El p¨²blico se plant¨®
El p¨²blico colmenare?o no quer¨ªa en el ruedo toros afeitados y se plant¨®. Menuda le arm¨® al presidente -que se llama el se?or Gonz¨¢lez-, quien se resist¨ªa a devolverlos al corral. Transcurr¨ªan los primeros tercios, pasaba el tiempo, y no cejaba en su protesta. La plaza entera puesta en pie, pa?uelos al aire, gritos, invectivas, movimiento de masas, avanzadillas de aficionados que pugnaban por subir gradas arriba hasta el palco para pedirle cuentas al se?or Gonz¨¢lez por su pasividad, s¨®lo que no pod¨ªan: fornidas esposas los agarraban, bien de la camisolilla veraniega, bien del fondillo del pantal¨®n, y los reten¨ªan a su vera; no fuera a ser qu¨¦... Las protestas ya adquir¨ªan proporciones de esc¨¢ndalo, cuando el se?or Gonz¨¢lez accedi¨® a sacar el pa?uelo verde. Esto ocurri¨® dos veces, en sendos toros consecutivos, uno inv¨¢lido y presuntamente afeitado, otro con unos cuernecines que, apenas despuntaban, aplatanados y mustios, a ambos lados del testuz.La plaza de Colmenar est¨¢ viva, pues su p¨²blico sabe lo que se pesca, y estas son albricias respecto al futuro taurino del pueblo serrano. No como en otros pagos... En otros pagos -se incluye Bilbao, con todo su golpe de plaza torista-, esos toros devueltos se habr¨ªan lidiado sin ninguna protesta. Con toruchos a¨²n m¨¢s presuntamente afeitados y a¨²n m¨¢s presuntamente inv¨¢lidos les hicieron las presuntas figuras aquellas faenas del presunto arte inmarcesible en el bilba¨ªno coso, provocando el delirio triunfalista en su presunta afici¨®n.
Pizarral / Norte, Jim¨¦nez, Higares
Cuatro toros de El Pizarral (dos, protestados por sospecha de afeitado, fueron devueltos): bien presentados lo, manso, y 4?, bronco; 2? chico, sospechoso de pitones; 3? terciado e inv¨¢lido. Sobreros, con trap¨ªo: 5? de Julio de la Puerta, cinque?o, bronco; 6? de Bernardino Gim¨¦nez, destrozado en varas. Julio Norte: estocada tendida trasera (oreja); estocada trasera ca¨ªda y dos descabellos (aplausos y salida al tercio). Mariano Jim¨¦nez: pinchazo atravesado en la paletilla a toro arrancado, pinchazo delantero y ocho descabellos (silencio); estocada corta, rueda de peones y dos descabellos (silencio). ?scar Higares: pinchazo y media baja (silencio); pinchazo y estocada corta atravesada (silencio). Plaza de Colmenar Viejo, 31 de agosto. Cuarta corrida de feria. Poco m¨¢s de media entrada.
Tragaderas de concurso
La autoridad tambi¨¦n marca las diferencias. El presidente de Colmenar -don Francisco Gonz¨¢lez en los carteles- se resistir¨ªa a devolver toros, s¨ª, pero finalmente los devolvi¨®, y eso es lo que importa, mientras los presidentes de la mayor parte de las restantes plazas tienen para reconocer las reses unas tragaderas de concurso, durante la lidia est¨¢n. a la orden, si la gente protesta toros se vuelven sordos y para la concesi¨®n de trofeos son aut¨¦nticas madrazas. Los aficionados de todas partes est¨¢n convencidos de que el problema de la fiesta lo es de autoridad. Con una autoridad competente y en su sitio, no tendr¨ªan acomodo ni favoritismos ni tropel¨ªas.Recompuesta con los sobreros, la corrida colmenare?a result¨® interesant¨ªsima pues hab¨ªa en la arena toro que lidiar y dominar. Julio Norte encel¨® muy bien un mansazo declarado y peligroso en los primeros tercios que luego no fue nadie para la muleta, y le instrument¨® tandas de redondos torer¨ªsimos, espl¨¦ndidamente rematadas con los pases de pecho.
El cuarto luc¨ªa un trap¨ªo impresionante, que empezaba en la arboladura de su cornamenta astifina, y adem¨¢s acab¨® desarrollando sentido, lo que no impidi¨® a Julio Norte encarar el peligro con indudable valor. Aunque quiz¨¢ no se deber¨ªa echar toda la culpa al toro. Norte inici¨® su faena traste¨¢ndolo desordenadamente a la defensiva. Los toros de casta (no se ha dicho, si buena o mala), aprenden enseguida, y cuando Norte pretendi¨® ajustarse en los medios, el torazo aquel ya sab¨ªa lat¨ªn.
Algo parecido le ocurri¨® a Mariano Jim¨¦nez. Se empe?o en banderillear al sobrero de Julio de la Puerta, un gal¨¢n que iba para seis a?os, y no encontraba medio de ganarle la cara. Despu¨¦s de diversos amagos, pasadas en falso, carreras y otros sobresaltos, prendi¨® tres palos. Y no s¨®lo fue eso lo malo sino que conclu¨ªdo el tercio ya se hab¨ªa licenciado el toro en todas las lenguas vivas y muertas, y respond¨ªa a las tentativas de toreo pegando arreones.
El segundo, de condici¨®n revoltoso, entrampill¨® a Jim¨¦nez a la salida de un derechazo, y en todos los dem¨¢s, que ensay¨® pundonorosamente el torero, se quedaba en la suerte. ?scar Higares tore¨® con depurado estilo al tercero, pero tuvo escaso aprecio pues el toro se derrumbaba. Al sexto no pudo sacarle pases: el toro se amorcill¨®. Mas no fue por falta de casta. Fue porque el picador le perpetr¨® la carioca y, acorral¨¢ndole junto a las tablas, lo someti¨® a cruel tortura con la vara de descuartizar, de la que sali¨® el toro moribundo y lamentando haber nacido. Por menos iban algunos al cuartelillo. Como dec¨ªa la afici¨®n: si hubiera autoridad, a este individuo y a todos los que le meten mano siniestra e incivil al toro, se les iba a caer el pelo.
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