La memoria del horror (4)
Si hojeamos las estad¨ªsticas de la Comisi¨®n Estatal para el Registro de Cr¨ªmenes de Guerra en la Rep¨²blica de Bosnia-Herzegovina, la elocuencia a secas de las cifras dispensa de todo comentario: 650 testigos, 21.000 nombres de asesinados, 5.039 de criminales de guerra, 169 campos de concentraci¨®n, 172 aldeas arrasadas, 559 mezquitas destruidas... Como dice el gran periodista brit¨¢nico Robert Fisk, "es la memoria del horror".
?stos y otros testimonios irrecusables muestran la clara voluntad de los fundamentalistas panserbios ¡ªembebidos de una mitolog¨ªa sangrienta y anhelos seculares de desquite de la derrota del Campo de los Mirlos en Kosovo en el siglo XIV¡ª de exterminar a los musulmanes bosnios en el estricto sentido f¨ªsico del t¨¦rmino. Sin detenerme a repasar los m¨¢s sobrecogedores e indignantes, mencionar¨¦ tan s¨®lo el recogido por David Rieff en su excelente reportaje aparecido en el New Yorker, de labios del ex alto responsable del ACNUR Jos¨¦ Mar¨ªa Mendiluce.
El lance evocado se sit¨²a en la peque?a ciudad bosnia de Zvornic, en el momento de su ocupaci¨®n por el tristemente c¨¦lebre grupo de irregulares serbios conocido por "?guilas Blancas". "Vi", declara Mendiluce, "a ni?os bajo las orugas de los tanques, puestos all¨ª por hombres hechos y derechos y aplastados por otros hombres en posesi¨®n de su juicio ( ... ). Esta gente sigue una estrategia coherente. Su objetivo consiste en causar el m¨¢ximo de terror a la poblaci¨®n civil, destruir el m¨¢ximo de propiedad y ejercer el m¨¢ximo de violencia en mujeres y ni?os. Luego que los irregulares han cumplido su tarea, las autoridades establecidas -las milicias de Karadzic o la polic¨ªa- llegan all¨ª a restaurar el orden".
Las amenazas de crear un tribunal internacional para juzgar los cr¨ªmenes contra la humanidad cometidos en la antigua Yugoslavia, plasmadas en numerosas resoluciones y acuerdos -la ¨²ltima de ellas en el del 4 + 1 rubricado en Washington por Javier Solana-, son, como saben muy bien Milosevic, Karadzic, Mate Boban y cong¨¦neres, ejercicios de ret¨®rica para la galer¨ªa, pura letra muerta. Los criminales, conocidos de todos, viajan a Nueva York, Par¨ªs, Londres y Ginebra, recibidos con sonrisas y honores por los mismos que formulan "en¨¦rgicas protestas" en "t¨¦rminos duros e inequ¨ªvocos" ante la masa abrumadora de pruebas de genocidio y purificaci¨®n ¨¦tnica.
La comedia desempe?ada por las dos partes no enga?a a nadie. Radovan Karadzic, envuelto en su aura so?adora de poeta admirador de Walt Whitman, finge desconocer incluso la expresi¨®n limpieza ¨¦tnica, que articula torpemente en respuesta a una pregunta de los periodistas, como herido de ang¨¦lica estupefacci¨®n. ?Matanzas, pogromos, campos de muerte? ?Mera invenci¨®n de los muyahidin, los fundamentalistas isl¨¢micos que intentan dominar a Europa! El h¨¢bito de mentir sabiendo que se miente del que hablaba H. M. Enzensberger refiri¨¦ndose a los intelectuales y appar¨¢tchiki del Este, se ha perfeccionado en Belgrado y Pale gracias a la "creatividad, imaginaci¨®n e inventiva" en el embuste ensalzados por Dobrica Cosik, el defenestrado presidente de la federaci¨®n serbo-montenegrina en una de sus novelas hasta alcanzar las cimas de un arte.
?La biblioteca de Sarajevo fue incendiada por los "turcos" de Alia Izetbegovic para atraer la atenci¨®n sobre ellos y acusarnos de barbarie! ?Las mezquitas fulminadas a ca?onazos, obra de los muyahidin con el designio de movilizar la opini¨®n mundial contra los serbios! ?El reciente ataque ocurrido mientras redacto estas l¨ªneas al parque m¨®vil de los cascos azules en el barrio de Zetra, "un gui¨®n ingenuo escenificado por los musulmanes para sabotear las conversaciones de paz de Ginebra y provocar una intervenci¨®n militar"! ?La carnicer¨ªa en el cementerio de Sarajevo, "un acto medi¨¢tico de la presidencia bosnia para encubrir los fines expansionistas isl¨¢micos"!: algo as¨ª como si el doctor Goebbels aclarara que los jud¨ªos de Auschwitz se precipitaban a las c¨¢maras de gas para suscitar la compasi¨®n y atizar el furor de la propaganda antinazi. Objeto de una casi universal pero vana e hip¨®crita reprobaci¨®n, Milosevic, Karadzic, Seselj, se presentan como chivos emisarios de un compl¨® vaticano-islamista-germano. ?S¨®lo los nacionalistas rusos, sus hermanos griegos y la indefectible protecci¨®n de san Sava les ayudan a resistir, garantizan la victoria final del pueblo celeste cantando en el pesme o romancero en medio de las conjuras que lo amenazan!
Mientras el acuerdo de circunstancias de los l¨ªderes de la Gran Serbia Pura y Gran Croacia Pura de repartirse los despojos de Bosnia-Herzegovina atenaza a la Arm¨ªa bosnia y empuja a los leales a Izetbegovic a recurrir a los m¨¦todos de sus adversarios, la dureza de los combates y el p¨¢nico a la limpieza lanzan a las carreteras y caminos de las zonas controladas por los musulmanes a una masa aterrorizada y hambrienta imposible de cifrar: im¨¢genes crudas de miseria y dolor en el coraz¨®n de esta Europa de epidermis dura y ego¨ªsmo p¨¦treo, para la que la desaparici¨®n de un Estado soberano y agon¨ªa de una comunidad de dos millones y pico de almas son una noticia m¨¢s en el universo de zumbido y de furia denominado con singular clarividencia por Bush el nuevo orden mundial.
?Ad¨®nde ir¨¢n los centenares de miles de fugitivos asediados por todas partes, objeto inerme de abusos y violencia? Desde la ofensiva conjunta de croatas y serbios, el territorio de los fieles a la idea del Estado pluri¨¦tnico -ahora casi todos ellos musulmanes- se reduce a menos de un 10% de su suelo y se encoge todav¨ªa, sin continuidad territorial alguna, como una piel de zapa. Pese a la encarnizada resistencia de la Arm¨ªa, el mapa de Bosnia se convierte inexorablemente en una serie de ratoneras humanas, de seres api?ados en condiciones de angustia y precariedad peores que los de Sarajevo.
El 17 de julio, Alma me conduce al centro de la ciudad, a lo que fue en su d¨ªa el lujoso hotel Europa, transformado en albergue de refugiados despu¨¦s de su grave deterioro por los bombardeos. En el vest¨ªbulo asolado y vac¨ªo, carente de puertas y ventanas, varias mujeres platican sentadas en el suelo mientras muchachos j¨®venes juegan al f¨²tbol o al escondite, corriendo entre sus columnas y la saqueada terraza y parque contiguos, de los que no sobrevive ni un ¨¢rbol. Sesenta y cinco familias de un total de 276 personas habitan all¨ª, api?adas en las habitaciones: son refugiados de los alrededores de Sarajevo, de Foca, Vishegrad y Gorazde. Subimos dos pisos por una escalera sin pasamanos y entramos a una pieza unifamiliar con sof¨¢s, espejo, asientos de pl¨¢stico, rosarios musulmanes colgados en la pared y el escudo de Bosnia-Herzegovina.
El matrimonio formado por Jasminka Butinic e Ishak Crnogorcevic reciben a Alma efusivamente y nos ofrecen lo ¨²nico que nos pueden ofrecer: un bol de agua de rosas. Ambos viv¨ªan en los arrabales de Sarajevo hasta la invasi¨®n de mayo del 92."Los chetniks act¨²an como robots programados", dice ella. "Sin humanidad alguna. Asesinan, pillan e incendian. Muchos son mercenarios venidos de Rusia y Ucrania o delincuentes soltados por Milosevic de las c¨¢rceles serbias. Quieren imponer el odio entre nosotros, pero no lo lograr¨¢n. Alg¨²n d¨ªa volveremos a vivir juntos".
"?Incluso despu¨¦s de todo ese encarnizamiento y barbarie?".
"No olvidamos, pero perdonamos", dice ¨¦l. "Aqu¨ª, al otro lado de la calleja, viven familias serbias. Nos ayudamos mutuamente, bajamos con ellos al refugio. Sarajevo ha sido siempre as¨ª".
El sentimiento general de traici¨®n respecto a la Organizaci¨®n de las Naciones Unidas y la Comunidad Europea aflora con amargura.
"?De qu¨¦ nos sirven las zonas de seguridad, el vuelo de los aviones norteamericanos y las tanquetas de los cascos azules si siguen asesin¨¢ndonos? No tememos el asalto de la ciudad. Si lo intentan, sabremos defendernos. Por ello quieren rendirnos por hambre, matanza de civiles, balazos cobardes".
Esperamos a una se?ora amiga del matrimonio y refugiada tambi¨¦n en el hotel. Como no aparece, decidimos volver a la habitaci¨®n de Jasminka e Ishak veinticuatro horas m¨¢s tarde.
El testimonio de Abzija Meduserjac, viuda, de 51 a?os, sobre lo acaecido en Vishegrad en mayo de 1992 merece ser reproducido in extenso.
"A un vecino Ahmed Karacik, las "?guilas Blancas" le hundieron en la boca un gancho de carnicero sujeto con una soga al parachoques trasero de un coche y lo arrastraron maniatado por toda la poblaci¨®n para que la gente lo viera y escuchara sus gritos. Luego lo degollaron y jugaron al f¨²tbol con su cabeza. Finalmente, arrojaron sus restos al r¨ªo".
"A otro conocido, Hasan Brko, le sajaron los brazos y le obligaron a beber su propia sangre. Tambi¨¦n lo degollaron y echaron al r¨ªo".
"Las "?guilas Blancas" proced¨ªan de Vuk¨®var, pero reclutaron a muchos serbios del pueblo. Llegaron a casa guiados por un vecino. Preguntaron por mi hijo mayor, alistado en el ej¨¦rcito bosnio, y dijeron que volver¨ªan. Temiendo por mi hija, la envi¨¦ a otra parte del pueblo, en donde pudo ocultarse y salvar la vida. Al d¨ªa siguiente, a las diez de la noche, se presentaron sin el vecino. Nos golpearon a m¨ª y a mi hijo peque?o, nos obligaron a tendernos en el suelo apunt¨¢ndonos con sus rev¨®lveres y me forzaron a meter el cami¨®n de una pistola cargada en la boca de mi hijo mientras me daban pu?etazos y patadas con la intenci¨®n de que se me disparase el arma. Luego se cansaron del juego y, no s¨¦ por qu¨¦, nos dejaron. Yo estuve ocho d¨ªas sin voz: no pod¨ªa articular ni una sola s¨ªlaba".
"Los musulmanes que se refugiaron en Gorazde recibieron la promesa de que pod¨ªan volver a salvo. Quienes creyeron en ella perecieron. Empujaron a m¨¢s de trescientos al interior de la Mezquita Antigua, cerca de la estaci¨®n de autobuses, y le prendieron fuego. Nunca olvidar¨¦ sus gritos de terror y el olor de la carne quemada. Hubo muchachas que intentaron suicidarse, arroj¨¢ndose de las habitaciones en donde las encerraron las "?guilas Blancas" para violarlas. Una vecina y su hija de 17 a?os fueron violentadas, degolladas y lanzadas al r¨ªo. Una chica logr¨® escaparse de una vivienda a la que rociaron de gasolina e incendiaron, sin piel, sin cabello, abrasada, pura llaga viva, como un fantasma o esqueleto. Pudieron salvarla y est¨¢ hospitalizada en Ljubliana. 'Vivo', dijo, 'para testimoniar".
"?Colaboraron los serbios del pueblo en estas brutalidades?".
"Una gran parte, s¨ª. Parece incre¨ªble, pero fue as¨ª. S¨®lo una minor¨ªa permaneci¨® al margen e intent¨® incluso ayudarnos".
"?Cree usted que podr¨ªa volver a vivir con ellos?".
El rostro de Abzija se ensombrece, sus ojos parecen mirar al vac¨ªo.
"No lo s¨¦. Me ser¨ªa muy dif¨ªcil convivir con el hombre que nos denunci¨®".
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