primero, la realidad de un planeta amenazado no s¨®lo por el holocausto nuclear, sino por los holocaustos diarios de la lluvia ¨¢cida, el efecto invernadero, la destrucci¨®n de la capa de ozono, la desforestaci¨®n, la contaminaci¨®n o agotamiento de las fuentes de agua pura, el lento avance de los desiertos... Un ecocidio diario promovido por nuestra indiferencia, nuestro egoismo, nuestra avaricia... Realidad, pero no legalidad.
Enseguida, la realidad de m¨¢s de la mitad del g¨¦nero humano, las mujeres y su derecho a salario igual por trabajo igual, su derecho a ser due?as de sus cuerpos, a decidir sobre su propia procreaci¨®n y a contar con sistemas de salud y de cuidado para ello. Mujeres con derecho a estar presentes y representadas en todos los consejos de la vida cultural, pol¨ªtica y econ¨®rnica... Realidad, pero no legalidad.
En tercer lugar, la realidad de una globalizaci¨®n de la econom¨ªa enfrentada a un proceso de part¨ªcularizaci¨®n nacionalista. La Aldea Global propone sistemas de comunicaci¨®n y producci¨®n por encima de las econom¨ªas nacionales. La Aldea Local se aferra a la cultura de la memoria y a sus formas m¨¢s tradicionales de asociaci¨®n, tribu, familia, clan, lenguaje, naci¨®n, religi¨®n. A menudo, esta lealtad se desborda en formas agresivas y regresivas de nacionalismo e integrismo religioso.
La contradicci¨®n entre integraci¨®n econ¨®mica mundial y resurrecci¨®n de particularismos ¨¦tnicos, religiosos y ling¨¹¨ªsticos est¨¢ conduciendo a fricciones extremas que ponen en jaque conceptos como la soberan¨ªa y el principio de no intervenci¨®n.
Desgraciadamente, las leyes e instituciones internacionales fueron olvidadas, burladas o minimizadas durante la guerra fr¨ªa. A falta de funci¨®n, periclitaron y hoy resultan insuficientes para dar cabida a conflictos que ya no dependen de la fuerza o voluntad de s¨®lo dos potencias, sino de la imaginaci¨®n jur¨ªdica y la capacidad diplom¨¢tica de la comunidad internacional misma... Realidad, pero no legalidad.
Una nueva legalidad internacional debe ser creada para dar cabida a la realidad de casi doscientos Estados independientes en un mundo independiente. Nuevas formas, nuevos l¨ªmites a la soberan¨ªa. Mecanismos efectivos para asegurar el cumplimiento del mandato de la seguridad nacional. Una representaci¨®n en los consejos internacionales que refleje mejor la actual composici¨®n de las fuerzas mundiales.
Sin esta nueva legalidad, continuar¨¢ desbord¨¢ndonos una realidad de tribalismos exacerbados, enclaves, guetos y limpiezas ¨¦ticas. Nadie querr¨¢ tomar esa responsabilidad y se la pasar¨¢ a otros. Mientras tanto, miles de mujeres, hombres y ni?os inocentes continuar¨¢n muriendo en Bosnia y Somalia hoy, en Bolivia y el Bronx ma?ana... Realidad, pero no legalidad.
El movimiento de poblaciones es otra realidad sin una legalidad correspondiente. Esta cuarta realidad es la de los trabajadores migratorios que constituyen, acaso, el verdadero puente entre la Aldea Local y la Aldea Global.
Son trabajadores, no son criminales. En un mundo de comunicaciones instant¨¢neas y de flujo instant¨¢neo de las fuerzas de mercado, necesariamente habr¨¢, tambi¨¦n, migraciones instant¨¢neas. Fluyen los productos; fluir¨¢ tambi¨¦n el trabajo, en obediencia a las demandas del propio mercado. El trabajador migratorio no puede ser objeto de xenofobia y racismo, de antisemitismo, antiislamismo, antiorientalismo o antilatinoamericanismo. Internamente, el trabajador migratorio debe ser protegido por la norma general que proh¨ªba la xenofobia y el racismo. Internacionalmente, quiz¨¢ ha llegado el momento de pensar en una declaraci¨®n universal de los derechos del trabajador migratorio o incluso en un sindicato internacional de trabajadores migratorios.
El caso espec¨ªfico de los refugiados me conduce a una quinta realidad: la del acentuado desnivel entre las econom¨ªas del Norte y del Sur. En el Sur viven las tres quintas partes de la humanidad, incluyendo a mil millones de seres en la miseria. Cuarenta mil ni?os, en el mundo subdesarrollado, mueren muertes in¨²tiles cada d¨ªa. ?Sabr¨¢ el Norte, en su conjunto y en sus componentes, cooperar con el Sur? ?Sabr¨¢n tanto el Norte como el Sur poner sus propias casas en orden y atender a los problemas aplazados por la guerra fr¨ªa y la carrera armamentista?
Dichos problemas unen al Norte y al Sur en una crisis compartida de sus civilizaciones urbanas. Gente sin hogar, violencia, droga, epidemias, educaci¨®n e infraestructuras en declive, pobreza. Detroit y Lima, Los ?ngeles y R¨ªo de Janeiro, Londres y El Cairo, comparten esta agenda aplazada y atroz.
La atracci¨®n del Norte no cesar¨¢ mientras persistan los infiernos del Sur. La Aldea Local recibe diariamente todas las tentaciones, pero ninguna de las realidades, de la econom¨ªas de lujo y la satisfacci¨®n inmediata. Como el m¨ªtico T¨¢ntalo, miles de millones de seres est¨¢n condenados a ver, sin poder tocar; a desear, sin poder comer o beber. Cuando los refugiados albaneses llegaron a Italia el a?o pasado pidieron en primer lugar que los llevaran a vivir a Dallas.
Los espejismos se desvanecen. S¨®lo la mejor¨ªa creciente de las econom¨ªas del Sur puede detener las olas de refugiados y racionalizar el flujo de trabajo migratorio. De lo contrario, el Tercer Mundo se instalar¨¢ -se ha instalado ya- en el coraz¨®n del Primer Mundo. Y no s¨®lo por efectos de atracci¨®n migratoria, sino por efectos de descomposici¨®n interna en el Norte mismo. Hay, en n¨²meros absolutos, tantos millones de pobres -treinta- en M¨¦xico como en Estados Unidos.
Realidad, pero no legalidad. ?Sabremos entrar al siglo XXI con un conjunto actualizado y efectivo de leyes que nos permitan, por lo menos, acercamos a estas cinco realidades: medio ambiente, mujeres, organizaci¨®n intemacional, trabajo migratorio y cooperaci¨®n Norte-Sur?
El siglo XXI ya est¨¢ aqu¨ª y nos pide respuestas.
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