"En Madrid ya no hay p¨ªcaros, s¨®lo chorizos"
Vive en Pozuelo, pero ama Vallecas desde que descubri¨® su ambiente de barrio hace diez a?os. Entonces lleg¨® a esas calles para arreglar su furgoneta, y ahora regresa, de vez en cuando, a pasear. Jes¨²s Torbado, escritor y periodista leon¨¦s de 50 a?os, considera el Valle del Kas como la ¨²ltima reliquia de un esp¨ªritu de vecindario casi extinguido en las grandes ciudades.Acaba de presentar su ¨²ltimo libro, El peregrino, que habla precisamente de traficantes de reliquias, de p¨ªcaros y de santos a lo largo del Camino de Santiago. Con esta obra, que trata de las andanzas de un muchacho franc¨¦s, Mart¨ªn de Ch?tillon, al que el hambre y la peste empujan hacia la ruta jacobea, obtuvo este verano el Premio Ateneo de Sevilla, patrocinado por la editorial Planeta.
No es su primer galard¨®n. En 1965, con 22 a?os, obtuvo el Premio Alfaguara con Las corrupciones. En 1976, su novela En el d¨ªa de hoy recibi¨® el Planeta. Cree que, ahora mismo, la libertad reside en las grandes ciudades. Pero prefiere residir en sus orillas. "En el centro hay demasiado ruido, y a m¨ª, como soy de pueblo, me gusta o¨ªr cantar a los mirlos".
P. Escribir una novela de peregrinos en el a?o del Xacobeo ?no resulta demasiado oportunista?
R. No. Era algo que ten¨ªa pendiente. Con 13 a?os escrib¨ª mi primera narraci¨®n sobre un ni?o que se perd¨ªa en el Camino de Santiago. Despu¨¦s, siempre he deseado centrar una obra m¨ªa en esa ruta. Y al final lo he hecho.
P. ?Sigue existiendo la figura del p¨ªcaro en Madrid?
R. No, ahora lo que hay son chorizos.
P. ?Y qu¨¦ los distingue?
R. El p¨ªcaro vive de los dem¨¢s, pero sin hacerles da?o; es el que roba tres uvas para alimentarse y continuar el camino. El chorizo es un p¨ªcaro industrializado y maleado por la influencia de los pol¨ªticos, por el consumo. No s¨®lo coge todas las uvas que puede, sino que, si te descuidas, tambi¨¦n te despoja de la vi?a. Los p¨ªcaros actuaban con gracia, no con navaja.
P. ?Por qu¨¦ se declara usted a menudo un antisocial?
R. Porque creo que los espa?oles nos hemos convertido en unos miedosos. S¨®lo estamos a gusto si nos arropa alguien, una iglesia, una cofrad¨ªa, un partido o un sindicato. Yo prefiero a los que rechazan esa protecci¨®n.
P. ?Y qu¨¦ pinta alguien que piensa as¨ª en Madrid?
R. La gran urbe te permite ser peregrino. No dependes demasiado de los grupos y nadie se ocupa mucho de ti. Adem¨¢s, conozco medio mundo y creo que esta ciudad es abierta, amena y generosa. Es muy afectiva. El otro d¨ªa, en una tasca, una se?ora se dio cuenta de que hab¨ªa olvidado la cartera al ir a pagar la consumici¨®n. En cuanto coment¨® que iba a por dinero, se levantaron dos hombres vestidos de buzo para frenarla. "Por dios, se?ora, no faltaba m¨¢s, invitamos nosotros", le dijeron. Eso no sucede en ning¨²n otro sitio m¨¢s que en Madrid.
P. Otros creen que la inseguridad ciudadana, el ruido, el tr¨¢fico y la pobreza han dado al traste con ese ambiente que usted admira.
R. Algo de ello hay. A partir de Tierno Galv¨¢n, un alcalde que se ha convertido en un mito, la ciudad se convirti¨® en una casa de locos, en el peor sentido de esta expresi¨®n. Con la movida se pens¨® que el alboroto, la falta de respeto y un exceso de juerga har¨ªan la ciudad famosa. Y desde entonces tampoco han gobernado alcaldes que se atrevan a tomar medidas, como cortar el tr¨¢fico en el centro.
P. Hemos quedado en que ya no hay p¨ªcaros, ?y santos?
R. Tampoco.
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