El Madrid alivia sus dolores
El equipo de Floro consigui¨® un resultado aseado ante un rival limitado
El Madrid encontr¨® alivio en la casa del d¨¦bil. No es una cura definitiva, pero sirve para calmar dolores un par de d¨ªas. No fue preciso m¨¢s. Este equipo pide ahora tranquilidad, un par de resultados favorables y quitarse de encima la sensaci¨®n de caminar alrededor de la horca. Ni siquiera necesita dar espect¨¢culo. De momento, le basta con cre¨¦rselo ¨¦l mismo. Por ello, el equipo de Floro aplic¨® esp¨ªritu positivista y result¨® claro ganador en un partido residual, una eliminatoria molesta de las que odian los jugadores, desprecia la afici¨®n y disfrutan los directivos, por aquello del viaje.
Cada equipo se aplic¨® a la faena con su respectiva carga an¨ªmica: el Madrid a demostrarse a s¨ª mismo que sigue siendo alguien; el Lugano, a dorar la honrilla con una victoria in¨²til ante un hist¨®rico de Europa. Diferentes conceptos, diferentes situaciones y un abismo entre la calida de uno y otro. Fue un partido, al fin, l¨®gico, m¨¢s o menos aseado, pero exento de crispaci¨®n, blando, tibio, justo lo que hac¨ªa falta para no volver otra vez a Barajas por la puerta de los derrotados.
El Madrid, con m¨¢s en juego, puso m¨¢s, y gan¨® al fin. As¨ª de sencillo. El bal¨®n fue de su propiedad, las ocasiones tambi¨¦n. Todo, en definitiva. Su f¨²tbol no fue pulido. Tampoco brillante. Efectivo tan s¨®lo, pero suficiente. Se trataba de recordar el 3-0 del partido de ida y dedicarse a un trabajo efectivo, sin prisas, con la tranquilidad de saberse y ser el mejor.
La alineaci¨®n sufri¨® algunos cambios, pero fueron una simple an¨¦cdota ante un rival que dej¨® el partido convertido en un mon¨®logo madridista. Las gradas, casi vac¨ªas, sin voltaje, con un p¨²blico consciente de que all¨ª s¨®lo pod¨ªa haber un ganador, permitieron al Madrid jugar sin el acogotamiento de sus ¨²ltimos partidos. Esta vez los fallos no obten¨ªan la recriminaci¨®n del Bernab¨¦u, dolorosa y penetrante como pocas. Esta vez los pitos eran los l¨®gicos, los de siempre, los del rival. Y los gritos de ¨¢nimo, que tambi¨¦n los hubo -la emigraci¨®n no falla-, estuvieron exentos de maldad, limpios de la tensi¨®n de los ¨²ltimos d¨ªas.
Goles al fin
Los goles fueron de gran brillantez. Hierro desempolv¨® sus oxidados lanzamientos desde fuera del ¨¢rea y marc¨® el primero. Fue una acci¨®n que dej¨® la eliminatoria totalmente despejada y permiti¨® afrontar el resto del encuentro sobre un colch¨®n. Despu¨¦s lleg¨® Zamorano, con su bota afilada, como anta?o, y logr¨® el segundo. Fue una jugada de las suyas: anticipaci¨®n y precisi¨®n.
Y m¨¢s tarde, cuando ya el Lugano peleaba con m¨¢s adrenalina que neuronas, el chileno rescat¨® su carrera veloz y cerr¨® la cuenta. El delantero dedic¨® sus tantos a Benito Floro, por la confianza que en ¨¦l hab¨ªa depositado el entrenador a pesar de su mal momento de forma.
El ¨²ltimo gol madridista lleg¨® cuando el Lugano ya jugaba con m¨¢s adrenalina que neuronas. Subiat hab¨ªa conseguido un gol para el honor que hizo so?ar a los suizos con la posibilidad de cerrar el partido con victoria o empate. Una cuesti¨®n de orgullo, que no de otra cosa.
El equipo suizo arranc¨® con la convicci¨®n de estar derrotado de antemano, pero intento poner nervioso al Madrid. No pudo. El balance final fue positivo. El equipo de Floro recobr¨® la compostura y se fue a los vestuarios con la idea de que no es tan malo como apuntan los recientes resultados. Cuesti¨®n de fe, al fin y al cabo.
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