Fresas al vapor
Camino de Aranjuez en el segundo tren m¨¢s antiguo de Espa?a
Cada fin se semana, de mediados de mayo a finales de octubre, el Tren de la Fresa aviva, en su, caldera festiva, la llama del vapor y la emoci¨®n hist¨®rica de circular por la segunda l¨ªnea f¨¦rrea de Espa?a en un convoy de la ¨¦poca. La estaci¨®n Puerta de Atocha es como una c¨¢mara del tiempo: a un lado, los AVE, dispuestos para la ignici¨®n como torpedos; al otro, el decimon¨®nico Tren de la Fresa, con ese aire rancio y saboteable de los convoyes del far west.A los que no les hace ni pizca de gracia es a los yuppies que aguardan su lanzamiento a alta velocidad hacia Sevilla -a dos mil duros por barba-, quienes miran con desd¨¦n a los domingueros del and¨¦n n¨²mero 6 y murmuran: "F¨ªjate, por menos de dos mil pesetas les llevan a Aranjuez en ese tren y les ense?an todos los monumentos. Y encima les dan fresas"
Huertas y turistas
Las fresas, en efecto, son el leit motiv de esta l¨ªnea, inaugurada 19 de febrero de 1851 -tres a?os despu¨¦s de la de Barcelona-Matar¨®-. Desde entonces hasta su cierre, en 1929, el Tren e la Fresa realiz¨® tres viajes diarios de ida y vuelta, surtiendo a la capital con los productos de las huertas de Aranjuez y al Real Sitio con turistas deseosos de codearse con la jet de la ¨¦poca. En mayo de 1985 la Fundaci¨®n de los Ferrocarriles Espa?oles resucit¨® la anta?ona locomotora.Y fresas son, precisamente, el obsequio que los pasajeros reciben a bordo, como si se tratase del man¨¢, pues son las diez y pico y muchos no han desayunado. El maquinista debe de aburrirse mucho circulando a 50 kil¨®metros por hora. Pero es ¨¦sa la velocidad adecuada para sacarle el jugo al viaje.
A eso de las once, el Tren de la Fresa arriba a Aranjuez, donde coros, rondallas y banda lo reciben con folcl¨®rico estr¨¦pito. Los pasajeros, que no se han visto en otra demostraci¨®n de j¨²bilo igual, son conducidos a eso que las gu¨ªas tur¨ªsticas denominan lugares de inter¨¦s.
Lo m¨¢s interesante es el Palacio Real y, en especial, su ala de la porcelana, gigantesco puzzle de piezas orientaloides tornilladas a paredes y techos, la saleta de cuadros chinos, ue alberga 200 escenas pintadas sobre papel de arroz.
Obligad¨ªsimo es tambi¨¦n el Museo de Fal¨²as (fastuosas embarcaciones en las que la realeza se solazaba por el Tajo), el inagotable jard¨ªn del Pr¨ªncipe y la Casita del Labrador. Todas ellas, respetando el intermedio gastron¨®mico, porque en Aranjuez no hay monumento mayor que una comilona a base de esp¨¢rragos verdes y fais¨¢n al cazador. As¨ª discurre un d¨ªa completito para los nost¨¢lgicos del vapor. A las siete, el concierto de Aranjuez termina. Pasajeros, al tren.
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