Dos amores a la vez
Un obispo y un cura, ahora senador, explican el proceso que les condujo a dejar la mitra y la sotana para casarse
A los 13 a?os entr¨® en el convento de las dominicas de Paraguay, a los 16 era novicia y a los 21 hac¨ªa los votos. Cuatro a?os despu¨¦s colgaba el h¨¢bito de religiosa y se casaba. Lo hizo con un sacerdote, que obtuvo la dispensa de Roma. Ella se llama Imelda, tiene 44 a?os. Secundino N¨²?ez, de 73 a?os, hoy senador de Paraguay, es su marido; hasta los 50 a?os fue cura y c¨¦libe. Tienen cuatro hijos. Su transici¨®n no fue dolorosa; como la de otros, que son mayor¨ªa. Jer¨®nimo Podest¨¢, obispo de la di¨®cesis argentina de Avellaneda hasta que fue suspendido a divinis, y su pareja, Clelia, con quien tiene seis hijos, tuvieron que exiliarse cuatro a?os en Per¨². Ambos colgaron la sotana por amar a una mujer, pero siguen queriendo a la Iglesia y luchan, desde dentro, por transformarla.Imelda, licenciada en Humanidades y Hemat¨®loga, escuchaba los comentarios radiof¨®nicos de Secundino -"Monse?or N¨²?ez", como recuerdan que todav¨ªa es llamado en Asunci¨®n (Paraguay)- cuando era novicia. Ya le impactaba. Luego inici¨® sus estudios universitarios. Secundino era su profesor. Comenz¨® entonces la relaci¨®n y el proceso de mutuo enamoramiento. "A veces, al terminar las clases, como era tarde, la llevaba en el coche al convento", recuerda Secundino, que compaginaba su tarea pastoral con la docencia en la Universidad de Asunci¨®n con la direcci¨®n del Instituto de Teolog¨ªa.
Los vientos del Concilio Vaticano II soplaban con fuerza, como relata Secundino: "Comenzaban a concederse licencias para abandonar el celibato y abrazarse a la vida matrimonial". N¨²?ez, desde el pasado mes de mayo senador por el movimiento Encuentro Nacional, que pretende romper el bipartidismo de los partidos Liberal y Colorado, comienza entonces el proceso de maduraci¨®n interna. 30 a?os despu¨¦s de ordenarse sacerdote se sumerge en una reflexi¨®n que dura cinco a?os, por si su amor por Imelda "fuera una fogata del momento, que arde en el coraz¨®n de los hombres y luego se apaga". Retiro tras retiro, el sentimiento, lejos de apagarse, se aviva.
Cr¨ªticas al seminario
Secundino cuenta en su proceso con la aquiescencia del nuncio apost¨®lico en Paraguay y de su episcopado, que le conceden tiempo y apoyo para madurar una decisi¨®n. En 1973 solicita la dispensa, "que me fue concedida en un mes y medio" y, dos a?os despu¨¦s se casa con Imelda en Buenos Aires. Ella hab¨ªa colgado ya sus h¨¢bitos de dominica, porque los aires reformadores del Vaticano II no entraban en su convento y por su amor a Secundino, que hoy no sabe responder si hubiera continuado con su ministerio de haber existido entonces el celibato opcional. Considera esta ley como un valor "cultural y moral incalculable", aunque Secundino sostiene que acabar¨¢ desapareciendo.Imelda reconoce que tienen problemas, como todas la parejas, generados fundamentalmente por los 29 a?os de edad que separan a la pareja. Eso s¨ª, ninguna crisis profunda. En el III Congreso Internacional de Sacerdotes Casados, que concluye hoy en Madrid, pocos recuerdan casos de curas casados cuya relaci¨®n haya concluido en divorcio, formal o de hecho. "Yo s¨®lo conozco el caso de una pareja que no madur¨®", se?ala Julio P¨¦rez Pinillos, coordinador del Movimiento pro Celibato Opcional (Moceop), que agrupa a 1.000 de los 7.000 curas cat¨®licos censados en Espa?a que est¨¢n casados. En el mundo suman unos 100.000.
"La experiencia", dice Imelda, "es muy rica". A?ade que sus maridos, los curas, porque lo siguen siendo, "son ¨ªntegros, verdaderos, incapaces de mentir o de ser infieles". S¨®lo tienen, a su juicio, un lastre: "Los defectos que adquieren a lo largo de la formaci¨®n del seminario". Lo dec¨ªa otra esposa, como recuerda Imelda, durante el Congreso: "El seminario se convierte en una f¨¢brica de hacer vanidosos y egoistas, porque les hace convertirse en el centro de todo".
La caridad cristiana que recibi¨® N¨²?ez de su episcopado -incluso ahora ejerce el ministerio de la Palabra en la Universidad Cat¨®lica, donde da clases, y entre los j¨®venes sacerdotes paraguayos, a los que dirige ejercicios espirituales, o celebra con una comunidad de amigos- no fue ejercida, por el contrario, con Jer¨®nimo Potest¨¢, de 72 a?os. Vicario General en La Plata y obispo de la di¨®cesis de Avellaneda entre 1964 y 1968, se enamor¨® de su secretaria, Clelia, durante un viaje que les llev¨® 1. 500 kil¨®metros al norte de su sede episcopal para "sacar de una adicci¨®n alcoh¨®lica a un cura". "Yo, que no hab¨ªa pensado jam¨¢s en romper el celibato, estuve abierto a partir de entonces a esa posibiIidad".
Separar a la pareja
Podest¨¢ present¨® su renuncia y qued¨® como obispo sin di¨®cesis. Le ofrecieron otros cargos y fue tentado para dejar el pa¨ªs. La cuesti¨®n era separarle de Clelia, algo que no consiguieron. "Cuando me suspendieron a divinis, en 1972, me puse a vivir bajo el mismo techo con ella. No ped¨ª la dispensa papal porque me parece vejatorio. Sigo siendo sacerdote y obispo y si salgo a la calle y veo un accidente act¨²o como sacerdote", se?ala. Incluso tuvo que exiliarse con su compa?era cuatro a?os en Per¨², a partir de 1974, por las amenazas de muerte recibidas por la triple A durante la dictadura militar argentina.Ama a Clelia y a la Iglesia. "Soy tan obispo como los dem¨¢s, porque tengo la sucesi¨®n apost¨®lica y pertenezco al colegio de los ap¨®stoles.. Con estos t¨ªtulos me atrevo a dirigirme al Papa, como lo hizo Pablo con Pedro en el primer concilio de Jerusal¨¦n para decirle que estaba actuando mal. Si Pedro no hubiera escuchado a Pablo, ahora todos los cat¨®licos estar¨ªamos circuncidados".
Podest¨¢, que tiene ahora mayor audiencia que cuando se dirig¨ªa a los fieles desde el p¨²lpito, espeta: "Yo ahora", como Pablo a Pedro, "le digo al Papa que est¨¢ equivocado y que no entiendo por qu¨¦ quiere excluir a la mujer y al matrimonio de la conducci¨®n de la Iglesia. Tambi¨¦n digo a mis colegas obispos que son timoratos; que mantienen una actitud de sumisi¨®n y empeque?ecen su papel de colaboradores del Papa. El Pont¨ªfice habla, decide, y los obispos callan. Tiene el monopolio de la verdad, del Esp¨ªritu Santo. Entonces el Esp¨ªritu qu¨¦ hace con todos los dem¨¢s, qu¨¦ hace con la gente que piensa de otra manera; ese Esp¨ªritu Santo est¨¢ muy maltrecho".
De sobrino a hijo
"Antes el cura ten¨ªa un hijo y era su sobrino. Ahora lo afronta". Jos¨¦ Ignacio Garc¨ªa, tiene 20 a?os, y es hijo de Jos¨¦, un cura rural malague?o que se cas¨® en 1969 con Adela. "Me sent¨ªa muy solo y no pod¨ªa mantener el celibato", explica Jos¨¦. "Fue muy honesto y valiente", a?ade Adela. Jos¨¦ da clases de religi¨®n en un instituto de Formaci¨®n Profesional. Tambi¨¦n tienen una hija, Alicia Maria, de 18 a?os."No me marca ser hijo de cura; adem¨¢s no lo vas diciendo por ah¨ª, como tampoco dices lo contrario", se?ala Jos¨¦ Ignacio, que estudia 20 de Medicina y no vive en casa. Vive su compromiso cristiano en una. comunidad que lucha por los desfavorecidos y reivindica el trabajo pastoral de sus padres y los j¨®venes como ¨¦l, que trabajan con mayor comodidad junto a no creyentes.
"No importa si se es c¨¦libe o no, y tampoco se puede decir que si¨¦ndolo uno se entrega m¨¢s. A muchos curas", abunda, "s¨®lo les sirve para estar detr¨¢s de una mesa firmando partidas de bautismo". Contrario al aborto, pero a favor de la utilizaci¨®n de los preservativos para combatir el sida, Jos¨¦ Ignacio, como su hermana o Ernesto, de 18 a?os y tambi¨¦n hijo de cura, trabajan para transformar la Iglesia. "Queremos que nos ame y no se preocupe s¨®lo de condenar o castigar", sentencian.
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