Los laboristas brit¨¢nicos debaten acabar con el control sindical sobre el partido
El Gobierno conservador brit¨¢nico est¨¢ desde hace un a?o contra las cuerdas. Y, sin embargo, el principal partido de la oposici¨®n, el laborista, no muestra se?ales de entusiasmo. Al contrario, se encuentra inmerso en luchas internas y a¨²n conmocionado por la inesperada derrota electoral del a?o pasado, la cuarta consecutiva. El Partido Laborista (PL) inici¨® ayer su conferencia anual en Brighton con el objetivo de tomar una crucial decisi¨®n sobre sus relaciones con los sindicatos: o rompen amarras, como quiere el l¨ªder, John Smith, o mantienen la tradicional relaci¨®n de dependencia, que les cuesta millones de votos en el conservador y antisindical sur de Inglaterra.
La gran decisi¨®n se adoptar¨¢ ma?ana. La propuesta de John Smith, conocida como OMOV (siglas de un hombre, un voto), supone arrebatar a los sindicatos su hegemon¨ªa en la designaci¨®n de los candidatos electorales y, por tanto, su control sobre el rumbo pol¨ªtico del partido. Smith quiere que sean los militantes de cada cirscunscripci¨®n quienes decidan sus candidatos. A cambio, ofrece a los afiliados a los sindicatos (la mayor¨ªa de los cuales ni siquiera vota a los laboristas) una sustancial rebaja en la cuota de militancia en el partido: s¨®lo 600 pesetas al a?o.Los mayores sindicatos, con el GMB (sindicato general de funcionarios) de John Edmonds al frente, se oponen radicalmente a la reforma. Edmonds recuerda una y otra vez que fueron los sindicatos quienes crearon, a principio de siglo, al Partido Laborista y esgrime un argumento contundente: la mayor parte del presupuesto del partido se cubre con las aportaciones de los sindicatos. Edmonds no oculta su antipat¨ªa personal hacia Smith, a quien considera poco menos que un traidor.
El voto de ma?ana se presenta muy ajustado. Aunque uno de los grandes sindicatos, el NUPE, tambi¨¦n de los funcionarios, se puso el domingo del lado de Smith, nadie se atreve a¨²n a hacer pron¨®sticos. En caso de salir derrotado, el liderazgo de John Smith quedar¨ªa por los suelos.
Ayer se especulaba en la sala de congresos de Brighton con una posible opci¨®n Yeltsin. Si ma?ana no se aprobara su reforma, Smith pedir¨ªa el jueves un voto de confianza que implicar¨ªa la aceptaci¨®n de su propuesta. Si perdiera otra vez, Smith abandonar¨ªa el cargo.
La pol¨¦mica sobre qui¨¦n manda en el partido, si los militantes o los sindicatos, ha dividido a la ejecutiva y al grupo parlamentario. Una influyente diputada, Dawn Primarolo, se opuso ayer p¨²blicamente a la reforma de Smith. La misma Margaret Beckett, vicel¨ªder del partido y presunta mano derecha de John Smith, calla y sugiere que en Brighton no deber¨ªa perderse mucho tiempo discutiendo "cuestiones de procedimiento, como qui¨¦n elige a los candidatos, sino lo que m¨¢s importa a la gente: propuestas para acabar con el paro y para mejorar los servicios p¨²blicos".
Una d¨¦cada de discusiones
Para grandes sectores del laborismo resulta frustrante ver al partido a¨²n inmerso en el proceso de reforma interna abierto por Neil Kinnock hace diez a?os. Mientras se discute qui¨¦n manda y por qu¨¦, mientras el partido busca en su interior la causa de cuatro derrotas electorales y 14 a?os en la oposici¨®n, se deja de lado el esencial debate sobre qu¨¦ representa actualmente la socialdemocracia y a qu¨¦ aspira el laborismo.Al cabo de una d¨¦cada de predominio del individualismo en Europa y EE UU, el PL trata de esconder sus credenciales de colectivismo y solidaridad (autom¨¢ticamente identificadas con m¨¢s impuestos y, por tanto, con el rechazo de los electores) y se muestra incapaz de esgrimir ideas alternativas.
El sindicalista John Edmonds afirmaba ayer, sarc¨¢sticamente, que "si realmente se trata de no subir impuestos, marginar a los sindicatos y mantener los privilegios de los ricos votemos a los conservadores y acabemos con toda esta comedia".
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