200 personas se re¨²nen los lunes para estudiar hongos
Varios expertos ense?an todas las semanas a distinguir plantas venenosas
A Tina, ama de casa, le ha salido una Lepiota naucina en el sal¨®n. Dentro de una maceta, claro est¨¢, al abrigo de una planta de interior, y animada, a buen seguro, por el riego con agua de tabaco y posos de caf¨¦. Ella lo considera un don del cielo, pero la explicaci¨®n est¨¢ en la tierra. Unos pu?aditos tra¨ªdos del campo, con el micel¨ªo, seguramente incluido. Pacientemente espera que llegue el lunes para que la seta sea reconocida por una eminencia en la materia.
Esa eminencia es el profesor Calonge, farmac¨¦utico y mic¨®logo, capaz de catalogar miles de especies a la primera ojeada. "No se le ve muy bien la parte basal", comenta el especialista, "pero el anillo es perfecto. Yo no me la comer¨ªa porque tiene un tama?o demasiado peque?o para ser de las buenas. M¨¢s bien parece peligrosa. No s¨¦ muy bien si es escarlata o naucina... Digamos que se trata de una Lepiota variedad sal¨®n de casa", diagnostica el campechano profesor."En esta ¨¦poca", habla del oto?o, "las setas salen como hongos". Y cada lunes al atardecer, el peque?o local, cedido por el Consejo Superior de Investigaciones Cient¨ªficas a la Sociedad Micol¨®gica de Madrid, adquiere ambiente de mercado. M¨¢s de 200 caperucitas de ambos sexos acuden con sus cestas repletas de un curioso bot¨ªn: esas plantas carentes de clorofila que todos llamamos setas.
Otros las cargan en cajas de zapatos. "Jam¨¢s en bolsas de pl¨¢stico, porque se golpean y no se airean", comenta una veterinaria que cree haber dado con un ejemplar de trufa.
Hay que estar seguros
El profesor empu?a un altavoz y ruega a los presentes que vayan tomando asiento. Lo hacen los que pueden, papel y l¨¢piz en mano, en una serie de sillas de colegio. El resto tendr¨¢ que seguir la lecci¨®n de pie. Para entonces las setas reposan, ya clasificadas todas ellas, en una serie de bandejillas de pasteler¨ªa, con un peque?o cartel donde Jos¨¦ Santos, miembro de la junta directiva, ha escrito su nombre.
"Esta Amanita ovoidea", explica el profesor blandiendo el ejemplar, "se llama as¨ª porque es de color blanco y de jovencita parece un huevo. ?Se come o no se come?". "S¨ª", responden en la sala. "Pero", un apunte, "con la condici¨®n de estar absolutamente seguros. No confundir con otras amanitas peque?as, que son rnortales". Es la primera lecci¨®n para un aspirante a mic¨®logo o a un simple aficionado de fines de semana. Llevarse una seta a la boca s¨®lo cuando se identifica el ejemplar sin atisbo de duda. "A los miembros de la asociaci¨®n", comenta Tina, "no suele pasamos nunca nada porque seguimos esa regla".
Como detalle curioso, Jos¨¦ Santos comenta que, en ocasiones, al experto le toca hacer la salva. "Cuando invitas a un grupo de amigos a comer alguna seta especial, nadie las prueba hasta verte dar el primer bocado. Porque existen intoxicaciones psicol¨®gicas. Pura aprensi¨®n que produce v¨®mitos y malestar", explica mientras corta a rebanadas un lustros¨ªsimo ejemplar de Fistulina hepatica que la concurrencia saborea encantada. Es como un filete de h¨ªgado de buey.
Algunas parecen palmeritas; otras son como sombrillas, crecen hasta adquirir el tama?o de un girasol; pueden ser de color calabaza. Los sombreros tienen forma de hongo, y a los hongos, en el diccionario, se les describe como setas con forma de sombrero. Alguien ha conseguido una que huele a an¨ªs, Clytocibe odora, utilizada: en reposter¨ªa, pero suele acudirse a la comparaci¨®n con el bosque despu¨¦s de la lluvia para explicar su fragancia.
Chiquitita pero matona, la seta Inocybe luce un brillante color gris y guarda en su interior una sustancia letal. La experiencia ense?a a desterrar leyendas tan arriesgadas como la de hervir las setas con una moneda dentro para probar su inocuidad. Precisamente, la Amanita faloides, mortal, es la que deja intactos el agua y los metales despu¨¦s de la cocci¨®n.
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