Clausura jubilosa
Un festival marcado por las repeticiones no pod¨ªa sino finalizar con el m¨²sico que m¨¢s repetidamente lo ha visitado. A estas alturas es muy natural que a Lester Bowie le pidan aut¨®grafos en la Gran V¨ªa. Sus conciertos nunca son los mejores, pero s¨ª los m¨¢s divertidos. Siempre da espect¨¢culo: no resulta dif¨ªcil imagin¨¢rsele pregonando con entusiasmo remedios milagrosos sobre aquellas carretas de los medicine shows que recorr¨ªan Estados Unidos en tiempos de los pistoleros.En lugar de recurrir a potingues de dudoso efecto curativo, defiende el valor terap¨¦utico de la m¨²sica; hay para todos: para el ni?o y la ni?a, para el beb¨¦ y el jubilado, para el ama de casa y el ejecutivo agobiado. Considerado por muchos verdadero paradigma de la inquietud art¨ªstica, el trompetista ha formado tantos grupos que siempre encuentra alg¨²n motivo de celebraci¨®n.Tomen nota los organizadores: en 1994 se cumplir¨¢ el d¨¦cimo aniversario de Brass Fantasy.
Lester Bowie
Brass Fantasy / From the roots to the source. Lester Bowie (trompeta y fliscorno), con tres trompetas, dos trombones, trompa francesa, tuba, bater¨ªa y percusi¨®n. Artistas invitados: Martha Bass (voz) y Fontella Bass (voz y piano). Auditorio Nacional. Madrid, 12 de noviembre.
El m¨¦rito de Bowie estriba en que triunfa con una econom¨ªa de medios casi cicatera. Consigue sacarle un extraordinario partido a su discreta t¨¦cnica y se da mucha mafia en buscarle nombres atractivos a una receta invariable. Como es habitual, llev¨® al punto de ebullici¨®n la sala sinf¨®nica del Auditorio Nacional aplicando un repertorio ecl¨¦ctico, abierto. La atm¨®sfera dulcemente esperanzada de God bless the child contrastaba con la tragedia de Strange fruit, mientras los n¨²meros marcadamente r¨ªtmicos se distribu¨ªan a lo largo de una dilatad¨ªsima horquilla estil¨ªstica: desde el Remember the time, de Michael Jackson, al arrollador Siesta for the fiesta, de Jimmy Lunceford, uno de los m¨¢s c¨¦lebres directores de orquesta de la era del swing.
Viejas canciones
Tampoco falt¨® la acostumbrada dosis de viejas canciones del soul y del rock, entre ellas, la magn¨ªfica The great pretender. Bowie expon¨ªa cada pieza con recursos limitados, pero alcanzaba valiosos resultados expresivos apoyado en un modo de solucionar las melod¨ªas algo menos efectista que en ocasiones precedentes. Tampoco nunca antes, al menos en Madrid, se le hab¨ªa visto tocar el fliscorno.
En un descanso del torbellino creado por Brass Fantasy, las cantantes Martha y Fontella Bass recordaron que la gente del gospel encuentra el coraje en la fe y le basta la intimidad de la voz casi desnuda para emocionar. De vuelta sobre el escenario, Bowie y los suyos centraron sus esfuerzos en construir un crescendo imparable que les llevar¨ªa a invadir finalmente la sala en un jubiloso paseo entre el p¨²blico ?ste termin¨® bailando al borde del escenario.
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