Fernando Arrabal
Arrabal es, seg¨²n Milan Kundera, un jugador para quien nada resulta serio, y, a la par, un hombre que desaf¨ªa a los tribunales y la c¨¢rcel, algo que rara vez suele verse junto
El hecho que determina la vida del escritor Fernando Arrabal, seg¨²n su propia confesi¨®n, sucede en la ciudad de Melilla, el 17 de julio de 1936, cuando cuenta apenas tres a?os. Su padre, el teniente de Infanter¨ªa Fernando Arrabal, militar de izquierdas, es abordado en el cuartel por compa?eros de tendencia derechista, que han decidido adelantarse a los acontecimientos y sublevarse. En la sala de banderas le ponen al corriente de la situaci¨®n y le aconsejan que se ponga de su lado. Esto sucede a las cuatro de la tarde. A las ocho, el teniente Arrabal llama a sus compa?eros y les dice: "No quiero este trato de favor, soy como los dem¨¢s. Llevadme a la c¨¢rcel. Yo estoy a favor de la libertad". El teniente Fernando Arrabal es arrestado y condenado a muerte, acusado de "rebeli¨®n militar".-Toda mi vida he querido reproducir ese instante, las ocho de la noche, cuando mi padre se juega definitivamente su vida. Yo no he estado nunca a su altura, pero cuando he hecho actos suicidas, que sab¨ªa que lo eran, quer¨ªa reproducir el quijotesco acto del teniente Fernando Arrabal.
Uno de esos actos suicidas fue su Carta al general Franco, todav¨ªa en vida del dictador, una carta extra?amente escrita con amor, a pesar de que Franco era el hombre que m¨¢s da?o le hab¨ªa hecho, al condenar a muerte a su padre y prohibir toda su obra.
-Es cierto, yo le hablaba con amor, y esto sorprendi¨® a La Pasionaria. Vino a verme muy emocionada, me trajo un cenicero de plata y una medalla de honor, y me dijo: "Nosotros podemos perdonar, como usted lo hace, pero no podemos olvidar". Yo dir¨ªa que yo quiero perdonar y olvidar. Cuando yo tomo la pluma en ese momento lo s¨¦, pero quiero hacerlo, quiero reproducir el quijotesco acto del teniente Fernando Arrabal. Despu¨¦s, cuando me entero de lo que son los campos de concentraci¨®n en Cuba, hago el mismo acto de nuevo, yo s¨¦ que me va a traer consecuencias nefastas, pero no importa, esa noche escribo mi Carta a Castro, intentando ser como mi padre.
-?Es usted patriota?
-Algo menos que Cicer¨®n, que dijo: "Donde est¨¢n mis cojones est¨¢ mi patria". Algo menos que Cicer¨®n, pero creo que tengo los defectos y las virtudes de un espa?ol.
-?Lleg¨® a odiar a Espa?a?
-No, si Espa?a siempre me ha tratado muy bien. Espa?a me trata siempre como a un ni?o escandaloso, y tengo 60 a?os, y es muy grato. Yo no soy ese provocador que Espa?a cree que soy.
Arrabal es, seg¨²n Milan Kundera, un jugador para quien nada resulta serio, y, a la par, un hombre que desaf¨ªa a los tribunales y la c¨¢rcel, algo que rara vez suele verse junto. De su capacidad para desafiar a la autoridad ya hemos hablado; de su negativa a tomarse algo en serio quiz¨¢ den ejemplo sus opiniones pol¨ªticas.
Arrabal admira la sociedad del siglo IV antes de Cristo, donde se ten¨ªa presente lo que dec¨ªan Plat¨®n, Arist¨®teles...
-...donde hab¨ªa un loco maravilloso, Di¨®genes, que se masturbaba en p¨²blico; y cuando se lo reprochaban dec¨ªa: "Masturb¨¢ndome calmo mi sed sexual, qu¨¦ pena que no pueda calmar mi hambre rasc¨¢ndome la barriga". Este hombre tan original y tan estricto, cuando lleg¨® Alejandro el Grande a Atenas, estaba sentado solamente con una capa encima, y Alejandro le dijo: "Yo soy Alejandro el Grande, qu¨¦ me pides". Y Di¨®genes dijo: "Solamente que te quites de delante, que me est¨¢s tapando el sol". Yo creo que necesitamos gente as¨ª, gente de ese valor.
Recuerdo una noche incre¨ªble en la que Fernando Arrabal me habl¨® de formidables org¨ªas, en los alrededores de Par¨ªs o en galer¨ªas de Nueva York.
-Yo he visto cosas horrorosas y apasionantes; por ejemplo, he visto una pareja de enamorados intentando meterse el pu?o el uno al otro, entre llanto y...
-?Pero qu¨¦ queda de una org¨ªa, adem¨¢s de un dolor de cuerpo horroroso?
-Hay que tener en cuenta que yo no era nada m¨¢s que testigo. En una org¨ªa c¨¦lebre parisiense, Dal¨ª se enfad¨® conmigo porque, en el momento de la alta participaci¨®n, pens¨® que yo iba a participar, y yo, naturalmente, no puedo participar, ser¨ªa incapaz de participar en una cosa de ¨¦sas. Porque pienso que Dios, que me ha dado muchos regalos y que se ha mostrado muy generoso conmigo en muchas cosas, no se ha mostrado generoso conmigo en cuanto al cuerpo que me dio.
Hablamos luego de Jean Paul Sartre, confeso chupador de cl¨ªtoris, y del priapismo de Picasso:
-Picasso se levanta por la ma?ana con una soberbia erecci¨®n e inmediatamente dale que dale, y eso aburre, cansa, y las mujeres terminan por echarle o dejarle de amar. Al final de su vida, Picasso tiene una enfermedad corriente en un hombre de edad, tiene un problema de pr¨®stata y, como es comunista y los comunistas tienen tal culto a los americanos, en vez de ir a un cirujano franc¨¦s, que son los mejores para esta clase de operaciones, los inventores de toda la t¨¦cnica en este terreno, se va al hospital m¨¢s chic, m¨¢s elegante de Par¨ªs, el hospital americano. Naturalmente, hay un matarife americano que lo hace muy mal y le corta su priapismo. Llega al sur de Francia, a su casa, a su caser¨®n y se encuentra que ya no se le pone gorda, y entonces el horror para Picasso, ya no puede joder, ya no puede burlar, qu¨¦ horror, las mujeres no le van a querer, dice ¨¦l...
-?Desde d¨®nde hay que escandalizar ahora, usted que tanto ha escandalizado a Espa?a?
-El esc¨¢ndalo hoy en d¨ªa en Espa?a pasa por el Papa, la defensa del Papa, porque yo creo que hay que defender al Papa, hasta los que, como yo, no tienen la suerte de creer completamente. Yo soy un hombre que cree en Dios, que reza todas las ma?anas. No puedo rezar por la noche, porque la noche no se sabe cu¨¢ndo termina. Pero por las ma?anas, mi primer acto es rezar, y luego anotar mi sue?o. Creo que ha llegado el momento de defender al Papa, porque este hombre, que se la est¨¢ jugando continuamente, que est¨¢ pasando por el tonto de Coria, es el listo de Roma.
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