Epifan¨ªa del arte nuevo
En 1975, la desaparecida galer¨ªa Multitud inici¨® su andadura con una exposici¨®n hist¨®rica -en la m¨¢s amplia acepci¨®n del t¨¦rmino- dedicada a la vanguardia espa?ola de anteguerra. Se estrenaban tiempos nuevos, y nada mejor que hacerlo recuperando y celebrando la memoria, tan largamente dormida, de aquellos que hab¨ªan hecho de la fe en lo nuevo bandera de un sue?o coral, brillante y optimista, l¨²cido a la vez que ingenuo, entra?able y frustrado.Hoy, otra muestra nos devuelve, una vez m¨¢s, al aroma y acentos del periodo heroico del arte nuevo. Las casi dos d¨¦cadas que median entre una y otra hacen, m¨¢s que pertinente, vital esta reincidencia; un regalo para todos, descubrir¨¢ sin duda a una nueva generaci¨®n el paisaje espiritual de nuestra vanguardia.
Ismos
Galer¨ªa Guillermo de Osma. Claudio Coello, 4, 1? izquierda. Madrid. Hasta el 15 de febrero.
Limitaciones obvias de espacio han centrado cabalmente los objetivos del proyecto en torno a una s¨ªntesis que persigue, no la descripci¨®n pormenorizada, sino el tono y modulaciones que fijan el clima de la ¨¦poca y su significaci¨®n m¨¢s ¨ªntima. En estos a?os se ha avanzado sin duda mucho -aunque todav¨ªa segmentariamente- en el an¨¢lisis, nada sencillo desde luego, del arduo panorama de nuestra modernidad inaugural. Estudios y exposiciones han permitido el reencuentro con muchas de sus figuras o episodios principales. Sin embargo, sigue quedando pendiente -aunque proyectos los ha habido- una gran muestra capaz de trazar el mapa general de esa memoria, facilitando de una vez por todas, sin pasiones, leyendas ni complejos, su balance efectivo.
Esa radiograf¨ªa global -en su esp¨ªritu, alcance y destino- es la cuesti¨®n que vuelve a poner sobre el tapete la exposici¨®n, sin duda tambi¨¦n hist¨®rica, de Guillermo de Osma. El t¨ªtulo de Ismos es, por muchas razones, m¨¢s que pertinente. El t¨¦rmino ramoniano, en el uso que le dio su autor, se encuentra m¨¢s cerca de la geograf¨ªa pintoresca trazada por las actitudes de la vanguardia peninsular que de la ortodoxia cosmopolita que, en principio, nos describe. Y aun la propia figura de Ram¨®n es, en s¨ª misma, emblema incomparable de esa apuesta espa?ola por lo nuevo, en sus desajustes, dejes castizos y alianzas ins¨®litas, mas tambi¨¦n -en lo que, en definitiva, realmente importa- en su vibrante invenci¨®n y originalidad.
La s¨ªntesis que esta muestra nos dibuja es brillante, densa y reveladora. No en vano la galer¨ªa act¨²a aqu¨ª en el propio terreno, el mismo que ha centrado en lo esencial su trayectoria. La selecci¨®n es igualmente precisa, acertada siempre en todas las piezas -soberbia incluso en determinadas sorpresas-, tanto por la sensibilidad que filtra cada elecci¨®n como por el rigor exigido, m¨¢s all¨¢ del mero nombre, en cuanto al periodo preciso y los rasgos que revelan el sentido de su aportaci¨®n. Hay, por supuesto, alguna ausencia; tal vez la m¨¢s notable sea la del Dal¨ª residente, que, por contraste frente a su otro yo, el Dal¨ª estelar en el seno mismo del surrealismo parisiense, ilustra de modo incomparable el perfil diferencial de nuestra vanguardia interior.
Fuera de ello, la muestra opta con inteligencia por un retrato colectivo que tiende a eludir aquellos nombres cuya significaci¨®n coincide esencialmente con la del papel que jugaron dentro de la vanguardia internacional, o los incluye s¨®lo, como a Picasso, en funci¨®n de su influencia espec¨ªfica en alg¨²n episodio de la vanguardia peninsular, y aun con obra que evidencia esa deuda. Por el contrario, s¨ª est¨¢n, y en justicia, aquellos nombres internacionales -desde Barradas o Torres Garc¨ªa hasta Picabia, Delaunay o Gleizes- cuya estancia entre nosotros marcar¨ªa, en un grado u otro, el rumbo del arte nuevo. El resto -los Ponce de Le¨®n, Moreno Villa, Coss¨ªo, Olivares, Bores, Palencia, Maruja Mallo, Juan Ismael y otros muchos- son los verdaderos protagonistas del drama descrito, paladines de aquel esfuerzo heroico. So?aron que eran molinos los gigantes, y fueron barridos por el viento de la historia. Mas, desde ese espejo cuarteado, del que se ha borrado en gran parte el azogue, sigue intrig¨¢ndonos su inquebrantable esperanza en el b¨¢lsamo que encarna, junto al de la libertad, el fantasma de lo nuevo. ?Benditos sean!
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