A la caza del colaboracionista
Unidades de castigo de la Intifada persiguen a los palestinos que trabajan para Israel en Cisjordania
"Mirad lo que me han hecho mis hermanos palestinos", dice Abu Salem, de unos 50 a?os, mientras levanta su camiseta y muestra una enorme cicatriz a lo largo del vientre. "Me hicieron esto con pl¨¢stico caliente". Abu Salem y otros 3.000 palestinos que trabajan con las autoridades militares israel¨ªes en Cisjordania viven con el miedo constante a las unidades de castigo de la Intifada.En Fahma, una aldea palestina situada a unos 16 kil¨®metros al suroeste de Jenin, hay aproximadamente unos 1.200 colaboradores de los israel¨ªes que se hallan reunidos a los pies de una colina pr¨®xima. Residen con sus familias en peque?as casas blancas rectangulares construidas por el Ej¨¦rcito israel¨ª.
Unos soldados montan guardia de forma permanente alrededor de esta aglomeraci¨®n. Los colaboradores tambi¨¦n est¨¢n armados y nunca se desplazan sin tener su fusil a mano, en su veh¨ªculo. La mayor parte de las armas se las proporciona el Tsahal, el Ej¨¦rcito israel¨ª.
Nafa, de unos 30 a?os y padre de siete ni?os, trabaj¨® como ch¨®fer de camiones antes del estallido de la Intifada, hace seis a?os. A partir de ese momento dej¨® de trabajar. Demasiado miedo. Actualmente vive s¨®lo del sueldo que recibe del Ej¨¦rcito, unos 1.700 shekel, unas 78.000 pesetas al mes. No es mucho, pero supone el doble del sueldo de un obrero palestino en Cisjordania.
Nafa nos muestra orgulloso su identificaci¨®n, una especie de carn¨¦ militar emitido por el Tsahal que indica que el portador "asiste" a las fuerzas israel¨ªes y "debe ser ayudado y protegido".
?Por qu¨¦ uno se convierte en colaborador? ?Por convicci¨®n o por dinero? "Ni lo uno, ni lo otro", responde Nafa. Los dem¨¢s aprueban con la cabeza. "La locura, los asesinatos de la Intifada, nos han empujado hacia los israel¨ªes", dice. Se olvida de que nos dijo que trabajaba desde hac¨ªa tiempo para Israel, incluso antes del estallido de la Intifada. Su t¨ªo se hab¨ªa atrevido a criticar la ejecuci¨®n, en plena calle, de un palestino sospechoso de ser colaboracionista. "?No os da verg¨¹enza matar a vuestros hermanos?", dijo a un joven palestino con el rostro cubierto. Por toda respuesta, el t¨ªo recibi¨® una bala en la cabeza.
"El propio Yasir Arafat [l¨ªder de la Organizaci¨®n para la Liberaci¨®n de Palestina] ha condenado las ejecuciones de palestinos por parte de los comandos de la Intifada" dice Abu Salem.
Hay una nueva mezquita en la aldea, pero las autoridades religiosas musulmanas se niegan a permitir la entrada a los colaboracionistas. "Quien ayuda a un jud¨ªo se convierte ¨¦l mismo en jud¨ªo y, por lo tanto, ya no es musulm¨¢n", dicen los simpatizantes de Ham¨¢s, el movimiento integrista palestino. Todos los palestinos. muertos por las unidades especiales de la Intifada son conducidos a Fahma para ser enterrados all¨ª.
Otro poblado de colaboracionistas existe tambi¨¦n en la zona de Gaza: Dehmiyeh, en las proximidades de Rafaha. All¨ª tambi¨¦n son enterrados los cad¨¢veres de los colaboracionistas. Zaccharia, de 22 a?os, formaba parte de las panteras negras (Fath) en la aldea de Kabatiya. Tras haberse casado, se construy¨® una bonita casa. "?De d¨®nde sale todo ese dinero, canalla?", dice que le pregunt¨® el jefe de las panteras negras de Kabatiya. "Sab¨ªa que yo ganaba mucho dinero cantando en las bodas. Tengo una bonita voz". De nada le sirvieron las explicaciones. Fue torturado.
"Le quemaron los test¨ªculos con pl¨¢sticos. Jam¨¢s podr¨¢ tener hijos", explica Nafa. "Me abandonaron al darme por muerto. Fui curado por unos soldados que me encontraron. Hu¨ª junto con mi esposa y me refugi¨¦ aqu¨ª", dice el joven. Y a?ade: "Mis hermanos me han desgarrado el bajo vientre con pl¨¢stico; los jud¨ªos me donaron sangre y me salvaron la vida".
"?A qui¨¦n tiene que odiar?"
Abu Salem interviene: "Zaccharia ya no es hombre. ?A qui¨¦n tiene que odiar y a qui¨¦n va a preferir?".
"Yo no veo aqu¨ª ning¨²n porvenir ni para m¨ª ni para los m¨ªos. Cuando el ¨²ltimo soldado israel¨ª abandone la regi¨®n, nos iremos con ¨¦l", dice Nafa, quien asegura que ha recibido la promesa de las autoridades militares israel¨ªes en Jenin de que todos los colaboracionistas recibir¨¢n en un mes la ciudadan¨ªa israel¨ª. En total, en Cisjordania y Gaza hay unos 10.000 de estos palestinos, mujeres y ni?os incluidos.
"Nadie ha sido autorizado a hacerles esta promesa", dice el coronel Hanan Rubin, portavoz del Tsahal. "Es cierto que una comisi¨®n especial presidida por el general Rafael Verdi fue encargada por Rabin para conceder a esta gente la ciudadan¨ªa israel¨ª. Pero Rabin todav¨ªa no ha decidido nada". El coronel Rubin a?ade que la cuesti¨®n de la seguridad de los colaboracionistas, en r¨¦gimen de autonom¨ªa, ser¨¢ discutida con los negociadores de la OLP.
"?Comprometerse a garantizar la seguridad de estos traidores? Ni hablar", dice Ziad Abu Zayad, consejero de Feisal Huseini. "Han elegido servir al ocupante israel¨ª contra su pueblo. Ahora le toca decidir a Israel".
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