Las malas calles perdidas
Anoche, en la gala inaugural de la Mostra, austera de verdad y que, por primera vez desde hace mucho tiempo, puso entradas a la venta, los tristones alrededores pol¨ªticos, del Lido se alegraron un poco. Se encarg¨® de ello un cuarteto de lujo del cine estadounidense: Michelle Pfeiffer, Wynona Ryder, Daniel Day Lewis y, con belleza detr¨¢s de los ojos, Martin Scorsese. Trajeron juntos La edad de la inocencia, su ¨²ltima pel¨ªcula, y casi convencieron.Es una obra a la antigua, en el buen sentido de la palabra: un melodrama de buena estirpe y realizado con un esmero m¨¢s que notable, sobre todo en los aspectos descriptivos y anal¨ªticos de la burgues¨ªa neoyorquina del ¨²ltimo cuarto del siglo pasado, que es el ambiente moral de, por ejemplo, La heredera, aquella extraordinaria obra de William Wyler de la que Scorsese toma, en un leg¨ªtimo pr¨¦stamo, algunos elementos b¨¢sicos de los muchos que conjuga en su pel¨ªcula, que es en algunos aspectos perfecta -el d¨²o entre Michefle Pfeifer y Daniel Day Lewis es siempre competente y en ocasiones muy bello- y en otros resulta algo fr¨ªa, despojada de esa capacidad de conmover que ten¨ªan los melodramas a que hicimos referencia y de los que esta pel¨ªcula se alimenta.
Algo le ocurre a Scorsese de unos a?os a esta parte. El cineasta, tras Uno de los nuestros, parece haber perdido su f¨¦rtil conexi¨®n con las malas calles neoyorquinas donde se forj¨® como hombre y como cineasta. Y flota en busca de algo, probablemente de un giro de estilo todav¨ªa impreciso. Se not¨® en su Cabo del miedo, donde quiso dar un toque propio a una casa ajena, y no acab¨® de redondear su tarea. Y se nota en La edad de la inocencia, que tiene inter¨¦s, que tiene dentro toneladas de buen oficio y dos o tres actuaciones (sobre todo la de Michelle Pfeiffer) eminentes, pero que despu¨¦s de tanta b¨²squeda de alcance se queda a la postre corta.
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