La solidez de la pel¨ªcula de Scorsese abre una Mostra muy arriesgada y contradictoria
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El cineasta neoyorquino Martin Scorsese se ha ganado aqu¨ª a pulso la consideraci¨®n de gran colega italiano del otro lado del Atl¨¢ntico, y raro es el septiembre del Lido veneciano en que no se convierte en escaparate de alto prestigio en la Mostra. A cambio, ¨¦sta le ofrece una pista de despegue infalible para que sus pel¨ªculas aterricen sin contratiempos en todos los cines de Europa. Es ¨¦ste un toma y daca casi institucionalizado, un silencioso pacto a la italiana, que este a?o adquiere inesperadamente un perverso significado adicional: la solidez indiscutible del cine de Scorsese les sirve de escudo a los organizadores de este extra?o y crucial cap¨ªtulo de la Mostra.
Scorsese se convierte as¨ª en la mordaza inicial de los organizadores para cerrar algunas bocas que est¨¢n esperando el menor desliz para abrirse y soltar un chorro de improperios contra la forma y el fondo de la celebraci¨®n del medio siglo del m¨¢s antiguo y m¨¢s puro festival de cine del mundo. La calma chicha que hoy envuelve al Lido tiene por eso algo de presagio de tormenta.En los pr¨®ximos 12 d¨ªas habr¨¢ ocasiones para intentar entrar en las torcidas y laber¨ªnticas trastiendas de la batalla cultural y pol¨ªtica que ahora mismo se est¨¢ urdiendo en los alrededores de una procesi¨®n de pel¨ªculas cuya composici¨®n tiene al mismo tiempo algo de fascinante y algo de repelente. Para unos, Gillo Pontecorvo y su equipo dirigente de la Mostra son gente realista, que sabe ver cine de ahora y ofrecen lo poco que hay en ¨¦l digno de verse. Para otros, en cambio, son gente trasnochada y miope, que a la hora de elegir lo que el cine tiene de permanente y verdadero han elegido lo que tiene de ef¨ªmero y enga?oso.
Y, finalmente, para, otros, Pontecorvo ni es realista ni miope, sino un fantaseador listo que est¨¢ haciendo la jugada que le conviene a ¨¦l y no a la Mostra, es decir, al cine europeo, del que este festival ha sido, hasta este a?o, una punta de lanza que ahora se pone a disposici¨®n de manos adversarias. Y sin pudor se deja caer por aqu¨ª la especie de que el incorruptible Pontecorvo es en realidad un vendido al oro americano: ?nada menos que 13 pel¨ªculas de Hollywood en la parte m¨¢s y mejor iluminada del escaparate! Y no es esto lo m¨¢s escabroso, si se tiene en cuenta (seguimos hablando por boca de ofendidos y de adversarios) que este supuesto vendedor de la sagrada independencia del festival veneciano es uno de los que ayer ten¨ªa puesto su tenderete a la sombra del Kremlin, cuando en Mosc¨² hab¨ªa oro y no papel de estraza inservible.
Cineasta y pol¨ªtico
Se sugiere as¨ª que Pontecorvo es un cineasta y un pol¨ªtico al mismo tiempo ladino y pat¨¦tico: un miembro prominente de la desbandada de los llamados "rojos conversos", esa singular especie de reclutas de la pol¨ªtica cultural europea de nuestro tiempo que de papanatas de Carlos Marx pasaron sin transici¨®n a papanatas de Clinton y la Sony.Hay dureza y ganas de hacer da?o en algunas chispas cr¨ªticas que saltan de la ceniza que hoy rodea a la inauguraci¨®n del cincuentenario de este legendario festival. Estas chispas sugieren que, una vez m¨¢s, se cumple la l¨²gubre profec¨ªa del eterno retorno, pues si esta Mostra fue inventada por Mussolini ahora parece que vuelve inexorablemente hacia las manos de su fundador fascista. La pol¨ªtica, o lo que en Italia quede de ella, tal como era entendida hasta hace unos pocos a?os, envenena y agita estas horas inaugurales del ceremonial n¨²mero 50 de este templo de la imaginaci¨®n y la libertad que se autotitula Mostra del Arte Cinematogr¨¢fico, y que alberga, en nombre del realismo y del acatamiento, a lo que ahora domina en el mundo, algunas formas residuales de la basura audiovisual reinante.
Detr¨¢s de ¨¦ste y otros siniestros juegos florales que aqu¨ª se cuecen, se nos promete un enrevesado guiso de pel¨ªculas del m¨¢s varipinto y contradictorio signo, que oscila entre la concesi¨®n a los mandatos m¨¢s toscos y evidentes del mercado audiovisual y un conjunto todav¨ªa amorfo de pel¨ªculas-coartada, entre las que hay cine purista e incluso cine dif¨ªcil y a contracorriente. Esto convierte a la sorprendente apuesta de Pontecorvo en una aventura algo loca, pues mete en un mismo saco a Steven Spielberg y a sus secuelas m¨¢s o menos adocenadas junto a obras de Philippe Garrel, Jean-Luc Godard y Ermano Olmi, es decir: caramelos y dinosaurios junto a la aspereza, el galimat¨ªas formalista y la pura y simple exquisitez l¨ªrica del cine puro. Veremos qu¨¦ sale de esta su arriesgada identificaci¨®n (hablando en castellano viejo) entre el culo y las t¨¦mporas.
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