Precio sin competencia
El barrio de Salamanca tiene su rinc¨®n m¨¢s popular entre Alcal¨¢, 106, y Alc¨¢ntara, 16
Entre Alcal¨¢, 106, y Alc¨¢ntara, 16, hay una estrecha conexi¨®n. No es que ambos portales cumplan las mismas funciones, pero constituyen una unidad de destino en lo universal. Quien va a Alcal¨¢, 106, esquina a Fern¨¢n Gonz¨¢lez, pasa antes por Alc¨¢ntara, 16, mercanc¨ªa surtida, precios populares.Son dos de los lugares m¨¢s frecuentados de este ¨¢ngulo del barrio de Salamanca. En realidad es una zona muy vivida, en la que abunda la gente mayor. Cuanto el hombre urbano necesite lo tiene en estas calles, donde se suceden los grandes comercios y las tiendecitas entra?ables. "Agujas de cualquier tama?o por encargo", dice una de ellas. Grifer¨ªa, fuminallas, muebles de estilo y sin estilo alguno, encajes y puntillas, fabada asturiana, molduras y conteras, cera virgen o de la otra. Cualquier cosa que se busque, aqu¨ª se encuentra.
Para los jubilados es una bendici¨®n porque les permite distraerse mirando escaparates, y algunos entran en las tiendas a preguntar, con lo cual ocupan un ratito m¨¢s de su tiempo interminable, y a¨²n lo pasan mejor. Tambi¨¦n abundan los bares dispuestos a su gusto, y por eso raro es el establecimiento que no ofrece porras y churros reci¨¦n salidos de la freidora, lo mismo para el desayuno que para la merienda.
La barriada es muy populosa y en sus calles hay gran animaci¨®n. Por la tarde, aumenta. La esquina de Alcal¨¢ con Fern¨¢n Gonz¨¢lez se convierte en multitudinaria cuando coinciden la primera sesi¨®n del cine Benlliure y el comienzo del baile con orquesta en la sala Spacio's, que est¨¢ al lado.
Quienes saben lo que se pescan, despu¨¦s de adquirir los boletos se apresuran a cruzar la c'Acal¨¢ para avituallarse en casa Herranz, Alc¨¢ntara 16, una de las tiendas de frutos secos m¨¢s surtidas de Madrid. Algunos clientes sostienen que no existe otra con mejor mercanc¨ªa. All¨ª los m¨¢s exigentes degustadores del fruto seco obtienen plena satisfacci¨®n.
"?Precios populares!", anuncia un gran r¨®tulo encarnado a lo largo de la tienda, y es muy de agradecer. Los comercios madrile?os ya no suelen tener con los clientes aquellas atenciones que eran habituales d¨¦cadas atr¨¢s, garantiz¨¢ndoles econom¨ªa, calidad y esmero. Ya no suelen avisar en sus escaparates que el buen pa?o en el arca se vende, que los precios son populares, o que "Bajo el aceite". Quer¨ªan decir baj¨® el aceite, pero rotulaban bajo el aceite, y alg¨²n ingenuo se agachaba para ver qu¨¦ hab¨ªa debajo de las botellas.
Casa Herranz, precios populares, ofrece la quintaesencia del fruto seco, el olimpo de la mercanc¨ªa dura. El pistacho turco o el de Ir¨¢n, que no son la misma cosa; la almendra largueta, la marcona y la tamarit, tostadas, fritas o crudas -a elegir-, y hasta molida o fileteada; chufa ganza; casta?a pilonga; coquitos y anacardos de Brasil; pasas sultana, M¨¢laga y California; higos L¨¦rida, cuello de dama o, para mayor exquisitez, rellenos de nuez; nueces con c¨¢scara o peladas; cacahuet; y, naturalmente, pipas, de calabaza o girasol, que son la mercanc¨ªa dura por antonomasia, lo que todo madrile?o de casta chupa, quiebra, come y escupe, poniendo m¨²sica de fondo a la funci¨®n.
El chascar de las pipas fue la m¨²sica de fondo de medio siglo de cine en Madrid. Claro que no hab¨ªa muchas golosinas alternativas. Todo ese sofisticado muestrario de mercanc¨ªa dura ni se pod¨ªa imaginar en aquella ¨¦poca de escaseces. Menos a¨²n la macadamia, reci¨¦n llegada de Hawai. Servidor entr¨® a preguntar a qu¨¦ sabe la macadamia, y respondi¨® con mucha amabilidad otro cliente, que guardaba cola: "C¨®mprela: tiene un no-s¨¦-qu¨¦".
Ni?os y abuelas
Ese entramado de calles -Ayala, Hermosilla, General Porlier- es acogedor y autosuficiente. A los ni?os les fascinan los trenecitos del bazar Horta, que contemplan con las naricillas pegadas al escaparate. Muchas abuelas se acercan a media tarde a Los Sauces, en Conde de Pe?alver (algunas, muy castizas, llaman a esta calle Pre?alver), donde les sirven sabroso el caf¨¦, calentitos los churros, melosas las torrijas, y adem¨¢s hacen tertulia. Pero se van pronto, pues a¨²n les queda d¨ªa para gozar los fabulosos para¨ªsos que ha depositado en el barrio la divina providencia: a cuatro pasos, mal contados, les tientan Galer¨ªas Preciados y El Corte Ingl¨¦s.
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